domingo, 27 de octubre de 2013

Una llamada del Papa le cambió su vida

El teléfono sonó varias veces antes de que Anna fuera a contestar. No lo sabía aún, pero aquella iba a ser la conversación telefónica más importante de su vida. Al otro lado del teléfono sonó una voz grave: “¿La señorita Anna Romano?”. “Sí, soy yo”. “Un momento, se va a poner el Santo Padre”.

A Anna casi le da un síncope. De repente, recordó que hacía dos meses había escrito al Papa Francisco una carta muy breve, con tachones y con deficiente caligrafía. Le decía que tenía 35 años, que había nacido en Roma, y que había estado a punto de abortar. Le contó el tremendo mazazo que se llevó cuando le dijo a su novio que estaba embarazada y él le respondió que estaba casado y tenía un hijo. Lo peor estaba aún por llegar: además de abandonarla, le pidió sin contemplaciones que abortara, ya que no estaba dispuesto a hacerse cargo del niño.

Engañada y abandonada, no sabía qué decisión tomar. No tenía apoyo ninguno; y, sin embargo, el pensamiento de abortar a su propio hijo le provocaba auténticas pesadillas. “En ese momento me sentí la persona más infeliz del mundo”. Sin embargo, en mitad de la tormenta se armó de coraje y decidió tener el hijo. Antes de irse de vacaciones a casa de sus padres, en Gallipoli, escribió la carta al Santo Padre para contarle esta historia, con pocas esperanzas de recibir respuesta. A su regreso a Roma, le esperaba esta agradable sorpresa.

Era el martes 3 de septiembre, sobre las cuatro de la tarde. “Dejé que el teléfono sonara varias veces porque llamaban de un número fijo de Roma que no conocía”. Tras descolgarlo, oyó el anuncio de que se iba a poner el Papa.

Esa llamada de pocos minutos cambió mi vida. El Papa Francisco me dijo que había leído mi carta y que había tenido mucho valor: que había sido muy fuerte por haber decidido tener a mi hijo, incluso después de haber sido abandonada por su padre. Nosotros, los cristianos, no tenemos que perder nunca la esperanza… Cuando le dije que quería bautizar a mi hijo, pero que tenía miedo de que no fuera posible por ser madre soltera y divorciada, el Santo Padre se ofreció a impartir el Bautismo a mi pequeño. ‘Yo lo bautizaré, me dijo. Y yo me eché a llorar”.

Fue una llamada muy breve pero tan emotiva como intensa. Anna tiene claro que su hijo se llamará Francisco. “No sé si el Papa encontrará tiempo para bautizar a mi hijo, que nacerá a primeros de abril, pero su llamada me ha hecho muy feliz, me ha dado mucha fuerza”. (Publicado en Il Corriere della Sera).

domingo, 20 de octubre de 2013

La mirada de Cristo en el cine

Sucedió en el rodaje de Jesús de Nazaret. Estaban haciendo pruebas a distintos actores para el papel de Jesucristo, y el plató era un hervidero de gente. Así lo cuenta Franco Zeffirelli en su libro de memorias:

“Mientras esperábamos en silencio para comenzar la filmación, la modista iba dando las últimas puntadas al talit de lana que iba a cubrir la cabeza de Robert Powell. El director de fotografía terminó la iluminación de su rostro para el primer plano y me avisó para que mirara. Al abrir lentamente el objetivo, se fue formando ante mis ojos la imagen viva de Jesús; me impresionaron sus ojos, los mismos ojos que nos han mirado desde la infancia. Llegó entonces la modista, jadeando, y se dirigió con prisa hacia el actor, mientras cortaba con los dientes el hilo que sobraba del velo. Cuando estuvo ante él y lo vio, con aquellas luces y aquel maquillaje, se quedó de piedra: ‘¡Es Jesús!’, y durante algunos segundos no sabía si seguir adelante con su trabajo o arrodillarse”.

Esta anécdota muestra claramente como el cine puede crear una imagen poderosa de Cristo. Una imagen que puede avivar un depósito adormecido de enseñanzas sobre Jesús que se han ido almacenando desde la infancia; todas esas experiencias de búsqueda y de encuentro que, de repente, cobran vida en la pantalla.

Así, lo que es sólo una cara embellecida por la luz y el maquillaje, puede devenir en catarsis personal, porque esa imagen de la infancia ha vuelto a llenarse de vida y de sentido. La imagen fílmica, como todos sabemos, no es inocente ni aséptica; es imagen que puede arrastrar, conmover y persuadir. Para bien o para mal. He ahí el reto que debe afrontar toda película que se acerque a Jesús.

domingo, 13 de octubre de 2013

La conversión de un cineasta: “Antonio Cuadri vive”

(Juan Jesús de Cózar). Llevaba tiempo deseando conocer a Antonio Cuadri. La casualidad –o la causalidad– me presentó la ocasión recientemente, con motivo de un “pase técnico” de su última película, actualmente en fase de posproducción. Se titula “Thomas vive” y pude verla con él y su equipo en un clima familiar. Me encantó, pero no puedo adelantar nada. Así que prometo una amplia reseña en los días previos a su estreno.

