En el post de este lunes citaba un artículo de Juan Manuel de Prada sobre “La Pasión de Cristo” en el que decía: “La película aborda algunos asuntos medulares de la fe católica, como es el vínculo existente entre el sacrificio de la Cruz y el sacrificio de la misa”.
En efecto, el filme de Mel Gibson abunda en pasajes simbólicos que establecen dos claros paralelismos temáticos en el marco de la pasión de Cristo: el paralelismo de la pascua judía con la Última cena, y el del sacrificio del Calvario con el sacrificio de la Misa.
La primera escena que refleja esa analogía temática acontece casi al principio, cuando un joven escapa de Getsemaní soltando su manto (en alusión al joven que escapó arrojando una sábana: Mc 14, 51-52) y llega a la casa donde están pasando la noche la Virgen y María Magdalena. Les anuncia que se han llevado a Jesús, y la Virgen dice: “be-mah nishtanah ha-layla ha-zot mi khol ha-layelot” (“¿En qué se diferencia esta noche de todas las noches?”). Es la única frase en hebreo (no arameo) que se escucha en la cinta, y se trata de una pregunta ritual que siempre se hace en hebreo, aún hoy, en los primeros momentos de la cena pascual. A continuación responde María Magdalena, también en hebrero: “Porque una vez fuimos esclavos, y ahora ya no lo somos”.
Situada la frase en ese momento, como clave de interpretación para todo lo que vendrá, no sólo establece el paralelismo entre la cena pascual judía y la Última cena, sino que es también la proclamación de la unidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Por eso actúa como catalizador del profundo simbolismo que se irá desarrollando entre la cena pascual y la pasión, y entre la pasión y la Última Cena: el lavatorio de los pies, la presentación del pan, la consagración del pan y del vino… Todo ello se entrelaza con pasajes de la crucifixión que refuerzan esa misma analogía. Gibson quiere recordar a la audiencia que en esa Última Cena pascual se anticipó sacramentalmente lo que en plenitud se realizaría poco después en la Cruz.
A partir de ahí, el filme desarrolla abundantes paralelismos que anticipan el sacrificio de la Cruz. Así, Jesús ve a un herrero que golpea las argollas de su inminente tortura y recuerda sus golpes en la madera al tallar una mesa en el taller de Nazaret: una y otra escena difieren en luminosidad (luz y alegría en Nazaret, oscuridad y tristeza en el palacio de Caifás), pero tienen para Él una misma significación: con su trabajo y con su pasión redimió igualmente a todos los hombres.
Otros paralelismos son más explícitos, como el lavatorio de las manos de Pilatos al entregar a Jesús, en contraste con el lavatorio de las manos de Jesús al comienzo de la Pascua. Ambos actúan como preámbulo y preparación de un sacrificio pascual: en la pascua judía, el paso de la esclavitud egipcia a la liberación como pueblo escogido; en la pascua del Gólgota, el paso de la esclavitud del pecado a la liberación como hijos de Dios.
Finalmente, el más claro paralelismo de la cinta se manifiesta en el flash-back de la consagración. Tras ver en el Calvario cómo los soldados clavan a Jesús en la cruz y empiezan a elevar su cuerpo, un montaje paralelo nos retrotrae al momento de la Última Cena en que Jesús eleva el pan y dice: “Tomad y comed todos de él, porque éste es mi cuerpo”. A continuación, volvemos al Gólgota y vemos que de la cruz recién levantada empieza a chorrear la sangre de Cristo, que se derrama sobre el madero. Un nuevo paralelismo nos sitúa en el Cenáculo, cuando el Señor levanta el cáliz y dice aquellas palabras: “Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre… que será derramada por vosotros”.
Por si quedara alguna duda, la muerte de Cristo supone una profunda conmoción en la naturaleza dañada por el pecado –tal y como recogen los Evangelios- y el mismo diablo es herido mortalmente con la propia muerte del Redentor: sus gritos lastimeros se oyen desde lo más profundo del abismo.
