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domingo, 2 de marzo de 2014

La historia real de la mujer que inspiró el filme "Up"


(Juan Jesús de Cózar).- Se llamaba Edith Macefield y nació en Oregon en 1921. Todavía muy joven aprendió francés y alemán y se trasladó a Inglaterra. Contaba de sí misma que había sido espía británica en Alemania, que había escapado del campo de concentración de Dachau y que aprendió a tocar el clarinete gracias a su primo, el legendario músico de jazz Benny Goodman.

Al acabar la Segunda Guerra Mundial permaneció en Inglaterra atendiendo a huérfanos de guerra. Se hizo experta en ópera, y fan de Sinatra y de la Garbo. Su vida seguía siendo divertida y alocada, hasta que en 1965 su madre enfermó gravemente y ella regresó a los Estados Unidos para atenderla. Su madre vivía en una casa de Seattle, y allí murió, pocos años después. Para conservar su recuerdo, ella decidió echar raíces y quedarse allí. Para siempre.

Pensando en su madre, en 1994 escribió y editó con pseudónimo una novela de 1.138 páginas, titulada Where Yesterday Began. En su introducción se podía leer: “Esta historia es para todos aquellos que alguna vez han amado verdaderamente, profundamente, irrevocablemente, incluso en medio de un desastre. Para algunos, el amor simplemente muere y cada uno sigue su camino. Pero para unos pocos, el amor es tan duradero como el tiempo, a pesar de las imposibilidades, la separación, la segura soledad”.

Y aquí empieza nuestra historia...

A principios de 2006, cuando ella tenía 85 años, un tal Barry Martin se incorporó a su nuevo trabajo como jefe de obra para la construcción de un lujoso centro comercial en la ciudad de Seattle. Los promotores habían logrado comprar todas las parcelas, excepto la casa de Edith. Por tanto, la primera misión de Barry fue convencer a la anciana para que la vendiera. Pensó que la vía diplomática sería la mejor: “Buenos días señora Macefield –comenzó Barry–, sólo venía a decirle que hoy vamos a hacer mucho ruido. Si tiene cualquier problema, este es mi teléfono”. Edith aceptó el ofrecimiento y pocos días después llamó a Barry para pedirle… que la llevara a la peluquería. “Ya no puedo conducir mi viejo Chevrolet Cavalier”, se excusó Edith. Aquello fue el comienzo de una gran amistad.

Cuando Barry le preguntó por qué no quería vender su casa, a pesar de que le ofrecían un millón de dólares y una vivienda en otro barrio de Seattle, Edith le contestó: “Yo no quiero mudarme. No necesito el dinero. El dinero no significa nada para mí. Esta es mi casa. Mi madre murió aquí, en este mismo sofá. Regresé a Estados Unidos desde Inglaterra para cuidar de ella. Me hizo prometer que la iba a dejar morir en casa y no en una residencia. Cumplí mi promesa y es aquí donde quiero morir, en mi propia casa, en este sofá”.

La historia de Edith y de su rechazo de la suculenta oferta apareció en la prensa y llegó a oídos de los responsables de la productora Pixar. La consecuencia fue “Up”, una maravillosa historia de amor en la que un hombre decide honrar la memoria de su esposa salvando la casa en la que vivieron tantos años de felicidad. La película se estrenó en 2009, pero Edith no pudo verla porque un cáncer de páncreas acabó con su vida el 15 de junio de 2008. Barry cuidó de ella hasta el final.

¿Y qué pasó con la casa? Pues que la heredó Barry y que, en lugar de ofrecerla a sus antiguos jefes, decidió mantener la memoria de su valiente amiga y venderla a una persona que se comprometiera a conservarla como Edith la dejó. Así lo hizo, y aquí puedes ver una fotografía con los globos de “Up” junto a un fotograma del filme. Abajo tenéis también el trailer.

Es una bella historia, ¿no os parece?



domingo, 28 de julio de 2013

Betania, con Marta y María: la escena doméstica de Jesús

Mañana, 29 de julio, es la fiesta de Santa Marta, patrona de la hostelería y de las tareas domésticas: pues ella acogió con cariño al Señor en su casa de Betania y le preparó comida, alojamiento y descanso; hogar, en una palabra. Sin duda, Betania es, de todos los lugares del Evangelio, el más entrañable para Jesús: en la casa de Marta, María y Lázaro, se sentía muy querido. Yo tuve la suerte de estar en Betania, en el verano de 2009, y visité la iglesia que hoy se levanta sobre la casa de esos tres hermanos: los amigos de Jesús.

También visité la tumba de Lázaro (ver foto más abajo), y recordé aquella escena en que el Señor derrama lágrimas por su amigo fallecido y consuela a Marta y María, que están profundamente consternadas. Sólo en Jesús encuentran alivio para su pena.

Estuve en esa casa precisamente un 29 de julio, el de 2009. En honor a Santa Marta, los franciscanos que guardan ese lugar obsequiaron ese día a los peregrinos con un generoso desayuno. También nos dieron una estampa con una oración a Santa Marta, que me hizo pensar en mi madre y en quienes llevan las tareas domésticas en todo el mundo:

Oh, Santa Marta dichosa, que tantas veces tuviste el honor y la alegría de hospedar a Jesús en el seno de tu familia, de prestarle personalmente tus servicios domésticos; tú, que juntamente con tus hermanos Lázaro y María, gozaste de su divina conversación, ruega por mí y por mi familia, para que en ella se conserve siempre la paz y el mutuo amor; que todos mis hijos vivan en la observancia de la Ley de Dios, y que sólo Dios reine en nuestro hogar. Libra a mi familia de toda desgracia espiritual o temporal, y concédeme la dicha de verlos unidos, en el cariño y en la sonrisa, bajo la mirada paternal de Dios; para volver a verles reunidos en el Cielo, y no separarnos nunca jamás”.

