viernes, 30 de diciembre de 2011

La Navidad en el cine (11): Los Magos en Jerusalén. Entrevista con Herodes

En El Evangelio según San Mateo (1964), Pasolini optó por el tono costumbrista a la hora de narrar la llegada de los Magos a Jerusalén. Plaza bulliciosa, gritos de mercadeo, ir y venir de gentes con mercancías. En ese marco abigarrado y confuso, aparecen los tres Magos, con sus camellos y sus criados, y atraviesan en silencio tan agitada escena. Tras pasar la puerta con doble arco que daba entrada a la ciudad, se dirigen por un camino estrecho hasta la misma sinagoga.

Allí, en medio de una ceremonia judía de tono folclórico y deliberadamente anacrónico, los Magos preguntan a los jefes de los sacerdotes: “¿Dónde está el Rey de los judíos que acaba de nacer? Hemos visto en Oriente su estrella y venimos a rendirle homenaje”. En un contexto de barullo y gritos sueltos, son éstas las únicas palabras que oímos con claridad, antes de su encuentro con Herodes. Fiel, nuevamente, a su puesta en escena, el guión recoge sólo las palabras que Mateo incluyó en su Evangelio.



El Mesías (1975), de Roberto Rossellini, es una versión atípica de la vida de Jesús. Austera en algunos pasajes, y más centrada en una parte de los discursos de Jesús (el mensaje de bondad) que en los milagros y signos que muestran su divinidad, el director italiano quiso subrayar la faceta más humana de la vida de Cristo. En el pasaje de Herodes con los Magos advertimos una clara intencionalidad paródica. La escena arranca con un primer plano de los pies del monarca, doloridos por un esfuerzo que nunca hizo: todo aquí sugiere su hipocondría. El plano se abre para mostrar a un Herodes más preocupado por sus afeites y cuidados que por sus súbditos y su reino. Por eso, de los Magos recién llegados (le anuncian unos “sabios, príncipes astrólogos”) lo único que le interesa es el anuncio de un nuevo rey en sus tierras. En consecuencia, tras escuchar los detalles de la profecía por uno de sus cortesanos, recibe a los Magos tumbado en su cama –otras vez su hipocondría y su comodidad- y les muestra una falsa hospitalidad que es inmediatamente desacreditada en el gesto final con el jefe de su guardia.




Con todo, el pasaje más completo de toda esa secuencia nos la proporciona el filme María de Nazaret (1995). Jean Delannoy muestra, primero, la llegada humilde de los pastores a la gruta y, en paralelo, la ostentosa recepción a los Magos. Vemos después a un Herodes llagado en todo el cuerpo (tiene lepra y no para de rascarse), lo que es un adelanto en el tiempo –una licencia artística- de lo que el Nuevo Testamento nos dirá de su abuelo Herodes Agripa: tras matar a Santiago y encarcelar a Pedro, fomenta que la plebe le trate como a un dios, por lo que “fue herido por un ángel del Señor, y expiró comido por los gusanos” (Hechos 12, 23). Este hecho milagroso, que se refleja más adelante en el filme, es relatado también por el historiador judío Flavio Josefo en sus Antigüedades Judías: “La gente gritó: ‘Ahora te honramos como dios’. El rey… sintió un agudo dolor estomacal, y tras sufrir continuamente durante cinco días, murió a la edad de 54 años” (Libro XVII, Cap. VI).

En el pasaje que hemos seleccionado, llaman la atención el dramatismo de las escenas, la fuerte concatenación de las mismas, el tono caricaturesco de Herodes y el duro contraste entre él y los demás grupos de personajes: la humildad de los pastores frente a la pompa de palacio, la sinceridad de los Magos frente a la falsa adulación del monarca, la sumisa obediencia de su siervo frente al duro maltrato al que le somete. El final de todo el fragmento, a las puertas ya de la cueva, sorprende por la enorme concurrencia allí congregada.


jueves, 29 de diciembre de 2011

La Navidad en el cine (10): La Estrella conduce a los Magos hasta Belén

De todas las figuras que estos días adornan nuestros belenes hay una que tiene particular importancia. No es una figura humana, ni angélica ni tampoco animal; y, sin embargo, no suele faltar en ninguna representación. Me refiero a la estrella de Belén, aquella que guió a los Magos desde lejos (“vimos su estrella en el Oriente”) y que, reaparecida ante sus ojos, les guió “hasta pararse sobre el lugar donde estaba el Niño” (Mt 2,9).

Me ha parecido interesante dedicarle un artículo en esta serie porque ha sido protagonista indiscutible de cientos de relatos navideños, y porque los Magos –como indica S. Mateo- “al ver de nuevo la estrella se llenaron de inmensa alegría (Mt 2, 11). Sin duda, la mejor parábola para explicar la vocación que Dios dirige a cada hombre para que encuentre su camino hacia Él.

La primera escena que recojo hoy recuerda el momento en que los tres Magos se encontraron en el desierto. Algunos filmes han supuesto que los tres sabios partieron de un mismo punto, pero el Evangelio no dice nada al respecto, por lo que es lícito suponer –es también lo más lógico- que iniciaran el trayecto desde lugares muy diversos y se encontraran en algún momento, siguiendo a la misma estrella. Así lo refleja Zeffirelli en Jesús de Nazaret (1977).



Ben Hur (1959) es, muy probablemente, el filme que más importancia ha concedido a la estrella en el viaje de los Magos. La secuencia en que esto se visualiza es larga y solemne, subrayada también por una poderosa banda musical. Aquí recojo sólo el tramo final, donde vemos –en fases sucesivas- cómo la luz de la estrella atrae las miradas de los lugareños de Belén, en primer lugar; de los Magos montados en sus camellos, a continuación; y de los pastores mientras cuidaban a sus rebaños, por último. Como remate, la luz se detiene sobre la gruta y se hace allí fuerte y luminosa. Antes, en el retrato de los Magos vistos de perfil, hemos podido observar la diversidad de origen: Egipto, Persia y África, por el tocado de sus cabezas, parecen estar ahí reflejados. Lo cual sigue punto por punto la suposición popular desde hace siglos.



