Hace cuatro años publiqué en este blog un artículo titulado “La conversión de John Wayne en el lecho de muerte”. Para escribirlo me basé en los testimonios de dos personas muy allegadas a Wayne: su hijo, el también actor Patrick Wayne, y su nieto, el sacerdote católico Matthew Muñoz.
Ellos contaron que, en efecto, el mismo día de su fallecimiento, ocurrido el 11 de junio de 1979, el gran actor despertó del coma en el que llevaba diez días y pidió ser bautizado en la Iglesia católica. El revuelo que esta noticia causó en el mundillo de Hollywood fue algo inaudito: ¡Wayne convertido en el lecho de muerte!
Patrick, que actuó con su padre en varias películas (entre ellas, Centauros del desierto) recuerda que “estando en el hospital salió del coma y dijo otra vez que quería bautizarse, pero casi inmediatamente entró de nuevo en coma. Dos días después, cuando yo veía que se estaba poniendo peor, sonó el teléfono. Era el capellán católico, que quería pasar a verlo. Colgué. Aunque mi papá estaba todavía dormido, le dije sin esperar respuesta: "Papá, el capellán quiere verte". Entonces le oí decir: "Okay." Me quedé atónito, pero llamé al capellán, que apareció en menos de media hora. Con él todavía dormido, le dije: "Papá, el capellán está aquí", y otra vez dijo: "Okay". Entonces se despertó. Abandoné el cuarto durante unos minutos. Desde fuera pude oír el murmullo de su conversación. Cuando el capellán salió de la habitación, me dijo que mi papá había sido bautizado. Esa misma tarde falleció”.
Sin embargo, en esta historia sorprendente faltaba un dato decisivo que he podido leer hoy en el reciente libro de Mary Claire Kendall, periodista del Chicago Tribune, titulado También Dios pasa por Hollywood (Ediciones Rialp). En sus páginas refiere doce conversiones de grandes figuras del Séptimo Arte. En su relato sobre la conversión de Duke (John Wayne), descubrí el siguiente pasaje: “En abril de 1978, un año antes de su muerte, le operaron del corazón en el Hospital General de Massachusetts. Mientras estaba convaleciente, una mujer que prefiere mantenerse en el anonimato le dio una estampa de san Josemaría Escrivá de Balaguer. A Duke, comprensiblemente, le cayó bien desde el principio. San Josemaría enseñaba que el camino hacia el cielo –la santificación– en medio del mundo se realiza a través del trabajo ordinario hecho con perfección por amor a Dios. Si hay que resumir la vida de Duke, ésta estaba hecha de trabajo duro, bien realizado”.
Todo parece indicar que el recurso a este santo le acompañó en los últimos meses de su enfermedad y facilitó su conversión al catolicismo. Con este testimonio, el relato de su conversión queda definitivamente ccompletado.
Esta semana, que recuerda en todo la Resurrección de Jesús, es un buen momento para ver cómo han reflejado este episodio las principales películas, desde los años 60 hasta la actualidad.
En Rey de Reyes (1961), dirigida por Nicholas Ray, el pasaje de la Resurrección sigue a pies juntillas el relato evangélico de San Juan. María Magdalena (Carmen Sevilla) ha pasado la noche entera en el exterior del sepulcro, porque quiere embalsamar el cuerpo del Señor en cuanto pase el sábado (día de obligado descanso para los judíos). Al despertar, “todavía muy temprano, cuando aún estaba oscuro… vio quitada la piedra del sepulcro” (Jn 20, 1). Se asoma, ve los lienzos depositados sobre la losa, “y entonces echó a correr” (Jn 20, 2).
Profundamente agitada, pues piensa que “se han llevado al Señor” (Jn 20, 2), sale en busca de alguien que pueda darle razón de lo que sucede. Divisa a un hombre que está vuelto de espaldas, y “pensando que era el hortelano, le dijo: ‘Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto’” (Jn 20, 15).
Sin volverse, el hombre inicia el diálogo que recoge S. Juan: “Mujer, ¿por qué lloras?”. “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. En ese instante, es Jesús quien se vuelve –no María Magdalena- y exclama su nombre. Ella le reconoce (aquí más por la visión de su rostro que por escuchar su voz) y grita: “¡Maestro!”. Jesús le dice: “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre". El filme concluye el discurso de Jesús con una frase de Mateo: “Diles que vayan a Galilea, allí me verán” (Mt 28, 10).