La última imagen del filme (un precioso plano-secuencia que recorre la sepultura donde fue enterrado el Señor) termina en un primer plano de Jesús resucitado. Con Él, se disipan las tinieblas que han dominado casi toda la película, y la luz de la Resurrección inunda definitivamente la pantalla. Ha dado comienzo la Nueva Alianza sellada con la sangre de Cristo.
En efecto, el filme de Mel Gibson abunda en pasajes simbólicos que establecen dos claros paralelismos temáticos en el marco de la pasión de Cristo: el paralelismo de la pascua judía con la Última cena, y el del sacrificio del Calvario con el sacrificio de la Misa.
La primera escena que refleja esa analogía temática acontece casi al principio, cuando un joven escapa de Getsemaní soltando su manto (en alusión al joven que escapó arrojando una sábana: Mc 14, 51-52) y llega a la casa donde están pasando la noche la Virgen y María Magdalena. Les anuncia que se han llevado a Jesús, y la Virgen dice: “be-mah nishtanah ha-layla ha-zot mi khol ha-layelot” (“¿En qué se diferencia esta noche de todas las noches?”). Es la única frase en hebreo (no arameo) que se escucha en la cinta, y se trata de una pregunta ritual que siempre se hace en hebreo, aún hoy, en los primeros momentos de la cena pascual. A continuación responde María Magdalena, también en hebrero: “Porque una vez fuimos esclavos, y ahora ya no lo somos”.
Situada la frase en ese momento, como clave de interpretación para todo lo que vendrá, no sólo establece el paralelismo entre la cena pascual judía y la Última cena, sino que es también la proclamación de la unidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Por eso actúa como catalizador del profundo simbolismo que se irá desarrollando entre la cena pascual y la pasión, y entre la pasión y la Última Cena: el lavatorio de los pies, la presentación del pan, la consagración del pan y del vino… Todo ello se entrelaza con pasajes de la crucifixión que refuerzan esa misma analogía. Gibson quiere recordar a la audiencia que en esa Última Cena pascual se anticipó sacramentalmente lo que en plenitud se realizaría poco después en la Cruz.
A partir de ahí, el filme desarrolla abundantes paralelismos que anticipan el sacrificio de la Cruz. Así, Jesús ve a un herrero que golpea las argollas de su inminente tortura y recuerda sus golpes en la madera al tallar una mesa en el taller de Nazaret: una y otra escena difieren en luminosidad (luz y alegría en Nazaret, oscuridad y tristeza en el palacio de Caifás), pero tienen para Él una misma significación: con su trabajo y con su pasión redimió igualmente a todos los hombres.
Otros paralelismos son más explícitos, como el lavatorio de las manos de Pilatos al entregar a Jesús, en contraste con el lavatorio de las manos de Jesús al comienzo de la Pascua. Ambos actúan como preámbulo y preparación de un sacrificio pascual: en la pascua judía, el paso de la esclavitud egipcia a la liberación como pueblo escogido; en la pascua del Gólgota, el paso de la esclavitud del pecado a la liberación como hijos de Dios.
Finalmente, el más claro paralelismo de la cinta se manifiesta en el flash-back de la consagración. Tras ver en el Calvario cómo los soldados clavan a Jesús en la cruz y empiezan a elevar su cuerpo, un montaje paralelo nos retrotrae al momento de la Última Cena en que Jesús eleva el pan y dice: “Tomad y comed todos de él, porque éste es mi cuerpo”. A continuación, volvemos al Gólgota y vemos que de la cruz recién levantada empieza a chorrear la sangre de Cristo, que se derrama sobre el madero. Un nuevo paralelismo nos sitúa en el Cenáculo, cuando el Señor levanta el cáliz y dice aquellas palabras: “Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre… que será derramada por vosotros”.
Por si quedara alguna duda, la muerte de Cristo supone una profunda conmoción en la naturaleza dañada por el pecado –tal y como recogen los Evangelios- y el mismo diablo es herido mortalmente con la propia muerte del Redentor: sus gritos lastimeros se oyen desde lo más profundo del abismo.
La última imagen del filme (un precioso plano-secuencia que recorre la sepultura donde fue enterrado el Señor) termina en un primer plano de Jesús resucitado. Con Él, se disipan las tinieblas que han dominado casi toda la película, y la luz de la Resurrección inunda definitivamente la pantalla. Ha dado comienzo la Nueva Alianza sellada con la sangre de Cristo.