La estrella es también figura importante en La historia más grande jamás contada (1965). Una fotografía muy cuidada ilumina el camino de los Magos por la noche de Belén. Vemos todo en contraluz, con los Magos de espaldas avanzando hacia la estrella y quedando ésta en lugar destacado de la composición. Un nuevo juego de luces nos sorprende al llegar a la gruta: las tonalidades frías y azuladas del exterior contrastan con los tonos cálidos y rojizos del interior, donde brilla la Luz. Es el recuerdo simbólico del texto que acabamos de escuchar en off: “La vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, pero las tinieblas no la recibieron” (Jn 1, 4-5).

Finalmente, el paso al interior de la gruta nos lleva, como de la mano, al interior de la mente de María. Ella, que “conservaba todas estas cosas en su corazón” (Lc 2, 19), recuerda en ese instante lo que le había dicho el Ángel en la Anunciación: “Será grande, y se llamará Hijo del Altísimo. Y el Señor Dios le dará el trono de David, su Padre. Y su reino no tendrá fin”.

martes, 27 de diciembre de 2011

La Navidad en el cine (9): Los Magos y la Estrella

Además de los pastores, otros personajes decisivos completan en estos días la escena de Belén. Se trata de los Magos. Los Evangelios no dice que fueran Reyes, pero la tradición ha supuesto –con cierta lógica– que debían ser tales cuando llegan a Jerusalén preguntando por el Rey de los judíos y cuando, además, son recibidos por la máxima autoridad del lugar: el rey Herodes. Por otro lado, sus regalos son los propios de un rey.

Tampoco dice S. Mateo cuántos eran: “Unos Magos venidos de Oriente” (de ahí sus ropajes persas). Esos Magos podían ser dos, cuatro, seis... Pero como fueron tres sus regalos (oro, incienso y mirra), la tradición ha deducido que ese debía ser el número de los que se reunieron en Belén. Lo que sí mencionan las Escrituras es su profesión: eran magos, es decir, estudiosos de las estrellas y de sus movimientos en el Cielo; y precisamente de ese oficio se valdrá Dios para atraerlos –mediante una estrella– hasta el lugar exacto donde se encontraba Jesús.

En el artículo de hoy vamos a ver cómo son presentados en algunos filmes que han dedicado especial atención a estas tres figuras y a la repentina atracción por la Estrella de Belén. El que mejor lo ha hecho para un público infantil es Los Reyes Magos (2003), película animada dirigida por el español Antonio Navarro. Aquí, cada personaje tiene una personalidad muy marcada. Gaspar es un maestro de futuros magos, prudente y austero, que enseña a los niños a desentrañar los misterios del firmamento; su color es el azul celeste. Melchor es un mago gordinflón y un tanto avaricioso que sueña con descubrir los lugares donde se esconde el oro; sus colores son el marrón, los ocres y el dorado. Y Baltasar es un mago luchador, defensor de los oprimidos, que acude en rescate de los niños cautivos y trata de acabar con la trata de esclavos en África; sus colores son el negro y el azul oscuro.

Los diálogos de Gaspar con los jóvenes aprendices de mago son de lo más sabroso: “Con su luz, las estrellas predicen el futuro de los hombres, guardan los deseos secretos de los niños y nos cuentan historias de batallas, viajes y héroes… Buscáis la fama, pero eso tiene un precio, y ahora es cuando tenéis que empezar a pagarlo: con vuestro sudor y vuestro esfuerzo”.




En La Natividad (2006), Catherine Hardwicke nos acerca al trabajo minucioso de estos magos en escenas cuidadosamente ambientadas. Hasta una lejanísima Persia llega un misterioso legajo que contiene la profecía de los judíos. Gaspar, que conoce la lengua hebrea, es capaz de descifrarlo: “Un estrella… se alzará… desde la tierra… ¡de Israel!”. El Mesías, como señalan también otros fenómenos que han observado en el firmamento, está a punto de nacer entre los hombres.




Poco después, este mismo filme muestra los preparativos del viaje. En boca de Melchor, que escruta un viejo mapa de la zona, oímos el recuento de las dificultades: “Un desierto árido, llanuras inhóspitas, montañas muy escarpadas… hasta llegar a Jerusalén”. La clara determinación de este personaje encuentra resistencia en las dudas de sus compañeros, que desaconsejan un viaje tan arriesgado en solitario: “No deseo ir solo, deseo que vayamos los tres”. En esta breve escena quedan perfectamente reflejados los caracteres de cada uno de los Magos.


lunes, 26 de diciembre de 2011

La Navidad en el cine (8): La adoración de los pastores

Los pastores aparecen en el relato de los Evangelios en dos ocasiones: primero en las montañas, cuando se les aparece el Ángel mientras vigilan el rebaño y pernoctan al raso; segundo en la cueva de Belén, a donde acuden presurosos para comprobar lo que se les ha dicho sobre el Niño.

De la primera escena, el ejemplo más relevante es el de María de Nazaret (1995), de Jean Delannoy. En este filme la luz juega un papel decisivo para sugerir la presencia de lo sobrenatural. En línea con Zeffirelli, el director francés rechaza mostrar explícitamente a los seres angélicos, y en las revelaciones anteriores (en la Anunciación o en los sueños de José) a la voz del Ángel acompaña un fuerte halo de luz que irrumpe desde arriba y lo inunda todo. También aquí, en el anuncio a los pastores, el tratamiento cinematográfico es parecido, aunque el efecto de misterio quiere reforzarse –quizás excesivamente- por un fondo musical inquietante y un tono ahuecado en la voz del Ángel. La idea de que transmite un mensaje de Dios se subraya en la toma cenital (vemos la escena desde arriba, por encima de las cabezas de los pastores) y en el hecho de que todo el artificio de la puesta en escena (luz, música, punto de vista) desaparece de improviso en cuanto termina el discurso del mensajero celestial.




En La Natividad (2006), vemos la llegada de los pastores en un doble plano. Primero, desde el camino, con la progresiva aparición de las figuras, y después desde la gruta, donde lo que se subraya es la acogida de María y de José. También aquí la luz sobre la gruta tiene una intencionalidad dramática: subraya la presencia de Dios en ese Niño tan pequeño e indefenso; ahí está el Hijo de Dios. De todos los pastores, hay uno que se adelanta y cobra protagonismo en la escena. Es aquel que María y José encontraron en su camino a Jerusalén, y que les habló misteriosamente de descubrir el regalo que cada uno lleva dentro de sí. Ahora, ante el Niño en brazos de su Madre, descubre al fin cuál es el obsequio que Dios había puesto en su interior: poder contemplar y acariciar al Redentor. Por eso le dice María en un aparte: “Ha venido para salvarnos… Y todos recibimos este presente”.