En 1973, y como consecuencia de dos filmes polémicos (Jesucristo Superstar y Godspell), se concibió la idea de producir un serial televisivo sobre la vida de Jesús. Un proyecto de clara inspiración cristiana, que llevaron adelante la RAI (católica) y la BBC (anglicana). La imagen que la serie nos da de Cristo es clara, brillante, muy divina.
En su relato de la Resurrección, el director Franco Zeffirelli quiso subrayar los sentimientos y las reacciones de los personajes. La secuencia arranca con la llegada de María Magdalena y otras dos mujeres (Mc 16, 1), todavía con las brumas del amanecer. Los soldados dormitan, pero uno despierta: “¿Quiénes sois?”. La Magdalena es quien lidera el grupo: “Somos la familia de Jesús” (Aquí evoca una frase de Jesús: “El que cumple la Voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi Madre”). “¿Y qué queréis?” “Entrar en la tumba para ungir el cuerpo y llevarle ropa limpia, perfumes…”. El afecto humano de los seguidores de Cristo queda manifiesto en el diálogo. Tanto, que conmueve a los soldados: “Está bien. Pero necesitaréis un ejército para remover la piedra”.
En el trayecto al sepulcro, dos jóvenes y misteriosos labriegos les dicen desde una loma: “¿Por qué buscáis a los vivos entre los muertos? Jesús no está aquí?”. (Zeffireli traslada a esta escena previa el encuentro de las mujeres con dos ángeles en la entrada del sepulcro). Ellas les toman por locos y siguen adelante; pero, al llegar al sepulcro, descubren que, en efecto, Jesús no está. María Magdalena vuelve entonces sobre sus pasos, pero los dos jóvenes han desaparecido.
A continuación, el director italiano centra su atención en las actitudes de los apóstoles. Llega al cenáculo Felipe, y todo son recelos de que puedan correr la misma suerte que Jesús. Preguntan a Pedro, que ya entonces hace cabeza, y él responde: “Debemos hacer lo que el Maestro hubiera querido”. Ya no hay dudas ni negaciones en Pedro. Empieza a ser la piedra sobre la que se edifica la Iglesia.
En el instante en que Tomás duda de que Jesús pueda volver, llega María Magdalena y afirma conmovida: “¡Le he visto! ¡Al Maestro! Ha resucitado”. A continuación, la cámara enfoca la reacción de Pedro. Por ese primer plano, y por las citas antes señaladas, podemos concluir que este relato de la Resurrección sigue bastante de cerca el Evangelio de Marcos, que recoge sobre todo la predicación de S. Pedro. Pero, sobre todo, lo que busca Zefirelli es retratar la reacción de los personajes: la emoción y el amor de la Magdalena, la autoridad de Pedro, el temor de los apóstoles…
A las puertas del tercer milenio, y tras algunas cintas polémicas (La última tentación de Cristo, Jesús de Montreal) que omiten deliberadamente la secuencia de la Resurrección, varias películas se proponen reflejar una nueva imagen de Cristo: más equilibrada e históricamente precisa.
Frente al Jesús exclusivamente divino de los sesenta (Rey de Reyes, La historia más grande jamás contada) y frente al Jesús “revolucionario” de los 70 y 80 (Jesucristo Superstar, Jesús de Montreal), los nuevos filmes van a tratar de mostrar a un Jesús que es Dios y Hombre al mismo tiempo: muy divino en sus milagros y en su mensaje, pero también muy humano en la preocupación por su Madre y por todos los que le siguen.
El primer fruto vino de la mano de Ettore Bernabei, un productor italiano que produjo con la CBS la miniserie Jesús (1999), dirigida por Roger Young e interpretada por Jacqueline Bisset, Jeremy Sisto y Debra Messing. Jesús habla de su condición divina, pero a la vez sonríe, bromea y dialoga afectuosamente con los apóstoles.
En el relato de la Resurrección, Young ha creado una puesta en escena que hila muy bien el relato de S. Juan. La mañana del Domingo, María Magdalena se dirige al sepulcro. Ve la piedra removida (Jn 20, 1) y corre al cenáculo para decir a los apóstoles que “¡Han robado su cadáver!” (Jn 20, 2). Pedro y Juan salen corriendo hacia el sepulcro (Jn 20, 3). Juan corre más y llega antes, pero sólo se asoma en la entrada. Enseguida llega Pedro y entra Juan (Jn 20, 4-6).