La película que mejor ha reflejado la vida familiar en Betania es, sin duda, “El hombre que hacía milagros”. En esa casa somos testigos del trato afectuoso del Maestro con cada uno. Primero, tiene lugar el encuentro con Lázaro, sellado con un gran abrazo y con una dulce exclamación: “¡Marta y María! Estoy deseando verlas”. A continuación, vemos que han preparado una pequeña fiesta para recibirle y, ya de noche, ríen alegremente durante la cena: es un momento de afecto y de intimidad. De repente, Lázaro interroga a su amigo: “No lo entiendo. Cuando murió José, te legó un buen juego de herramientas, un taller y buenos contactos en las grandes ciudades…”. Jesús le ve venir e intenta zanjar la cuestión: “Lázaro, debo ocuparme de una nueva obra”. Y María, sentada a sus pies, parece intuir lo que ha dicho sólo con medias palabras: “¿A eso te refieres cuando hablas del Reino?. El Maestro la mira con ternura y le sonríe: porque ha sabido descubrir su misión redentora.

Viene entonces la famosa queja de Marta, y el dulce reproche de Jesús: “Marta, Marta, te afanas y te preocupas por muchas cosas. Una sola cosa es necesaria…”. Momento sublime, con una sabia puesta en escena y una recreación fantástica. Aquí el cine ha sabido captar la magia de un pasaje evangélico y convertirla en una imagen cargada de emoción. Por favor, me gustaría que vierais ese breve momento (1’37”) y me dejarais un comentario personal. Así sabré si también a vosotros esta escena os dice tantas cosas de sabor familiar...

domingo, 11 de noviembre de 2012

La escena de Betania: elogio de las tareas domésticas

Betania es, de todos los lugares que menciona el Evangelio, el más entrañable para el Señor: en la casa de Marta, María y Lázaro, Jesús se sentía particularmente querido. Allí solía descansar, de vez en cuando, camino de Jerusalén. Yo tuve la suerte de estar allí, en el verano de 2009, y visité la iglesia que hoy se levanta sobre la casa que habitaron esos tres hermanos: los grandes amigos de Cristo.

También visité la tumba de Lázaro, y recordé aquella escena en que Jesús derrama lágrimas por su amigo fallecido y consuela a Marta y María, que están profundamente consternadas. Sólo en Jesús encuentran alivio para su pena.

Estuve precisamente el 29 de julio, fiesta de Santa Marta, quien –por haber acogido al Señor en su casa y haberle preparado la comida y el descanso- es hoy el gran ejemplo cristiano de hospitalidad: es la patrona de la hostelería y también de las tareas domésticas. En honor a ellas, los franciscanos que guardan ese lugar santo nos obsequiaron con un generoso desayuno. También nos dieron una estampa con una oración a Santa Marta, que me emocionó:

Oh, Santa Marta dichosa, que tantas veces tuviste el honor y la alegría de hospedar a Jesús en el seno de tu familia, de prestarle personalmente tus servicios domésticos; tú, que juntamente con tus hermanos Lázaro y María, gozaste de su divina conversación, ruega por mí y por mi familia, para que en ella se conserve siempre la paz y el mutuo amor; que todos mis hijos vivan en la observancia de la Ley de Dios, y que sólo Dios reine en nuestro hogar. Libra a mi familia de toda desgracia espiritual o temporal, y concédeme la dicha de verlos unidos, en el cariño y en la sonrisa, bajo la mirada paternal de Dios; para volver a verles reunidos en el Cielo, y no separarnos nunca jamás”.

Inmediatamente me acordé de mi madre. Recé un buen rato por ella y por todas las madres del mundo que viven para hacer de su casa un hogar acogedor y alegre. También recé por quienes realizan las tareas domésticas en mi casa. Era el mejor lugar y el mejor día para hacerlo.

La película que mejor ha reflejado la vida familiar en Betania es, sin duda, “El hombre que hacía milagros”. En esa casa somos testigos del trato afectuoso del Maestro con cada uno. Primero, tiene lugar el encuentro con Lázaro, sellado con un gran abrazo y con una dulce exclamación: “¡Marta y María! Estoy deseando verlas”. A continuación, vemos que han preparado una pequeña fiesta para recibirle y, ya de noche, ríen alegremente durante la cena: es un momento de afecto y de intimidad. De repente, Lázaro interroga a su amigo: “No lo entiendo. Cuando murió José, te legó un buen juego de herramientas, un taller y buenos contactos en las grandes ciudades…”. Jesús le ve venir e intenta zanjar la cuestión: “Lázaro, debo ocuparme de una nueva obra”. Y María, sentada a sus pies, parece intuir lo que ha dicho sólo con medias palabras: “¿A eso te refieres cuando hablas del Reino?. El Maestro la mira con ternura y le sonríe: porque ha sabido descubrir su misión redentora.

Viene entonces la famosa queja de Marta, y el dulce reproche de Jesús: “Marta, Marta, te afanas y te preocupas por muchas cosas. Una sola cosa es necesaria…”. Momento sublime, con una sabia puesta en escena y una recreación fantástica. Aquí el cine ha sabido captar la magia de un pasaje evangélico y convertirla en una imagen cargada de emoción. Por favor, me gustaría que vierais ese breve momento (1’37”) y me dejarais un comentario personal. Así sabré si también a vosotros esta escena os dice tantas cosas de sabor familiar...