Con 16 y 17 años, en España se puede abortar incluso sin necesidad de informar a los padres, pero, en cambio, el Gobierno no permite a esas edades ver el documental "Blood Money" (ver su web: www.bloodmoneylapelicula.com) que explica los efectos del aborto en la mujer y su entramado empresarial: para ver este documental (que no usa imágenes sangrientas ni truculentas) hay que tener -según el Gobierno- 18 años.
El Gobierno quiere evitar algo que resultaría fatal para la "normalización" del aborto: que decenas de miles, quizá cientos de miles de jóvenes en institutos vean este documental en la clase de ética, filosofía o religión. Por eso, los mismos que reparten folletos y cursos sobre masturbación y homosexualidad a los alumnos de 10 y 12 años califican "para mayores de 18 años" este reportaje.
El presidente del Foro de la Familia, Benigno Blanco, ha denunciado este absurdo (16 años para abortar, 18 para ver documentales sobre aborto). Para Blanco, sólo se entiende esta actitud "si se presupone que al Gobierno le interesa que se aborte mucho y a ciegas". "Parece que para el Ejecutivo en materia de aborto, cuanta menos información haya, más 'libre' es la decisión de abortar". Asimismo, ha explicado que la película "tan sólo se limita a recoger testimonios de personas que han abortado, que han practicado abortos o que se han librado de esa tentación en circunstancias difíciles".
Blanco ha señalado también que el Gobierno está utilizando "el mismo criterio" que empleó con aquellas comunidades autónomas que ofrecían información sobre el desarrollo fetal. Muchos defensores del aborto, explica Blanco, "pusieron el grito en el cielo aduciendo que esa información cercenaba la libertad de abortar". En resumen: según los abortistas, no debe circular la información: ni hay que mostrar a la mujer la ecografía de su feto o su imagen en la pantalla, ni hay que explicarle las fases de su desarrollo, ni los efectos secundarios del aborto, ni darle datos sobre alternativas al aborto ni ayudas privadas para sacar adelante su embarazo. Información: la menos posible, es el mantra del negocio.
Como en la mafia: conocemos la industria por sus arrepentidos
Si hay un sector opaco, ése es el del aborto. Ya lo era antes del caso Morín y lo es más con la ley actual, la aprobada por el Gobierno socialista a instancias de la patronal cuando ésta descubrió que la opacidad no era tan grande como necesitaban. La ley actual nace de los escándalos de Ginemedex que tuvieron 3 fases: 1) los reportajes con periodista infiltrada y cámara oculta de The Sunday Telegraph que grabaron los trámites previos y la realización de un aborto en una clínica española. 2) El reportaje de la Televisión Pública Danesa, emitido en media Europa, presentando a Barcelona como el paraíso del aborto: coladero sin causas ni límites de tiempo. 3) El juicio del caso Morín: una persona ligada a la empresa, desde dentro, pasó documentación y testimonio al juzgado, a cambio de gozar de la categoría de testigo protegido: como en la mafia.
En el caso Morín se juntaron los dos elementos que ponen nerviosos a los empresarios abortistas: "chivatos" o arrepentidos, que hablan de lo vivido dentro, e imágenes que circularon en una cultura audiovisual (especialmente el documental danés).
"Blood Money", el documental de David Kyle, narrado por la doctora Alveda King, sobrina de Martin Luther King, se basa en parte en el libro "Blood Money" de 1992 de Carol Everett, una ex dueña de clínica abortista. Everett es una de los protagonistas del documental, una abortista arrepentida, y explica los entresijos de la industria del aborto y su búsqueda incesante de más clientas y más dinero, siempre recortando en gastos y recurriendo a la mentira para hacer crecer la clientela.
Cámaras y arrepentidos, y vídeos donde se cuenta cómo funciona la industria del aborto: eso es lo que las clínicas temen. Pero en la era de Internet, los ultrasonidos y la comunicación, cada vez más la gente va a entender en qué consiste el aborto y el negocio subyacente: si la gran prensa lo silencia, no lo harán los digitales ni Internet.
Vía: Forum Libertas
El Gobierno quiere evitar algo que resultaría fatal para la "normalización" del aborto: que decenas de miles, quizá cientos de miles de jóvenes en institutos vean este documental en la clase de ética, filosofía o religión. Por eso, los mismos que reparten folletos y cursos sobre masturbación y homosexualidad a los alumnos de 10 y 12 años califican "para mayores de 18 años" este reportaje.
El presidente del Foro de la Familia, Benigno Blanco, ha denunciado este absurdo (16 años para abortar, 18 para ver documentales sobre aborto). Para Blanco, sólo se entiende esta actitud "si se presupone que al Gobierno le interesa que se aborte mucho y a ciegas". "Parece que para el Ejecutivo en materia de aborto, cuanta menos información haya, más 'libre' es la decisión de abortar". Asimismo, ha explicado que la película "tan sólo se limita a recoger testimonios de personas que han abortado, que han practicado abortos o que se han librado de esa tentación en circunstancias difíciles".
Blanco ha señalado también que el Gobierno está utilizando "el mismo criterio" que empleó con aquellas comunidades autónomas que ofrecían información sobre el desarrollo fetal. Muchos defensores del aborto, explica Blanco, "pusieron el grito en el cielo aduciendo que esa información cercenaba la libertad de abortar". En resumen: según los abortistas, no debe circular la información: ni hay que mostrar a la mujer la ecografía de su feto o su imagen en la pantalla, ni hay que explicarle las fases de su desarrollo, ni los efectos secundarios del aborto, ni darle datos sobre alternativas al aborto ni ayudas privadas para sacar adelante su embarazo. Información: la menos posible, es el mantra del negocio.
Como en la mafia: conocemos la industria por sus arrepentidos
Si hay un sector opaco, ése es el del aborto. Ya lo era antes del caso Morín y lo es más con la ley actual, la aprobada por el Gobierno socialista a instancias de la patronal cuando ésta descubrió que la opacidad no era tan grande como necesitaban. La ley actual nace de los escándalos de Ginemedex que tuvieron 3 fases: 1) los reportajes con periodista infiltrada y cámara oculta de The Sunday Telegraph que grabaron los trámites previos y la realización de un aborto en una clínica española. 2) El reportaje de la Televisión Pública Danesa, emitido en media Europa, presentando a Barcelona como el paraíso del aborto: coladero sin causas ni límites de tiempo. 3) El juicio del caso Morín: una persona ligada a la empresa, desde dentro, pasó documentación y testimonio al juzgado, a cambio de gozar de la categoría de testigo protegido: como en la mafia.
En el caso Morín se juntaron los dos elementos que ponen nerviosos a los empresarios abortistas: "chivatos" o arrepentidos, que hablan de lo vivido dentro, e imágenes que circularon en una cultura audiovisual (especialmente el documental danés).
"Blood Money", el documental de David Kyle, narrado por la doctora Alveda King, sobrina de Martin Luther King, se basa en parte en el libro "Blood Money" de 1992 de Carol Everett, una ex dueña de clínica abortista. Everett es una de los protagonistas del documental, una abortista arrepentida, y explica los entresijos de la industria del aborto y su búsqueda incesante de más clientas y más dinero, siempre recortando en gastos y recurriendo a la mentira para hacer crecer la clientela.
Cámaras y arrepentidos, y vídeos donde se cuenta cómo funciona la industria del aborto: eso es lo que las clínicas temen. Pero en la era de Internet, los ultrasonidos y la comunicación, cada vez más la gente va a entender en qué consiste el aborto y el negocio subyacente: si la gran prensa lo silencia, no lo harán los digitales ni Internet.
Vía: Forum Libertas
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