Por último, Jesús de Nazaret muestra la llegada de los pastores desde un personaje que no aparece en los Evangelios: la gitana del mesón, que les orientó para llegar a la gruta y que ha regresado para ayudar a la joven Madre y al inexperto José. En días anteriores vimos como Zeffirelli insistía en que la ayuda a Jesús Niño vino del lado de la gente humilde. Aquí , esta idea se ve confirmada con la llegada de los pastores, inicialmente “expulsados” por la gitana –para que no molesten a María ni al Niño– y posteriormente acogidos por José, que comprende que han sido enviados por el Ángel para ser los primeros adoradores del Niño Dios. El recuerdo entrecortado de las palabras del Ángel (su corazón ha entendido mucho más que lo que su inteligencia ha podido retener de aquellas palabras angélicas) es la mejor tarjeta de visita para justificar su presencia allí. Y su humilde adoración al Niño, subrayada por la banda musical, es la máxima reverencia que los hombres podíamos dar a quien es Dueño de todo el Universo.
(Pinchar en la imagen para ver el vídeo)

viernes, 23 de diciembre de 2011

La Navidad en el cine (7): ¡Jesús nace en Belén!

Hoy celebramos el nacimiento de Jesús. Dios que nace en una cueva, en un pesebre. Cada película ha reflejado esta escena –y la que le precede: la llegada a la gruta de Belén– con un tono y un ritmo muy diferente, según el sentido que ha pretendido cada director.

En La Natividad (2006), Catherine Hardwick ha filmado la llegada al establo de Belén con un ritmo creciente. La Virgen siente que llega su hora, y José acelera el paso con nerviosismo. Llegamos. Belén está ante nuestros ojos. Pero Belén no es aquí ese tumulto de forasteros, amontonados por las calles, que hemos visto en otros filmes; aquí es un conjunto de casas pequeñas y sin calor: frías, solitarias, un tanto inhóspitas. Ninguna de ellas abre sus puertas a las llamadas de José: es la frialdad en persona la que recibe indiferente la llegada del Mesías.

Mientras tanto, la Virgen está ya a punto de dar a luz. No sabiendo ya qué hacer, José la coge en sus brazos y sigue gritando por las calles, en busca de refugio: “¡Por favor, un techo donde cobijarnos!”. Sólo una persona les escucha: ni siquiera les habla, señala simplemente en una dirección en cuyo final se vislumbra un establo. Y allí deposita a la Virgen, en medio de ovejas y ganado, tras una carrera de desesperación.

En contraste con esta creciente agitación (Hardwick se ha fijado sobre todo en el dramatismo de la escena), las siguientes imágenes revelan un clima de paz, serenidad y contemplación. Una estrella en el firmamento anuncia que el Mesías ha llegado ya. Y vemos varios grupos que miran hacia el Cielo: S. Joaquín y Santa Ana, en primer lugar; y luego Simeón y su mujer.



En Jesús de Nazaret (1977), Zeffirelli desarrolla esta escena de modo muy diferente, con un ritmo más pausado. Después de que la gitana les indique el camino hacia la gruta (la secuencia que vimos ayer), José y María se refugian en el establo. La siguiente escena muestra la aparición de la Estrella, que –como en casi todos los filmes– sustituye y simboliza el momento –imposible de filmar– del nacimiento de Cristo. La acción aquí se remansa: una Vida nueva aparece en el firmamento, una luz más brillante que todas las demás para iluminar un mundo a oscuras. Lentamente, José deposita al Niño en brazos de su Madre. Y llega entonces la gitana, que había advertido que vendría al terminar su jornada de trabajo. Sí: nuevamente son los pobres y desamparados los que acogen a Cristo en su llagada a la tierra. Ella sabe bien cómo arreglárselas en esa situación, por eso da instrucciones precisas a José: “Ponlo ahí, en el pesebre, y procura que haya paja fresca para que tenga calor. Yo me ocuparé de ella”. El travelling de aproximación al rostro del Niño, acorde con la serenidad de toda la escena, es una clara invitación al espectador para que contemple en silencio ese momento.



Dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre”. Así resume S. Lucas el momento más trascendental de la historia de los hombres, con una clara referencia a la actividad de María (arropa, viste y acomoda al Niño) que ha sido interpretada por los exégetas como una muestra más de que la Virgen se vio libre de los dolores del parto.

En esta escena de La Natividad (2006), vemos que José ha preparado ya una cuna (un anacronismo que, sin embargo, casa bien con las imágenes tradicionales de nuestros belenes) y ayuda, después, a la Virgen a poner al Niño allí. La conversación que mantuvieron en el viaje (y que vimos el lunes pasado) parece reanudarse aquí: con el mismo afecto, con el mismo tono de intimidad. “¿Estás bien?”, pregunta José. Y responde María: “Ha recibido la fuerza que había pedido: fuerza de Dios… y de ti”. Su caricia en el rostro de José es correspondido con un beso en el dorso de su mano. Y esa tierna relación nos recuerda que, en la Sagrada Familia, todo estuvo presidido por el Amor.

jueves, 22 de diciembre de 2011

La Navidad en el cine (6): "No había sitio para ellos en la posada"

La llegada a Belén y la falta de sitio en la posada –aspectos explícitamente relatados por S. Mateo– han favorecido que la imaginación popular se forjara una idea un tanto negativa del posadero de Belén: un hombre de pocos escrúpulos, que no se apiada de esos forasteros ni de una mujer que está a punto de dar a luz.

Con su apuesta por la denuncia política, el director de Rey de Reyes (1961) quiso dibujar una Belén caótica y confusa, de hombres violentos, corrompidos por la dominación romana. Hasta esa ciudad anárquica llegan José y María, y la bondad de esa pareja resalta por contraste en ese marco de odio y egoísmo. También el posadero responde a ese arquetipo, aunque su imagen no es del todo negativa: cuando, al final de la conversación, sabe que María va a dar a luz esa noche, cambia el tono de sus palabras y les ofrece un pesebre para que puedan acogerse allí. Tal vez sea ese el mejor acomodo para ellos.



