(Juan Jesús de Cózar).- Con esta reseña pretendo pagar la deuda a quienes me han preguntado por esta nueva versión de la mítica “Ben-Hur” que dirigió William Wyler en 1959, extrañados por su “incomparecencia” en este blog. (Sobre todo, después de haber dado abundantes noticias de su controvertida producción).
Denostado por buena parte de la crítica internacional especializada, este remake dirigido por el kazajo-ruso Timur Bekmambetov (Guardianes de la noche, Wanted) tenía muchas papeletas para ser mal recibido. Y es que a muchos les ha parecido un innecesario atrevimiento revisitar una cinta que ganó 11 Oscars.
Con un presupuesto aproximado de 100 millones de dólares, la película se estrenó en España el pasado 2 de septiembre y lleva recaudados cerca de 3 millones de euros. La taquilla mundial asciende de momento a 86 millones de dólares, una cifra que suena a fracaso. Pero, ¿se trata realmente de una película mediocre o ha sido su mala prensa la que ha ahuyentado a muchos espectadores?
De no existir la versión de Wyler quizá estaríamos hablando de una película correcta y digna. Como no es el caso y las comparaciones son inevitables, este nuevo acercamiento a la novela de Lew Wallace palidece enormemente al confrontarlo con el film protagonizado por Charlton Heston. Y eso que el guión ha sido elaborado por dos especialistas, John Ridley (Doce años de esclavitud) y Keith R. Clarke (Camino a la libertad), que han tratado con sumo respeto el texto original.
El argumento, bien conocido, nos cuenta la relación de Judah Ben-Hur, un príncipe judío, y su hermano adoptivo Messala Severus, de origen romano, coetáneos de Jesús de Nazaret. Diversas circunstancias los transforman de amigos inseparables en enemigos irreconciliables, de modo que sus trayectorias vitales se separan hasta el enfrentamiento final, que da lugar a la escena más impactante de ambas películas: la carrera de cuadrigas.
Las interpretaciones de Jack Huston (Ben-Hur) y de Toby Kebbell (Messala) son aceptables, pero no logran transmitir con fuerza las acusadas personalidades de los dos protagonistas. La presencia de Morgan Freeman aporta prestigio al reparto, pero a su pequeño papel le falta relevancia. Más convincente resulta Rodrigo Santoro encarnando a Jesús y proporcionándonos quizá los momentos más emotivos de la cinta.
¿Hacía falta este “Ben-Hur” 2016? Quizás la pregunta no sea esa. Porque, seguramente, nunca pretendió competir con su antecesora, sino más bien homenajearla, de paso que ofrecía a las nuevas generaciones un producto moderno y atractivo. Tal vez no lo haya conseguido, pero habrá estimulado en muchos jóvenes el interés por conocer el “Ben-Hur” 1959: una verdadera obra maestra. Y sólo por eso ya merecía la pena.
Denostado por buena parte de la crítica internacional especializada, este remake dirigido por el kazajo-ruso Timur Bekmambetov (Guardianes de la noche, Wanted) tenía muchas papeletas para ser mal recibido. Y es que a muchos les ha parecido un innecesario atrevimiento revisitar una cinta que ganó 11 Oscars.
Con un presupuesto aproximado de 100 millones de dólares, la película se estrenó en España el pasado 2 de septiembre y lleva recaudados cerca de 3 millones de euros. La taquilla mundial asciende de momento a 86 millones de dólares, una cifra que suena a fracaso. Pero, ¿se trata realmente de una película mediocre o ha sido su mala prensa la que ha ahuyentado a muchos espectadores?
De no existir la versión de Wyler quizá estaríamos hablando de una película correcta y digna. Como no es el caso y las comparaciones son inevitables, este nuevo acercamiento a la novela de Lew Wallace palidece enormemente al confrontarlo con el film protagonizado por Charlton Heston. Y eso que el guión ha sido elaborado por dos especialistas, John Ridley (Doce años de esclavitud) y Keith R. Clarke (Camino a la libertad), que han tratado con sumo respeto el texto original.
El argumento, bien conocido, nos cuenta la relación de Judah Ben-Hur, un príncipe judío, y su hermano adoptivo Messala Severus, de origen romano, coetáneos de Jesús de Nazaret. Diversas circunstancias los transforman de amigos inseparables en enemigos irreconciliables, de modo que sus trayectorias vitales se separan hasta el enfrentamiento final, que da lugar a la escena más impactante de ambas películas: la carrera de cuadrigas.
Las interpretaciones de Jack Huston (Ben-Hur) y de Toby Kebbell (Messala) son aceptables, pero no logran transmitir con fuerza las acusadas personalidades de los dos protagonistas. La presencia de Morgan Freeman aporta prestigio al reparto, pero a su pequeño papel le falta relevancia. Más convincente resulta Rodrigo Santoro encarnando a Jesús y proporcionándonos quizá los momentos más emotivos de la cinta.
¿Hacía falta este “Ben-Hur” 2016? Quizás la pregunta no sea esa. Porque, seguramente, nunca pretendió competir con su antecesora, sino más bien homenajearla, de paso que ofrecía a las nuevas generaciones un producto moderno y atractivo. Tal vez no lo haya conseguido, pero habrá estimulado en muchos jóvenes el interés por conocer el “Ben-Hur” 1959: una verdadera obra maestra. Y sólo por eso ya merecía la pena.