(JUAN JESÚS DE CÓZAR) Como algún lector habrá adivinado, el subtítulo de la reseña lo tomo prestado del estupendo libro de José María Pemán, publicado en 1962, porque resume muy bien el contenido de “Llena de gracia”, la película a la que dedicamos estas líneas.
El film llega a las pantallas españolas el próximo 13 de mayo, con un estreno inicial limitado a varias capitales, entre las que se incluye Sevilla. Ganadora en 2015 del premio al mejor guión en el Festival Internacional de Cine Juan Pablo II celebrado en Miami, esta cinta del norteamericano Andrew Hyatt –también autor del guión– recrea los últimos días de la Virgen en la tierra.
La iglesia está en plena expansión, creciendo a un ritmo vertiginoso que llena a los Apóstoles de gozo pero también de preocupación: necesitan aclarar algunas cuestiones doctrinales, organizar mejor la formación de los nuevos bautizados…, y acuden a Pedro en busca de respuestas. Pedro, en medio de sus dudas, recibe la llamada de María, que vive retirada en un lugar tranquilo. Este podría ser el resumen del planteamiento del film.
Hyatt elige un tono intimista, sosegado y discursivo, que busca introducir al espectador en un clima meditativo que le facilite la reflexión sobre lo que está viendo y, particularmente, sobre lo que está oyendo. Bahia Haifi, actriz de origen argelino afincada en Estados Unidos, encarna a la Virgen con la sutileza que requiere un papel tan difícil, apoyando su interpretación en unos movimientos pausados, en su sonrisa serena y en el tono emocionado con el que narra sus recuerdos: la Anunciación, la matanza de Herodes; la Pasión, Muerte y Resurrección de su Hijo… Le acompaña bien un actor experimentado como Noam Jenkins, representando al Apóstol Pedro.
Aunque se trata de una producción modesta, cuenta con una cálida fotografía de Gerardo Madrazo, realista en los pasajes relatados en presente y luminosa en los flashbacks, y con una banda sonora con aires de música sacra de Sean Johnson.
La película, que interesará especialmente al público católico, deja un poso de serenidad y alegría, y la sensación de habernos “colado” en esos sabrosos encuentros de María con Pedro y los demás Apóstoles, para participar de sus inquietudes, de sus conversaciones, de sus “tertulias”… Y la convicción de que María puede ser llamada, sin género de dudas, Madre de la Iglesia.
El film llega a las pantallas españolas el próximo 13 de mayo, con un estreno inicial limitado a varias capitales, entre las que se incluye Sevilla. Ganadora en 2015 del premio al mejor guión en el Festival Internacional de Cine Juan Pablo II celebrado en Miami, esta cinta del norteamericano Andrew Hyatt –también autor del guión– recrea los últimos días de la Virgen en la tierra.
La iglesia está en plena expansión, creciendo a un ritmo vertiginoso que llena a los Apóstoles de gozo pero también de preocupación: necesitan aclarar algunas cuestiones doctrinales, organizar mejor la formación de los nuevos bautizados…, y acuden a Pedro en busca de respuestas. Pedro, en medio de sus dudas, recibe la llamada de María, que vive retirada en un lugar tranquilo. Este podría ser el resumen del planteamiento del film.
Hyatt elige un tono intimista, sosegado y discursivo, que busca introducir al espectador en un clima meditativo que le facilite la reflexión sobre lo que está viendo y, particularmente, sobre lo que está oyendo. Bahia Haifi, actriz de origen argelino afincada en Estados Unidos, encarna a la Virgen con la sutileza que requiere un papel tan difícil, apoyando su interpretación en unos movimientos pausados, en su sonrisa serena y en el tono emocionado con el que narra sus recuerdos: la Anunciación, la matanza de Herodes; la Pasión, Muerte y Resurrección de su Hijo… Le acompaña bien un actor experimentado como Noam Jenkins, representando al Apóstol Pedro.
Aunque se trata de una producción modesta, cuenta con una cálida fotografía de Gerardo Madrazo, realista en los pasajes relatados en presente y luminosa en los flashbacks, y con una banda sonora con aires de música sacra de Sean Johnson.
La película, que interesará especialmente al público católico, deja un poso de serenidad y alegría, y la sensación de habernos “colado” en esos sabrosos encuentros de María con Pedro y los demás Apóstoles, para participar de sus inquietudes, de sus conversaciones, de sus “tertulias”… Y la convicción de que María puede ser llamada, sin género de dudas, Madre de la Iglesia.