Años más tarde, Zeffirelli hará también un retrato semejante de esta secuencia, con una Belén más tranquila y festiva, y en un tono más alegre y costumbrista. El posadero es igualmente antipático y egoísta, más aún que el del filme precedente. Llega incluso a cerrar literalmente la puerta en sus narices para evitar que se cuele en posada algún forastero. En ese entorno adverso –en el que advertimos la profunda confianza en Dios de José– la ayuda les vendrá por una gitana que trabaja en el mesón. Ha oído toda la conversación, y ella –también una “desheredada” y una extranjera– les dará cobijo en esa tierra extraña y les conducirá hasta una cueva de las afueras. Ese contraste entre la altivez de los ricos y la solidaridad de las gentes sencillas marcará en adelante toda la película de Jesús de Nazaret (1977).



Por contraste a los filmes anteriores, María de Nazaret (1995), de Jean Delannoy, retrata al posadero de forma más amable y acogedora. En un contexto igualmente costumbrista –cantos, bailes, panderetas, con una Belén rebosante de forasteros– la breve conversación entre José y el mesonero termina felizmente: este hombre ofrece a José y a María el mejor lugar del que dispone: un humilde establo, pero sin ruidos y con cierta intimidad. El contraste con la bullanga y el ruido de afuera es tan grande, que la Virgen afirma convencida: “Mi Hijo no podría desear mejor palacio para venir al mundo”.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

¡Feliz Navidad! Y mis deseos para el nuevo año

En vísperas de Nochebuena, el mejor post es una felicitación navideña. Os adjunto la que he enviado a mis mejores amigos. Porque, sin duda, vosotros os contáis entre ellos. Gracias por estos dos años que llevamos juntos, y que sigamos unidos en el 2012.

Queridos amigos:

Para quienes vivimos apasionadamente el mundo de la comunicación –como profesores, profesionales, estudiantes o simples espectadores– el año 2011 ha sido un año de grandes titulares. Inauguramos el año con las revueltas en el mundo árabe (Egipto, Libia, Siria, Argelia...) en las que las redes sociales fueron la pieza clave. Poco después, estallaba en España el 15-M, una protesta de "indignados", con acampadas y manifestaciones, que desconcertó al gobierno y al sistema. También en marzo, un tsunami arrasó la costa oriental japonesa, destruyó la prefectura de Tohoku y provocó un grave incendio en la central nuclear de Fukushima; en los trabajos de extinción, los japoneses dieron al mundo una lección de serenidad, solidaridad y trabajo.

El 29 de abril el mundo entero pudo contemplar un cuento de hadas: la boda del príncipe Guillermo de Inglaterra con Catherine Middleton en la Abadía de Westminster. Tres días después, Bin Laden, cabeza del movimiento Al Qaeda, fue localizado y aniquilado en Islamabad, Pakistán. En julio, un fanático hizo explotar una bomba junto a la sede del gobierno de Oslo y después sembró el pánico en una campamento juvenil: murieron 87 personas. En agosto, la visita del Papa a España atrajo a casi dos millones de jóvenes a Cuatro Vientos, que tuvieron un comportamiento ejemplar: tras el fuerte temporal, rezaron con ante el Santísimo en un silencio sobrecogedor; y su noche de fiesta en Madrid no dejó apenas desperdicios (los recogieron antes de irse), y ni siquiera un coma etílico.

La crisis económica siguió azotando al mundo en 2011: Estados Unidos sufrió una crisis interna para aumentar su nivel de endeudamiento y la Unión Europea se metió en un avispero -del que aún no ha salido- para salvar la moneda del euro. El 20 de octubre nos levantamos con dos noticias de distinto signo: la revuelta libia localizó y dio muerte a Muammar Gaddafi, y ETA anunció al mundo su definitivo adiós a las armas. Justo un mes más tarde, España apostaba en las urnas por un cambio político, azuzada por el paro, la recesión y la incertidumbre.

A pesar de todo, ninguna de esas noticias ha sido tan luminosa como la que ahora se aproxima: la Noticia de la Navidad: la única verdaderamente importante, y la única que merece ser celebrada año tras año. En la tele, en Internet o en los periódicos quizás salga lo más superficial de ella, pero es en las cartas personales y los encuentros familiares -¡gran fracaso de los medios de comunicación!- donde esta Noticia crece y se comunica eficaz y amorosamente. Porque la comunicación, o es humana y en favor de las personas, o no es nada.

Que paséis unas muy felices fiestas de Navidad, y que los Reyes Magos nos traigan muchos regalos el año próximo, sobre todo a los más necesitados. Que se acabe la crisis y haya trabajo para todos; que cesen el hambre, la guerra, el terrorismo y la violencia; que la familia –tan castigada– salga fortalecida y recuperada; que se respete siempre la vida, desde su concepción hasta su muerte natural, también cuando parezca débil o limitada; que todos puedan dar a sus hijos la educación que desean, y que haya salud y amor en todos los hogares. Personalmente, me contentaré con el regalo de veros más a menudo y compartir un rato de felicidad.

Gracias por el 2011. Y que seamos un poquito mejores en el 2012. Sobre todo, que no perdamos la sonrisa ni un solo día.

Un fuerte abrazo navideño,

Alfonso Méndiz.

martes, 20 de diciembre de 2011

La Navidad en el cine (5): Las penalidades del viaje a Belén

El filme Rey de Reyes (1961), de Nicholas Ray, incluye una breve secuencia sobre el duro viaje a Belén. Mientras vemos en pantalla las imágenes del trayecto (José tirando del asno sobre el que va María embarazada), la voz en off del narrador alude al sentido profético de ese viaje, recogiendo las palabras literales de S. Mateo: “Está escrito. En aquellos días Cesar Augusto publicó un decreto ordenando el empadronamiento general. Todos hubieron de marchar a sus ciudades a inscribirse”. La ulterior referencia a José –“pobre carpintero”– subraya la humildad de la Sagrada Familia, en contraste con la altivez de los personajes que hemos visto o vamos a ver de inmediato: el rey Herodes, los soldados, el posadero de Belén, etc.




En el guión de La Natividad (2006), Catherine Hardwick concedió una importante notable a las peripecias del viaje a Belén. Al principio, advertimos la cara amable y gozosa del trayecto; incluso vemos la hospitalidad de los pescadores con los que se cruzan en el camino. También se aprecia –levemente– la solidaridad entre los viajeros de la caravana, que ofrecen sus viandas a la joven pareja. Pero lo más interesante es el tono íntimo y sobrenatural de la conversación que fluye entre la Virgen y S. José. María introduce la conversación aludiendo a los movimientos del Niño en su seno, y al poco pregunta a su marido por las revelaciones del Ángel en sueños. De este modo, somos partícipes de una confidencia íntima, en la que salen a relucir sus miedos, pero también el gozo de la inminente venida de Dios al mundo.




