The Confession es un ambicioso drama de acción en formato webserie creado por Chris Young y Kiefer Sutherland. Y esto no es usual, porque, hasta hace poco, las series para Internet eran territorio amateur, y su género estrella la comedia, más ligera y fácil de seguir en el móvil.
La propuesta partió de Young, presidente ejecutivo de Digital Broadcasting Group, un convencido del futuro de Internet y de su capacidad para generar negocio. Sutherland no estaba muy seguro de cómo hacer drama por entregas de seis minutos, pero no cejó hasta dar con una idea, sencilla pero brillante.
El cura y el sicario
Bastarían el exiguo espacio de un confesonario, dos buenos actores –John Hurt y el propio Sutherland, que tras 24 hacía tiempo para la segunda temporada de Touch–, en los papeles de sacerdote y penitente. Y una historia poderosa, equilibrada aunque recurriese a ese rebuscamiento en los conflictos que está a la orden del día en buena parte de las series contemporáneas. Los productores recurrieron al guionista Brad Mirman, que además de escribir se haría cargo de la dirección.
Un asesino a sueldo acude a una iglesia para plantear a un sacerdote sus dudas sobre el origen del mal en el hombre. En la conversación, le obliga a responder a sus preguntas y a conocer los detalles de su vida que le han conducido a desarrollar una personalidad fría y despiadada. No hay en él arrepentimiento alguno. Esa misma noche tiene que cometer otro asesinato: el sacerdote descubre que la vida de aquel hombre depende de que sus respuestas sean convincentes y sinceras. (Antes de seguir, mira el trailer).
The Confession gira en torno a la paternidad. Y aborda realidades antropológicas profundas: el dolor, el odio, la venganza, el origen del mal en el ser humano, el sincero arrepentimiento, la justicia divina, la libertad humana, la repercusión de los actos, la justificación por la gracia y por las obras, etc.
Trata sobre la mala conducta de un padre como realidad existencial en el hijo, y pone el dedo en la llaga de cuestiones obvias pero muchas veces silenciadas: los hijos necesitan un padre y los padres no pueden abdicar de su condición y responsabilidad; los hijos tienen en sus padres el principal referente sobre el ser humano, y de ellos aprenden el valor de la vida, el modo de relacionarse con los demás y de entender el mundo.
Una nueva ventana para la series
Conjugar temas de tal calado con la tensión dramática es todo un logro. El 70% de la serie son las conversaciones en el confesonario, únicamente interrumpidas por flashbacks del asesino a sueldo en acción y por alguna salida incidental a la nave de la iglesia. Y como thriller funciona, ¡vaya si funciona!
Para lograrlo, Young y Sutherland no han tratado la webserie como un subproducto sino como cualquier otra ficción seriada, con presupuesto adecuado, valores de producción y buen reparto. A nivel fotográfico, está hábilmente planificada e iluminada. Se han cuidado los escenarios y el montaje combina sabiamente la intimidad de los primeros planos en el confesonario con los planos generales de acción de los flashbacks, algunos de los cuales –los más significativos para la historia– cierran episodio. La música de Sean Callery (compositor de 24 y de varios episodios de Homeland) apoya y refuerza el tono de la serie, aunando con acierto el thriller con la dimensión espiritual, a través de voces blancas, que sugieren la inocencia perdida.
Tras emitirse en la plataforma gratuita Hulu en 2011, fue comprada en 2012 por el canal internacional de televisión digital AXN (se puede ver en www.axn.es). Ganó el premio Webby –conocido como el Oscar de Internet– a la mejor serie dramática ese mismo año.
Parte de la fuerza de la serie se la debemos a Kiefer Sutherland y a John Hurt, sobre todo a este último, cuyo registro dramático es muy amplio y rico: ofrece un brillante arco de transformación de su personaje sacerdotal, además de asumir la focalización. El arco del sicario es mínimo, pero es el motor de la acción y el narrador de la historia, aunque conforme avanza la conversación sobre su pasado aumenta nuestra empatía hacia él.
Muchos estudios psicológicos incluyen en el perfil de los sicarios haber trabajado profesionalmente como policía o militar. Brad Mirman y Kiefer Sutherland han tenido la perspicacia de construir el personaje del asesino a partir del famoso Jack Bauer, agente federal y buen padre de familia, protagonista de la muy popular 24. De este modo, el sicario es alguien conocido, algo así como el reverso de Jack. Además, The Confession desarrolla su acción en tiempo real, del mismo modo que en la serie 24 (Cristina Abad, Aceprensa).
