Con el empeño que ponen algunos políticos en hacer desaparecer las cruces de los lugares públicos, resulta paradójico que se haya puesto de moda lucir en la muñeca una “pulsera decenario” (también denominada Rosario). Es interesante la reflexión que hace Álvaro Lucas en Aceprensa y que reproduzco aquí.
La intolerancia religiosa o la renuncia activa a las propias raíces culturales y espirituales habituales en democracias saturadas por lo políticamente correcto se ven desmontadas muchas veces por los propios cauces que ellas mismas utilizan para lograr sus propósitos. Es el caso de la moda. En concreto, por novedades que tratan de hacerse un hueco en el mundo de los complementos asequibles al gran público.
Todo empezó cuando Rocío y Tamara, dos jóvenes estudiantes madrileñas de Admnistración de Empresas en CUNEF descubrieron en Montserrate, lugar de peregrinación religiosa situado en Bogotá, de las pulseras más sencillas que se vendían allí: “rosarios hechos a mano, símbolo religioso formado por 10 nudos y una cruz, utilizados para rezar los pasos de un misterio”. Compraron todas las que pudieron y comenzaron a regalarlas al llegar a España. Ambas se quedaron sorprendidas del éxito de aquella “pulsera”, hasta el punto de que decidieron volver a Bogotá a comprar más e incluso dieron con la persona que las elaboraba a mano para encargarle que las hiciera de colores más alegres: rojas, azules, verdes, amarillas.
Las dos jóvenes creadoras cuentan en su página web (http://www.awaking.es/) el papel estelar que desempeñó su amiga periodista Sara Carbonero cuando en sus continuas apariciones en televisión, con motivo de la celebración del Mundial de Fútbol en Sudáfrica, lució varias de las “pulseras decenarios” en su muñeca.
“Lo que empezó siendo un hobby –confiesan– se ha convertido en la oportunidad de nuestras vidas”. Seguramente también, aunque sin saberlo, en un ejemplo gráfico de una de las mayores paradojas de la sociedad moderna. Lo que la política trata de expulsar del ámbito público la moda lo recupera y recicla convirtiéndolo en “el complemento fetiche del año” que se anuncia a doble página en periódicos de gran tirada.
La intolerancia religiosa o la renuncia activa a las propias raíces culturales y espirituales habituales en democracias saturadas por lo políticamente correcto se ven desmontadas muchas veces por los propios cauces que ellas mismas utilizan para lograr sus propósitos. Es el caso de la moda. En concreto, por novedades que tratan de hacerse un hueco en el mundo de los complementos asequibles al gran público.
Todo empezó cuando Rocío y Tamara, dos jóvenes estudiantes madrileñas de Admnistración de Empresas en CUNEF descubrieron en Montserrate, lugar de peregrinación religiosa situado en Bogotá, de las pulseras más sencillas que se vendían allí: “rosarios hechos a mano, símbolo religioso formado por 10 nudos y una cruz, utilizados para rezar los pasos de un misterio”. Compraron todas las que pudieron y comenzaron a regalarlas al llegar a España. Ambas se quedaron sorprendidas del éxito de aquella “pulsera”, hasta el punto de que decidieron volver a Bogotá a comprar más e incluso dieron con la persona que las elaboraba a mano para encargarle que las hiciera de colores más alegres: rojas, azules, verdes, amarillas.
Las dos jóvenes creadoras cuentan en su página web (http://www.awaking.es/) el papel estelar que desempeñó su amiga periodista Sara Carbonero cuando en sus continuas apariciones en televisión, con motivo de la celebración del Mundial de Fútbol en Sudáfrica, lució varias de las “pulseras decenarios” en su muñeca.
“Lo que empezó siendo un hobby –confiesan– se ha convertido en la oportunidad de nuestras vidas”. Seguramente también, aunque sin saberlo, en un ejemplo gráfico de una de las mayores paradojas de la sociedad moderna. Lo que la política trata de expulsar del ámbito público la moda lo recupera y recicla convirtiéndolo en “el complemento fetiche del año” que se anuncia a doble página en periódicos de gran tirada.
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