Más avanzada la trama, la inicial bonanza que Hardwick retrata en los primeros compases se torna arisca, dura y agotadora. Primero les vemos abrirse paso en una tormenta de arena, y después les vemos caminar sobre las punzantes rocas de la montaña. Desde el punto de vista de la Virgen, montada en el asno, vemos en picado los talones heridos de José: la mirada atenta de María –como más tarde en Caná– advierte enseguida que su marido necesita cuidados. Y en la siguiente escena, su cariño maternal se vuelca en un afecto profundamente humano, sin dejar de ser divino. Su oración íntima a Jesús, en lo escondido, despierta en el espectador una profunda resonancia: “Hijo mío, tendrás a un hombre bueno y honesto para criarte; un hombre que renunciará a sí mismo y se dará a los demás”.


lunes, 19 de diciembre de 2011

La Navidad en el cine (4): Preparativos del viaje. La Virgen decide ir con José

Los Evangelios nada dicen de los preparativos del viaje a Belén. En la historia del Séptimo Arte, cada director ha imaginado una solución distinta a esta escena, en la que José debe tomar decisiones importantes: ir a Belén y cumplir el mandato o quedarse en Nazaret para cuidar de María, acudir él solo o acompañado de su esposa, en qué momento partir y cómo organizar el trayecto.

La película Jesús de Nazaret (1977), de Franco Zeffirelli, centra este pasaje en la figura del carpintero, quizás porque en las escenas anteriores (Anunciación, visitación, Nacimiento del Bautista), la figura central ha sido la Virgen. Aquí, es José quien lleva las riendas de la escena, y esta actitud nos permite descrubrir, de forma muy nítida, la altura moral de este personaje en quien Dios había confiado una misión decisiva: hacer las veces de padre de Jesús, dirigir el hogar de Nazaret, cuidar del Niño y de María.

En toda la escena manifiesta su completa identificación con la Voluntad divina, por eso aprecia de inmediato que en el censo de Cesar Augusto se cumple la profecía de que el Mesías nacerá en Belén. “Hasta Augusto obedece a Dios”, exclama entusiasmado. La presencia de Santa Ana –enferma y postrada en el lecho– refuerza algo que ya hemos visto en la secuencia de la Anunciación: su carácter de testigo directo de todas las maravillas que Dios realizó en su hija, en María.




Una solución distinta a la de Zeffirelli es la que Jean Delannoy plasma en su película María de Nazaret (1995). Aquí la protagonista es María, que aparece totalmente decidida a acompañar a José, y es quien toma las decisiones del viaje. Con una imagen más realista de su embarazo –debía estar de ocho meses en el momento del anuncio del censo–, María resuelve las dudas de José: “No puedes retrasar el viaje hasta después de que nazca el Niño, ¡te encarcelarían! Y ¿qué haríamos nosotros sin ti?”. María está resuelta: “Mañana iremos a Belén, es lo prudente”. Y aunque no menciona a Dios, parece evidente que su deseo no es otro que el de cumplir su Voluntad. Así empieza el doloroso viaje: en apenas tres segundos nos damos perfecta cuenta de lo mucho que debió de padecer María en ese trayecto





Finalmente, en La Natividad (2006) la escena de los preparativos se resuelve en una conversación familiar: están presentes S. Joaquín, Santa Ana, la Virgen y S. José. La decisión es compartida. El carpintero inicia el diálogo: no puede censarse en Nazaret, debe ir a Belén, e insinúa que tal vez María deba acompañarla. Santa Ana tercia en ese punto: a Ella le permitirán quedarse. Pero Joaquín replica con dureza: “No le permitirán nada”. También aquí es la Virgen quien resuelve la situación: pase lo que pase, acompañará a su esposo. Una vez tomada la decisión, la conversación se centra en los preparativos: Joaquín ofrece el asno para el viaje –lo único que la familia tiene para subsistir– y José, conmovido, promete que cuidará de su hija y del Niño con todas sus fuerzas.



viernes, 16 de diciembre de 2011

La Navidad en el cine (3): Empadronamiento de Cesar Augusto

La película Ben Hur (William Wyler, 1959) arranca justamente con la secuencia del empadronamiento. Toda la primera parte –casi 20 minutos– está dedicada al Nacimiento de Jesús (no en vano, tiene por subtítulo: “A tale of Christ”) y recorre con cierta parsimonia los episodios que preceden a Belén. El primero de todos, como punto de partida para toda su historia novelada, es el empadronamiento de César Augusto. Aún sobre los títulos de crédito, una voz nos sitúa en el marco histórico-político de aquel censo, que avivó en el pueblo judío los anhelos de liberación. Judea, que llevaba un siglo bajo el yugo romano y vivía a la espera de un nuevo Mesías, experimentó con este suceso una repentina añoranza de su antiguo esplendor: la gran Jerusalén, la Torre Antonia... tantos y tantos lugares que evocaban su pasado.



Por contraste a ese marco histórico, La Natividad (2006), de Catherine Hardwicke, sitúa el empadronamiento en una supuesta intriga del rey Herodes para acabar con el Mesías esperado. Hardwicke atribuye a este personaje un mayor protagonismo en las escenas del Nacimiento de Cristo que el escuetamente señalado en los Evangelios. Herodes, temeroso de que alguien pueda arrebatarle el poder y obsesionado con la profecía de un nuevo Rey de Israel, aprovecha el censo de Cesar Augusto para obligar a los judíos a volver a su ciudad de origen: así podrá localizar a ese Mesías liberador, pues la profecía indica que surgirá de la estirpe de David. Si es verdad que existe, deberá acudir necesariamente a Belén.

En la escena siguiente, el anuncio del censo por parte de los soldados siembra la inquietud en la pequeña aldea de Nazaret. José, con su esposa embarazada de ocho meses, recibe aquella noticia con especial preocupación.