Precioso e ilustrativo lo que expones, también esta vez. (Y eso sin haber visto la película, que veré estos días). Tus comentarios me ayudan a entender -y a vivir- más plenamente el sacrificio de LA SANTA MISA. Gracias por aportarnos esos conocimientos (yo te lo agradezco mucho, porque soy como una esponja, que trata de absorber todo) en temas religiosos que afectan a nuestra vida personal. LOS VALORO INFINITAMENTE.
ResponderEliminarUN ABRAZO. Josefina.
He leido con verdadero interes estas notas del autor, al que agradezco de antemano su esfuerzo.
ResponderEliminarFrente a la crudeza y lo salvaje del Sacrificio de Jesus de Nazaret, nos abre el autor, una ligazon, intima y discreta de los fenomenos, de los acontecimientos, de los Pasos de Jesus, que nos ayudan a dar la 3D a esta pelicula maravillosa...pero me refiero a la dimension trascendental, la autentica... que la cuestión tecnica, que intenta llevar a nuestro animo el infinito amor con el que Dios ha diseñado nuestra Libertad y nuestra Salvación...con que cariño inmenso estan dados estos Pasos Divinos y que bien nos lo ilustra el Director de la pelicula y el Autor de estas lineas precedentes.
Gracias y Feliz Pascua de Resurrección a todos!
El proximo Domingo de Resurreccion es de nuevo Navidad!
Poco más se puede añadir a estos comentarios tan ilustrativos y a la magnífica intepertración de cada uno de los escenarios que transportan al espectador de la película a vivir con intensidad el amargo cruel y terrible sacrificio del Hijo de Dios para salvar a los hombres y que diariamente "rememoramos" en el Santo sacrificio de la Misa.
ResponderEliminarDestacaría también el impresionante diálogo en latín entra Pilatos y Jesús. Pilatos duda y plantea su gran temor ante la Verdad a Jesús, su pregunta "Veritas quid est veritas..." esconde todo un tratado de la gran incertidumbre del hombre ante su propia verdad, su propiaa libertad para decidir, en definitiva ante su propia fe...espléndidas escenas junto al sufrimiento y a la generosidad de su propia esposa Claudia con la Virgen
El personaje de Claudia Procla es, como dices, Jorge, una de las grandes aportaciones de este película. Convertida en secreto al cristianismo, según suponen algunas tradiciones (aunque su esposo Pilatos conocería su condición) aparece aquí como ejemplo de piedad. Primero pide a si marido que no se comprometa en la condenación de ese justo, por el que ha pasado la noche en vela. Después le vemos en esa escena maravillosa en que ofrece unos paños blancos a la Virgen y a María Magdalena para que puedan recoger la preciosa Sangre de Cristo.
ResponderEliminarUn maravilloso ejemplo de Fe y de Piedad cristianas.
Bueno, pues no me va a quedar mas remedio que ver la pelicula,... y eso que me habia resistido siempre por el exceso de sangre que considero innecesario para narrar una historia.
ResponderEliminarGracias por los comentarios, muy ilustrativos como siempre.
ES LA MEJOR PELICULA DE JESUS QUE HE VISTO, Y ESTOY DE ACUERDO CON SUS COMENTARIOS. MEL GIBSON SE BASA EN LA ULTIMA CENA Y LA PASIÓN DE NUESTRO SENOR. "HAGAN ESTO EN MEMORIA MIA" DICE JESUS EN LA ULTIMA CENA, YA NO SE CELEBRARÁ LA PASCUA EN MEMORIA DE LA LIBERACIÓN DEL PUEBLO DE LA ESCLAVITUD EGIPCIA, AHORA SE CELEBRA LA MISA CONMEMORANDO NUESTRA SALVACIÓN Y REDENCIÓN. CRISTO HA MUERTO EN LA CRUZ, POR TI Y POR MI Y SE HA QUEDADO CON NOSOTROS COMO ALIMENTO ESPIRITUAL EN LA EUCARISTÍA, O SEA, EN LA MISA.
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