Abundando en la figura de Tomás Moro, de quien hablé en el post del lunes pasado, quiero subrayar otros dos aspectos que recoge muy bien la película “Un hombre para la eternidad” (1966), de Fred Zinnemann. El primero de ellos es su absoluta honestidad en el cargo como juez. Su fe cristiana le impulsaba a amar la justicia por encima de todo, y por eso afinaba hasta en los menores detalles. Sabía descubrir cualquier pequeño obsequio que pudiera oler a prebenda, y rechazaba con firmeza todo regalo que llegara de las partes en litigio (Eso en una época donde la corrupción era una moneda de pago demasiado extendida).
Quizás por eso, me gusta especialmente esta breve secuencia del filme que he mencionado. Al salir de su encuentro con el Cardenal Wolsey (Orson Welles), por entonces Lord Canciller, le asaltan muchos con diversos asuntos en litigio. Moro escucha a todos y sabe descubrir la ofrenda interesada que pueda “endulzar su juicio”. Pero, en vez de rechazar airado al sujeto en cuestión, le asegura que hará justicia a su hija con la misma benevolencia ¡y la misma celeridad! que si se tratase de su propia hija.
Otro aspecto que refleja el filme es su profunda coherencia con la Fe católica. A pesar de lo mucho que quiere a su hija Margaret, no puede consentir que se case con un luterano (Will). En esta escena, cuando vuelve a casa de madrugada tras una reunión en la Corte, se encuentra a la joven pareja en el salón de su propia casa. No se enfada porque se hayan quedado hasta tan tarde, y hasta se apresta al diálogo cuando está absolutamente rendido. Por eso sabe rechazar con firmeza la herejía, manteniendo íntegro su amor por la persona. No prejuzga ni etiqueta.
Cuando Will se revuelve con recelo, pensando que la oposición al matrimonio es por su familia, le dice con dulzura y un deje de humor: “No tengo nada contra tu familia, ni contra ti tampoco…, salvo que necesitas un reloj”. Y ante la ferviente defensa de la Fe luterana, le dice con la ironía propia de gran humanista: “Escucha, Will. Hace dos años eras un apasionado católico. Ahora eres un apasionado luterano. Esperemos que cuando tu cabeza deje de dar vueltas tu cara se quede mirando al frente”. Pero no termina ahí la escena: le pregunta si tiene un caballo para volver a su casa, y al saber que no, le ofrece uno de sus caballerizas; además, deja una puerta abierta para que pueda seguir viendo a su hija. Firmeza en lo que no puede transigir, dulzura en todo lo demás.
Quizás por eso, me gusta especialmente esta breve secuencia del filme que he mencionado. Al salir de su encuentro con el Cardenal Wolsey (Orson Welles), por entonces Lord Canciller, le asaltan muchos con diversos asuntos en litigio. Moro escucha a todos y sabe descubrir la ofrenda interesada que pueda “endulzar su juicio”. Pero, en vez de rechazar airado al sujeto en cuestión, le asegura que hará justicia a su hija con la misma benevolencia ¡y la misma celeridad! que si se tratase de su propia hija.
Otro aspecto que refleja el filme es su profunda coherencia con la Fe católica. A pesar de lo mucho que quiere a su hija Margaret, no puede consentir que se case con un luterano (Will). En esta escena, cuando vuelve a casa de madrugada tras una reunión en la Corte, se encuentra a la joven pareja en el salón de su propia casa. No se enfada porque se hayan quedado hasta tan tarde, y hasta se apresta al diálogo cuando está absolutamente rendido. Por eso sabe rechazar con firmeza la herejía, manteniendo íntegro su amor por la persona. No prejuzga ni etiqueta.
Cuando Will se revuelve con recelo, pensando que la oposición al matrimonio es por su familia, le dice con dulzura y un deje de humor: “No tengo nada contra tu familia, ni contra ti tampoco…, salvo que necesitas un reloj”. Y ante la ferviente defensa de la Fe luterana, le dice con la ironía propia de gran humanista: “Escucha, Will. Hace dos años eras un apasionado católico. Ahora eres un apasionado luterano. Esperemos que cuando tu cabeza deje de dar vueltas tu cara se quede mirando al frente”. Pero no termina ahí la escena: le pregunta si tiene un caballo para volver a su casa, y al saber que no, le ofrece uno de sus caballerizas; además, deja una puerta abierta para que pueda seguir viendo a su hija. Firmeza en lo que no puede transigir, dulzura en todo lo demás.
Ya he visto la película "Un hombre para la eternidad " ¡Me ha gustado mucho!, hasta el punto de que, si Dios quiere y no surgen imprevistos, la veré en mi casa con unas amigas el martes próximo. Las he invitado a merendar, y así podremos verla con tranquilidad y hablar sobre ella.
ResponderEliminarPor mi parte, volveré a repasar las tres escenas que nos has ofrecido en el Blog sobre la película, para poder hablar después sobre ellas. Me gusta tener respuestas claras sobre lo que plantean las películas, y sobre su contenido.
Un saludo. Josefina.
La película tiene muchos momentos decisivos. Os sugiero, como pauta para el cine-forum, estudiar el retrato de cada uno de los personajes (los principales) y su relación con el protagonista: Tomás Moro, Enrique VIII, Cromwell, Richard, la mujer y la hija de Moro.
ResponderEliminarHacer eso es la mejor lección de historia y de cómo compatibilizar Fe y Vida política coherente.
Un saludo.
Reconozco que con esta peli me has tocado el alma. Es una de mis favoritas.
ResponderEliminarMe gustaría destacar la genial banda sonora de George Delerue que considero que está a la altura de los acontecimientos que se narran en la historia.
También me gustaría destacar dos momentos clave, a mi modo de ver:
Uno el comienzo cuando el mensajero lleva la carta a Tomás Moro (alguien me dijo que es el propio Zinnemann).
El otro, al final en el juicio cuando a uno de los testigos se le ha ofrecido el puesto de fiscal general de Gales y Tomás le dice : "de qué le vale al hombre ganar el mundo si al final pierde su alma,pero... si es por Gales..."
Me alegro, Jotrge, de que esta peli sea una de tus favoritas. También está en mi lista de oro. Por eso escribí lo que escribí en la selección de "Las 100 películas más inspiradoras de todos los tiempos" (http://spedr.com/1t0u9 y http://spedr.com/2yvsd). Me parece una grave omisión que no estuviera incluida en ese listado.
ResponderEliminarCoincido contigo: la banda sonora es clave para la ambientación histórica del filme. Y, desde luego, la frase "pero en fin... ¡si es por Gales!" pasa por ser una de las más famosas de la cinta y de las más conocidas del Séptimo Arte.
Gracias por tus aportaciones, y que sigamos leyendo tus comentarios durante mucho tiempo. Es decir: que sean todo lo frecuentes que puedas. lo agradeceremos.