Finalmente, la película Jesús (1979), codirigida por Peter Sykes y John Krisch, hace del empadronamiento el punto de arranque de una historia continuada y fluida, recorrida a ritmo vertiginoso, que abarca todos los acontecimientos de la infancia de Jesús: anuncio del censo, la llegada a Belén, la falta de sitio en la posada y el cobijo en la gruta; después, el anuncio a los pastores, el nacimiento del Niño y la adoración de aquellos en el portal; y finalmente, la presentación en el Templo, la circuncisión y el cántico profético de Simeón. Todo en 2’30”. Una secuencia que, por su fuerte concatenación, pide ser expuesta en su totalidad, y en la que apreciamos, sobre todo, su carácter didáctico –el narrador explica todos los sucesos, son una clara intencionalidad catequética- y la acertada ambientación costumbrista de las construcciones y vestimentas de la época. El doblaje es sudamericano.


jueves, 15 de diciembre de 2011

La historia de Gianna Jessen, que sobrevivió tras ser abortada con siete meses, se lleva al cine

La historia de Gianna Jessen es «de película». Su madre la intentó abortar mediante el cruel método de la aplicación de una dosis de solución salina. Pero el bebé se aferró a la existencia aunque creyeron que aquel intento tendría secuelas gravísimas por las que no duraría mucho tiempo viva. Nació sana, y al nacer, la mamá biológica dio a Gianna en adopción.

Hoy Gianna recorre la Estados Unidos compartiendo su testimonio y celebrando el milagro de su vida. Vida que, con algunas licencias propias del ámbito cinematográfico, ha sido llevada a la pantalla grande en una cinta titulada «October Baby» que estará en las salas de cine en marzo de 2012. Aquí publiqué hace unos meses el estremecedor testimonio de Gianna Jessen, también recogido en vídeo: «Mi madre tenía siete meses de embarazo cuando decidió abortarme. Yo soy la persona que ella abortó» .

«October Baby» será la película pro vida de 2012. Se trata de un film que, como nos dicen sus creadores, «puede cambiar la forma de ver el mundo, a sus seres queridos... y la vida». Protagonizada por Rachel Hendrix, ya disponen de un portal que ofrece información relacionada con la producción, presencia en redes sociales y el tráiler que inserto a continuación:



En Facebok tienen una fan page y en Twitter un perfil (@OctoberBabyFilm). El canal en YouTube es especialmente interesante por su valiosa serie de videos relacionados con la producción.

(Vía: Religión en Libertad)

La Navidad en el cine (2): Dudas de José y anuncio del Ángel en sueños

El pasaje de las dudas de José es uno de los más angustiosos de todo el Evangelio. Un hombre justo, que sabe en su corazón que su mujer es inocente, no puede comprender cómo ella está encinta. Se ve como acorralado, entre las sospechas del pueblo y el silencio sagrado de María. Está literalmente entre la espada y la pared.



En El Evangelio según San Mateo (1964), Pier Paolo Pasolini refleja esa angustia fiel a su estilo: en toda la primera parte del filme no se oyen palabras humanas (sólo las que provienen de almas limpias: las del Ángel o las de los niños) y todo en ese fragmento es dicho con los gestos y los silencios. La inocencia de María que anuncia Gabriel se simboliza en la propia inocencia del Arcángel: su figura recuerda la de una adolescente, y su aparición se produce justamente donde antes jugaban los niños. Al regresar, José recuerda unas palabras de Isaías (“He aquí que una virgen concebirá y dará a luz un hijo”) que S. Mateo recoge en su libro. Y es que Pasolini –de ahí el título del filme- quiso seguir al pie de la letra el relato de ese primer Evangelio.

En Jesús de Nazaret (1977), Zeffirelli refleja el sueño inquieto de José: tiene una pesadilla en la que ve a su esposa María acosada por el pueblo de Nazaret. Quieren lapidarla, y recogen piedras con gesto amenazante. Aquí el director italiano establece un claro paralelismo con la escena de la mujer adúltera: así como el Señor no se quedó al margen, sino que actuó para salvar a aquella mujer pecadora, José comprende en ese sueño que debe actuar, que no puede limitarse a repudiarla. Cuando despierta por la voz del Ángel (Zeffirelli rehusó mostrar seres sobrenaturales en el filme) escuha la confirmación de que esa es justamente la voluntad de Dios.



Una solución parecida a ésta será la que emplee Catherine Hardwicke en La Natividad (2006). Sin percibirlo con claridad, el espectador se ve metido en el sueño de José: los habitantes de Nazaret quieren lapidar a María, y el angustiado carpintero –los acontecimientos le hacen sentirse traicionado- experimenta un fuerte deseo de venganza. Entonces comprendemos que no estamos en la realidad, que eso sólo puede ser un sueño: José nunca podría desear algo así. En medio de la pesadilla aparece la figura de Gabriel, que hemos visto antes en la Anunciación, y su voz le aclara todo lo sucedido. La escena termina con un pasaje que suele omitirse en los demás filmes: la conversación consoladora entre José y María, que sigue inmediatamente a este tormentoso episodio, y que torna la amargura en infinita felicidad.

martes, 13 de diciembre de 2011

La Navidad en el cine (1): Significado simbólico de la Navidad

Casi todas las películas sobre Jesús han contado la escena de su Nacimiento. Pero hay una que nos ha dejado una clara interpretación simbólica de este hecho. La historia más grande jamás contada (G. Stevens, 1965), comienza con la imagen de un fresco en una iglesia cualquiera: Jesús, con los brazos abiertos en señal de acogida (y también como Maestro en actitud de enseñar), abre el filme de modo simbólico.

Pero más aún que esta imagen, lo que adelanta el carácter simbólico de este arranque cinematográfico es el texto que oímos en off: los primeros versículos del Evangelio de S. Juan. “En Él estaba la Vida, y la Vida era la Luz de los hombres”. Ese símbolo –la luz– llena de significado todas las imágenes que siguen. Primero vemos una Estrella (la luz que guía hacia Belén). Después, la estrella se convierte en una vela que ilumina una gruta a oscuras. Entonces oímos las siguientes palabras de S. Juan: “Y la Luz resplandece en las tinieblas, pero las tinieblas no la comprendieron”.

Al mismo tiempo, nos damos cuenta de que esa tenue luz (como es tenue la vida de un recién nacido) está en la mano de José y está iluminando un mundo a oscuras: el interior de la cueva de Belén. Finalmente, la luz ilumina la mano de un Niño –intuimos que es la de Jesús– que tiene ya el gesto de enseñar. Esa mano se convirete en una esfera luminosa (¿el Sol? ¿la Sagrada Forma?) hasta que unas fanfarrias anuncian no se sabe si la llegada del Mesías o la arrogancia del Rey Herodes, al que inmediatamente vamos a ver.

