(JUAN JESÚS DE CÓZAR).- Llega a la cartelera española esta interesantísima película, que asume con naturalidad la dimensión espiritual del ser humano. Algo nada extraño sabiendo que su productor es Terrence Malick, autor de esa obra maestra titulada “El árbol de la vida” (2011). Dirige “The Vessel (El navío)” Julio Quintana, que ya trabajó para Malick en el film mencionado, haciendo labores de fotografía junto a Emmanuel Lubezki, ganador del Oscar a la mejor fotografía en 2014, 2015 y 2016.
La cinta es una coproducción entre USA y Puerto Rico ambientada en este último país, y cuenta con una estupenda interpretación de Martin Sheen. La influencia de Malick se aprecia por todas partes: la fotografía; los encuadres; el uso de la música; la presencia simbólica del agua, de la tierra, del aire y del fuego… Un influjo beneficioso de quien es uno de los discípulos aventajados del maestro ruso Andrei Tarkovski.
“The Vessel” desarrolla una historia de dolor, de fe y de esperanza, cuyo localismo no impide una lectura de alcance universal. La acción se sitúa diez años después de que un tsunami arrasara la escuela de una pequeña aldea. El joven Leo (Lucas Quintana) vive con su madre, que no sólo perdió a su hijo pequeño cuando ocurrió el tsunami sino también la cabeza. Un día Leo sufre un accidente y todos lo dan por muerto. Sin embargo, sobrevive y algunos de sus paisanos interpretarán el hecho como un milagro o una señal. Poco después Leo sorprende a todos construyendo un singular navío con los restos del aula devastada.
A través de las preocupaciones de los aldeanos, la película plantea interrogantes muy comunes: ¿sigue habiendo milagros?, ¿se ha olvidado Dios de nosotros?, ¿por qué permite Él la muerte de los inocentes?, ¿es que solo nos queda resignarnos a la voluntad “implacable” del Creador?... En este punto resulta clave la figura del Padre Douglas (Sheen), el sacerdote del pueblo que ha procurado no perder nunca la pasión por ayudar a los demás y que también será probado.
Ciertamente, Quintana no llega aún a la nitidez de Malick, pero sus intuiciones son valiosas y cercanas a esta rotunda declaración de Tarkovski: “El hombre debería entender que su camino a través de la vida no se mide con medida humana, sino que está en las manos del Creador y es a su voluntad a la que el hombre se debe confiar.”
La cinta es una coproducción entre USA y Puerto Rico ambientada en este último país, y cuenta con una estupenda interpretación de Martin Sheen. La influencia de Malick se aprecia por todas partes: la fotografía; los encuadres; el uso de la música; la presencia simbólica del agua, de la tierra, del aire y del fuego… Un influjo beneficioso de quien es uno de los discípulos aventajados del maestro ruso Andrei Tarkovski.
“The Vessel” desarrolla una historia de dolor, de fe y de esperanza, cuyo localismo no impide una lectura de alcance universal. La acción se sitúa diez años después de que un tsunami arrasara la escuela de una pequeña aldea. El joven Leo (Lucas Quintana) vive con su madre, que no sólo perdió a su hijo pequeño cuando ocurrió el tsunami sino también la cabeza. Un día Leo sufre un accidente y todos lo dan por muerto. Sin embargo, sobrevive y algunos de sus paisanos interpretarán el hecho como un milagro o una señal. Poco después Leo sorprende a todos construyendo un singular navío con los restos del aula devastada.
A través de las preocupaciones de los aldeanos, la película plantea interrogantes muy comunes: ¿sigue habiendo milagros?, ¿se ha olvidado Dios de nosotros?, ¿por qué permite Él la muerte de los inocentes?, ¿es que solo nos queda resignarnos a la voluntad “implacable” del Creador?... En este punto resulta clave la figura del Padre Douglas (Sheen), el sacerdote del pueblo que ha procurado no perder nunca la pasión por ayudar a los demás y que también será probado.
Ciertamente, Quintana no llega aún a la nitidez de Malick, pero sus intuiciones son valiosas y cercanas a esta rotunda declaración de Tarkovski: “El hombre debería entender que su camino a través de la vida no se mide con medida humana, sino que está en las manos del Creador y es a su voluntad a la que el hombre se debe confiar.”