Cuadri tiene un largo curriculum. Sus más de 60 producciones (entre películas, videoclips y series de televisión) han obtenido numerosos galardones, además de recibir en cuatro ocasiones el “Premio Ondas: en 1996 por “Lo + Plus”, en 1997 por “Las noticias del Guiñol”, en 2000 por “Desesperado Club-Social” y en 2001 por “Al salir de clase”.

A sus 53 años, este onubense de Trigueros –“una especie de república independiente emocional”, como le gusta decir–, desprende un entusiasmo contagioso. No se trata de un cándido vitalismo, porque la vida no le ha ahorrado dolorosos trances familiares. Tampoco es la inconsciencia del superficial, que navega sobre un mar de sentimientos efímeros. Ni la ingenuidad de quien piensa que “todo vale“ en la vida… y en el cine.

Para un director de cine, la mirada es esencial, y los inquietos “ojillos” de Antonio parecen querer escudriñarlo todo. Una saludable deformación profesional que en 2011 le facilitó un importante cambio de perspectiva. El reencuentro con un amigo después de 20 años y su participación en la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Madrid, se demostraron decisivos en esa transformación: “Cuando Benedicto XVI, en El Escorial, habló del eclipse de Dios que vive hoy Occidente, me pareció muy profundo: dice mucho en pocas palabras. Sí, un eclipse es una zona de oscuridad… pero esta oscuridad termina, tarde o temprano, y vuelve el sol: el Astro Rey siempre resplandece. Ahí estamos hoy.”

Y el sol volvió a resplandecer para Antonio después de 15 años de sombras: “Me volví a confesar (…) Para mí fue necesario y gratificante. Creo en la oración, que es un regalo, un don, como la fe. Rezo pidiendo luz, gracia, poder distinguir lo que cambiar de lo que no, pidiendo valor y paz para concentrarme allí donde puedo intervenir.

Las consecuencias cinematográficas de esta nueva “visión” de Antonio no se hicieron esperar, y en 2012 nos regaló un magnífico cortometraje titulado “Hay mucha gente buena” (lo puedes ver en este enlace). En 2014 tiene previsto el estreno de la citada “Thomas vive” (abajo tenéis el tráiler), original largometraje que recrea una jornada de ensayo de una compañía de teatro, que representa una obra sobre los últimos días de Santo Tomás Moro.

Y en 2015… No sabemos, pero en más de una oportunidad Antonio ha expresado su admiración por Margherita Lotti (Rita de Casia) y su interés por realizar una adaptación a la época actual de la historia de esta santa italiana. La esperamos porque, como Thomas, también Antonio vive.

domingo, 6 de octubre de 2013

"Gravity": «Nadie me enseñó a rezar»

Juan Jesús de Cózar.- Alfonso Cuarón (México D. F., 1961) es un buen director. Más: es un artista. Y con los artistas ocurre a veces que algunas de sus producciones superan –para bien‑ sus propias intenciones. Como si no pudieran controlar su genio creativo. La última película de Cuarón es un claro ejemplo.

Porque “Gravity” es una vertiginosa Aventura Espacial (sí, con mayúsculas), un poema visual, un alarde técnico –el 3D está plenamente justificado en este caso‑, una intensa experiencia sensorial y una metáfora de la vida. Todo a la vez. Al final de la proyección, cada espectador sacará sus propias conclusiones, que posiblemente no serán convergentes ni coincidirán con las ideas del director.

Partiendo de un sencillo argumento, Alfonso Cuarón y su hijo Jonás firman un guión con un atractivo enfoque antropológico, al subrayar la importancia de las actitudes de los personajes por encima de sus condiciones y sus circunstancias. Al ajustadísimo montaje de poco más de hora y media se suma una espléndida fotografía de Enmanuel Lubezki, que ya mereció el Óscar por su trabajo en “El árbol de la vida” (Terrence Malick, 2010).

Gravity” comienza con un magistral ‑¿aparente?‑ plano secuencia a modo de coreografía, donde el astronauta Matt Kowalski (George Clooney) y la ingeniero médico Ryan Stone (una sorprendente Sandra Bullock) intentan arreglar una avería en la estación espacial. Él es un optimista “empedernido”; ella, un mujer marcada por el dolor de una pérdida. Un accidente los dejará a la deriva en la inmensidad del espacio, donde reina el silencio.

En el libreto de los Cuarón no hay grandes parlamentos, ni introducción de personajes, ni disquisiciones tipo Kubrick. El predominio de lo visual y simbólico es tan apabullante que no tienen reparo en ceder a una cierta convencionalidad emocional. Los temas de fondo sólo se apuntan, pero no dejan de ser interesantes: la belleza de la Creación, el valor de la maternidad, el anhelo de un más allá que colme las ansias de felicidad del ser humano, la generosidad hasta el heroísmo, la necesidad de renacer humana y espiritualmente…“Ni siquiera sé rezar. Nadie me enseñó a hacerlo”, se lamenta la doctora Stone, y su queja suena como aviso a una sociedad materialista.

Gravity” es una película brillante –su candidatura a los Óscars parecería lógica‑, formalmente innovadora, realizada con un gusto exquisito y muy entretenida. Sin resultar muy profunda, consigue insuflar aliento épico en el espectador, al que se advierte que “quien no arriesga, no gana”.