Una preciosa representación simbólica de todo el pasaje de la Navidad, que da pie a una interesante reflexión teológica.


lunes, 12 de diciembre de 2011

La Navidad en el Cine: 15 episodios en la gran pantalla

Se acerca la Navidad, tal vez el momento de la vida de Jesús más celebrado en todas las culturas; por eso, he decidido celebrarlo también en este blog con una serie que ya vio la luz aquí. Una buena ocasión para revivir las escenas del evangelio en su traslación a la pantalla.

La Navidad es un hecho trascendente. Y, sin embargo, es un pasaje muy breve de los Evangelios: apenas sale en unos 20 versículos de S. Lucas y otros tantos de S. Mateo. En comparación con el total de los 4 Evangelios (cerca de 4.000 versículos: entre los 678 de S. Marcos y los 1.151 de S. Lucas), es verdaderamente muy poco.

Parece claro que los evangelistas quisieron centrar la redacción de sus libros en la vida pública del Señor: sus discursos y enseñanzas, su atención a los enfermos, sus milagros y prodigios, y –más extensamente– su pasión, muerte y resurrección. Ciertamente, esa parte es la más importante, pues expone la doctrina cristiana y habla de un Dios Redentor, que nos da ejemplo de conducta y nos ama hasta dar la vida en el mayor de los suplicios. Pero esa imagen todopoderosa y divina de Jesús se completa maravillosamente con la imagen de un Dios Niño, que se humilla por amor nuestro y se hace hombre para darnos ejemplo de vida. No se puede decir cuál de las dos imágenes nos conmueve más, ni cuál muestra mayor afecto a la humanidad.

Lo cierto es que ese Dios inerme e indefenso, que es concebido –milagrosamente– en las entrañas de una virgen, que pasa nueve mese en el seno de su Madre, y que nace en la más absoluta pobreza, es el más vivo ejemplo de Amor y de Humildad. Y no sólo eso: también es la muestra más clara de que Jesús es hombre como nosotros, en todo igual a nosotros (concepción, gestación, nacimiento) y, por tanto, verdaderamente un Dios hecho hombre: el auténtcio Mediador entre nosotros y Dios. Por eso los hombres contamos los días desde su nacimiento: paradójicamente, desde aquel en que no le dimos cobijo en nuestra posada.

El cine ha reflejado extensamente esas escenas del Nacimiento de Jesús. Cada película ha puesto el acento en una u otra secuencia, y en uno u otro aspecto: la actitud contemplativa de María, el papel decisivo de José, la audacia y generosidad de los Magos, la crueldad y arrogancia de Herodes.

En los próximos días me propongo seleccionar los pasajes cinematográficos que mejor han reflejado cada una de las escenas de los Evangelios: desde las dudas de José hasta la matanza de los Inocentes. Serán secuencias breves (entre 30" y 2') y en ellas procuraré dar entrada a todo tipo de filmes: desde clásicos de los sesenta (Rey de Reyes, La historia más grande jamás contada, El Evangelio según San Mateo, e incluso Ben Hur) a películas más recientes y de diversa orientación y estructura narrativa (Jesús de Nazaret, El Mesías, María de Nazaret, El hombre que hacía milagros, La Natividad).

Para que podáis situaros, os adelanto el calendario de esas publicaciones:

Lunes, 12.XII: Navidad en el Cine: 15 episodios en la gran pantalla
Martes, 13.XII: Significado simbólico de la Navidad
Jueves, 15.XII : Dudas de José y anuncio del Ángel en sueños
Viernes, 16.XII: Empadronamiento de César Augusto

Lunes, 19.XII: Preparativos del viaje. La Virgen decide ir con José
Martes, 20.XII: Las penalidades del viaje a Belén
Jueves, 22.XII: “No había sitio para ellos en la posada”
Viernes, 23.XII: Acogidos en una gruta. Jesús en el pesebre

Lunes, 26.XII: Adoración de los pastores
Martes, 27.XII: Los Magos preparan su viaje
Jueves, 29.XII: La Estrella guiando a los Magos
Viernes, 30.XII: Los Magos en Jerusalén. Entrevista con Herodes

Lunes, 2.I: Adoración de los Magos al Niño Dios
Martes, 3.I: ¿Cuándo llegaron los Magos a Belén?
Jueves, 5.I: Aviso en sueños a José y matanza de los Inocentes
Viernes, 6.I: El recuerdo de Belén en la vida de la Virgen

Os espero especialmente en estos próximos días. Y espero, sobre todo, vuestros comentarios. ¡Feliz Navidad!

lunes, 5 de diciembre de 2011

Las diez mejores películas sobre temas navideños

Este blog ha sobrepasado los dos años y los 380 artículos. Es un buen momento para recordar algunos de los post que más interés suscitaron. Uno de los más visitados el año pasado fue el que dediqué a las mejores películas navideñas. De forma más sintética y actualizada, lo reproduzco en estas fechas en que vuelve a tener sentido.

Aunque acabamos de entrar en el Adviento, para muchos la Navidad está ya a la vuelta de la esquina. Muchas calles están adornadas, y El Corte Inglés se encarga ya de recordarnos de que se acerca la época de hacer regalos.

En este contexto, dentro de poco empezará a programarse en televisión un particular género televisivo que podríamos denominar “películas navideñas”. Estas películas incorporan algunos de los valores más típicamente cristianos: el reencuentro familiar, los deseos de felicidad, la preocupación por los enfermos y los más desfavorecidos, el anhelo de retornar a la inocencia y a la infancia.

Algunos filmes, sin embargo, han querido despojar a la Navidad de algunos de estos atributos, y la han representado amarga, decepcionante, tristona y falsa.

De las auténticas películas navideñas, "¡Qué bello es vivir!" es sin duda la más conocida: la que año tras año sigue viéndose en todos los hogares de Estados Unidos (y de muchos otros países) y la que ha permanecido en la memoria y en las preferencias del público.