La propuesta partió de Young, presidente ejecutivo de Digital Broadcasting Group, un convencido del futuro de Internet y de su capacidad para generar negocio. Sutherland no estaba muy seguro de cómo hacer drama por entregas de seis minutos, pero no cejó hasta dar con una idea, sencilla pero brillante.
El cura y el sicario
Bastarían el exiguo espacio de un confesonario, dos buenos actores –John Hurt y el propio Sutherland, que tras 24 hacía tiempo para la segunda temporada de Touch–, en los papeles de sacerdote y penitente. Y una historia poderosa, equilibrada aunque recurriese a ese rebuscamiento en los conflictos que está a la orden del día en buena parte de las series contemporáneas. Los productores recurrieron al guionista Brad Mirman, que además de escribir se haría cargo de la dirección.
Un asesino a sueldo acude a una iglesia para plantear a un sacerdote sus dudas sobre el origen del mal en el hombre. En la conversación, le obliga a responder a sus preguntas y a conocer los detalles de su vida que le han conducido a desarrollar una personalidad fría y despiadada. No hay en él arrepentimiento alguno. Esa misma noche tiene que cometer otro asesinato: el sacerdote descubre que la vida de aquel hombre depende de que sus respuestas sean convincentes y sinceras. (Antes de seguir, mira el trailer).
The Confession gira en torno a la paternidad. Y aborda realidades antropológicas profundas: el dolor, el odio, la venganza, el origen del mal en el ser humano, el sincero arrepentimiento, la justicia divina, la libertad humana, la repercusión de los actos, la justificación por la gracia y por las obras, etc.
Trata sobre la mala conducta de un padre como realidad existencial en el hijo, y pone el dedo en la llaga de cuestiones obvias pero muchas veces silenciadas: los hijos necesitan un padre y los padres no pueden abdicar de su condición y responsabilidad; los hijos tienen en sus padres el principal referente sobre el ser humano, y de ellos aprenden el valor de la vida, el modo de relacionarse con los demás y de entender el mundo.
Una nueva ventana para la series
Conjugar temas de tal calado con la tensión dramática es todo un logro. El 70% de la serie son las conversaciones en el confesonario, únicamente interrumpidas por flashbacks del asesino a sueldo en acción y por alguna salida incidental a la nave de la iglesia. Y como thriller funciona, ¡vaya si funciona!
Para lograrlo, Young y Sutherland no han tratado la webserie como un subproducto sino como cualquier otra ficción seriada, con presupuesto adecuado, valores de producción y buen reparto. A nivel fotográfico, está hábilmente planificada e iluminada. Se han cuidado los escenarios y el montaje combina sabiamente la intimidad de los primeros planos en el confesonario con los planos generales de acción de los flashbacks, algunos de los cuales –los más significativos para la historia– cierran episodio. La música de Sean Callery (compositor de 24 y de varios episodios de Homeland) apoya y refuerza el tono de la serie, aunando con acierto el thriller con la dimensión espiritual, a través de voces blancas, que sugieren la inocencia perdida.
Tras emitirse en la plataforma gratuita Hulu en 2011, fue comprada en 2012 por el canal internacional de televisión digital AXN (se puede ver en www.axn.es). Ganó el premio Webby –conocido como el Oscar de Internet– a la mejor serie dramática ese mismo año.
Parte de la fuerza de la serie se la debemos a Kiefer Sutherland y a John Hurt, sobre todo a este último, cuyo registro dramático es muy amplio y rico: ofrece un brillante arco de transformación de su personaje sacerdotal, además de asumir la focalización. El arco del sicario es mínimo, pero es el motor de la acción y el narrador de la historia, aunque conforme avanza la conversación sobre su pasado aumenta nuestra empatía hacia él.
Muchos estudios psicológicos incluyen en el perfil de los sicarios haber trabajado profesionalmente como policía o militar. Brad Mirman y Kiefer Sutherland han tenido la perspicacia de construir el personaje del asesino a partir del famoso Jack Bauer, agente federal y buen padre de familia, protagonista de la muy popular 24. De este modo, el sicario es alguien conocido, algo así como el reverso de Jack. Además, The Confession desarrolla su acción en tiempo real, del mismo modo que en la serie 24 (Cristina Abad, Aceprensa).
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