Para continuar ese listado, y como sugerencia para alguilar en un videoclub las próximas semanas, incluyo mi personal lista de "las diez mejores películas navideñas": incluye sólo filmes familiares, y -junto a películas clásicas- prima algunas más recientes, que puedan ser asequibles para todos y más fáciles de encontrar en los videoclubs:

1. ¡Qué bello es vivir! (1946), de Frank Capra. La víspera de Navidad, George Bailey está con el agua al cuello. Toda su vida ha renunciado a proyectos personales para ayudar a su comunidad; pero ahora el banco que ha creado para socorrer a la gente está al borde la quiebra, y Bailey va a un puente dispuesto a arrojarse al agua, pensando que todos sus esfuerzos han sido en balde. La repentina aparición de Clarence, un ángel que todavía no se ha ganado las alas, le hará ver cómo hubiera sido la vida de su familia y sus amigos si él no hubiese existido. Número uno indiscutible del género, que sigue transmitiendo esperanza y optimismo a públicos de todas las culturas.

2. La Natividad (2006), de Catherine Hardwicke. Recrea con acierto los escenarios, costumbres y utillaje de la época en que nació Cristo, pero falla en el retrato de la Virgen, que aparece siempre tímida e introvertida. Con todo, una buena preparación para vivir el sentido religioso de la Navidad.

3. Las Crónicas de Narnia (2005), de Andrew Adamson. Todo un clásico de la literatura infantil, escrito por C. S. Lewis. Durante la II Guerra Mundial, cuatro hermanos ingleses son enviados a una casa de campo para huir de los bombardeos alemanes. Un día, mientras juegan al escondite, la pequeña Lucy se esconde en un armario y de repente aparece en Narnia, un mundo fantástico que vive un invierno perpetuo. Cuando vuelva al caserón, nadie creerá su increíble aventura. Pero Narnia lanzará más mensajes a los niños, porque necesita de su inocencia para ser redimido. Y en esa misión encontrarán al majestuoso león Aslan, una respetuosa analogía del personaje de Jesucristo. Filme aún reciente que gustó a niños y adultos, y que aúna simbolismo cristiano junto a una gran aventura épica.

4. Solo en casa (1990), de Chris Columbus. Clásico indiscutible del cine familiar de los noventa. Otra historia de familia numerosa, con 8 hermanos de carácter muy distinto. Aventuras, diversión y aprecio a la familia… con la pequeña conversión del “hijo desastre” gracias a la Navidad.

5. De ilusión también se vive (1947), de George Seaton. Cercana la Navidad, la jefe de unos grandes almacenes contrata a un viejecito barbudo y simpático para que haga de Santa Claus. El anciano acapara pronto la atención de todos por su derroche de simpatía, y también porque afirma que es el verdadero Santa Claus. Con este planteamiento, la jefa quiere devolver a todos los ciudadanos el auténtico sentido de la Navidad, incluyendo a su escéptica hija. Cinta entrañable, nominada a los Oscar, donde se hace una dura crítica a los impulsos materialistas y consumidores que se anteponen, en estas fechas, al verdadero significado de la Navidad.

6. Family man (2000), de Brett Ratner. Entrañable fábula sobre un personaje que prefirió alcanzar el éxito en vez de casarse con la chica de sus sueños. En vísperas de Navidad, sólo y sin familia, tiene un extraño encuentro con su “Ángel de la guarda” que le hará ver lo que podría haber sido su vida con un matrimonio feliz, con hogar y con hijos.

7. La gran familia (1962), de Fernando Palacios. Un espléndido homenaje a la familia numerosa, que tiene como clímax la pérdida de uno de los hijos en la víspera de la Navidad. La mejor para el sentido familiar de estas fechas.

8. Polar Express (2005), de Robert Zemeckis. Un niño que ha perdido la ilusión de la Navidad se ve metido en un tren rumbo al Polo Norte, para conocer a Santa Claus. A través del viaje, plagado de increíbles aventuras, misterios y canciones , el protagonista viajará a un lugar mucho más escondido e importante, el de su propio corazón. Excelente película de animación en 3 D.

9. Mientras dormías (1995), de Jon Turteltaub. Una joven taquillera de metro, secretamente enamorada de uno de los pasajeros, tiene la oportunidad de salvarle la vida, aunque él queda en coma; por una confusión, todos creerán que ella es su novia. Comedia romántica por excelencia, al estilo Capra o LeoMcCarey, que trae a colación la necesidad de afecto y compañía cuando llega la Navidad.

10. Feliz Navidad (2005), de Christian Carion. Narra lo que sucedió el 24 de diciembre de 1914 en el frente de Ypres (Bélgica), durante la Primera Guerra Mundial. Se decretó una tregua para esa noche que implicaba permanecer en los puestos sin disparo alguno, pero las tropas alemanas iniciaron un villancico, y las tropas británicas respondieron con "Adeste fideles". Luego intercambiaron gritos de alegría y deseos de una feliz Navidad para todos. Al poco, hubo encuentros de unos y otros en la tierra de nadie, y allí se intercambiaron regalos y recuperaron a los caídos. Celebraron funerales con soldados de ambos bandos, llorando las pérdidas y ofreciéndose mutuamente el pésame. Una gran lección de solidaridad cristiana.

jueves, 1 de diciembre de 2011

USA: los mormones quieren cambiar su imagen y recurren a la publicidad

Los mormones parece que están de moda en Estados Unidos, donde alcanzan los dos millones de seguidores, de un total de catorce en todo el mundo (según sus propias cifras). Dos de los candidatos republicanos a las primarias son mormones, Mitt Romney y Jon M. Huntsman. También es mormona Stephenie Meter, la autora de la afortunada saga vampiresa “Crepúsculo”.

Supongo que es pura casualidad, pero a pesar de esa notoriedad los mormones (la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días) están realizando una campaña publicitaria en Estados Unidos para cambiar la percepción que la gente tiene de ellos (Sobre un caso similar, hablé en otro post: "Mensajes de Dios en el móvil"). Hace un par de años contrataron a dos agencias -Ogilvy & Mather y Hall & Partners-, para indagar qué se pensaba sobre ellos. El resultado, no muy positivo, les llevó a emprender esta campaña en la que aparece fotos y videos de gente normal y simpática que se identifican como mormones.

Aunque no se dice explícitamente en la campaña, uno de los caballos de batalla de los mormones es que se les considere cristianos. De hecho, tienen algunos rasgos y vocabulario que los hacen aparecer como tales, aunque en realidad el núcleo duro de su doctrina procede de las relevaciones privadas de su profeta Joseph Smith, que fundó este grupo en 1830. Otra cosa es que muchos de sus seguidores defiendan públicamente (con menos empacho que no pocos cristianos) una visión moral que a algunos recuerda lo que debería ser un cristiano...

(Diego Contreras, Laiglesiaenlaprensa.com)