Entonces surge el diálogo entre la razón (Pedro) y el amor (Juan). Pedro dice: “No está” (es lógico y razonable pensar que lo han robado), pero Juan contesta: “Ha resucitado”. Pedro sigue hablando con la abeza: “Resucitado no, han robado su cadáver”. Juan, movido por el amor, ha alcanzado ya la Fe: “Pero Él dijo al tercer día resucitaré”. Y Pedro cree al fin (Se trata de una licencia, pues el evangelista dice que el único que creyó es Juan: Jn 20, 10).
Al salir del sepulcro, se topan con María Magdalena, que ha vuelto. Ellos se van corriendo a decir a todos que Jesús ha resucitado (nueva licencia del director) mientras ella se queda desconsolada junto a la tumba (Jn 20, 11). Por detrás de un alto palmeral, se oye una voz que dice: “Mujer, ¿por qué lloras?” (Jn 20, 15). Magdalena no reconoce aún la voz de Jesús, y le dice, tomándole por el hortelano: “Si te has llevado a mi Señor, dime dónde lo has puesto”. Jesús sale de la zona arbolada y dice, a la vista de ella: “¡María!”. Y ella grita: “¡Maestro!” y le abraza emocionada (Jn 20, 16). Una reacción mucho más efusiva que la sugerida en el Evangelio (“No me toques”, le dice Jesús).
Además, aquí el reconocimiento de Jesús no se produce porque Él se vuelva hacia ella (como en Rey de Reyes) sino por la elevada maleza, lo cual es más razonable. Sugiere, además, que el descubrimiento se produce cuando escucha su nombre. Descubrir que Dios la llama por su nombre, personalmente, con un tono conmovido de infinito cariño, es algo que la cinta sugiere, aunque no lo haya reflejado por completo.
En la misma línea de mostrar a un Jesús divino y humano, Redentor de los hombres y –a la vez- cariñoso y afable con todos, en el año 2000 se estrena en Estados Unidos una película de animación, dirigida por Stanislav Sokolov, titulada El hombre que hacía milagros. Muy fiel a los Evangelios, la historia está narrada desde el punto de vista de una adolescente: la hija de Jairo, a la que Cristo resucita en una escena conmovedora.
El filme presta una especial atención a la secuencia de la Resurrección y a los acontecimientos que siguieron. Mientras otras películas omiten esa parte (El Mesías) o la distorsionan por completo (Jesús de Montreal, Jesucristo Superstar), El hombre que hacía milagros le da una importancia capital en el conjunto del relato. Además, y en comparación con los demás filmes comentados en este serial sobre “La Resurrección en el cine”, aquí el desarrollo de esos acontecimientos abarca un metraje considerable y conjuga, en su narración, la fidelidad a las Escrituras con una integración creativa de las distintas escenas relatadas por S. Juan y S. Lucas.
En este filme vemos, de forma hilvanada, todos los sucesos de aquellas horas: María Magdalena encuentra la tumba vacía y se echa a llorar (Jn 20, 1). Entonces, una voz cálida a sus espaldas —que ella toma por la del hortelano— trata en vano de consolarla; hasta que le oye pronunciar su nombre, “¡María!”, y se vuelve conmovida porque ha comprendido que está ante Jesús resucitado (Jn 20, 11-18). Según le indica el Maestro, corre a contárselo a Pedro, y esto mueve al apóstol a acudir a la tumba (Jn 20, 2-7), aunque sin la compañía de Juan.
De regreso a Jerusalén, mientras medita en el sepulcro vacío, Pedro se encuentra con el Maestro (Lc 24, 34) y vuelve corriendo para contarlo a los demás apóstoles. Al llegar al cenáculo, vemos que acaban de llegar Cleofás y Jairo, y éstos relatan —se ve luego en dibujos animados— cómo Jesús se les ha aparecido en el camino a Emaús y les ha explicado las Escrituras, y cómo le han reconocido al partir el pan (Lc 24, 13-35). Tomás muestra entonces un escepticismo sarcástico frente a esos relatos, que juzga fantaseados... Y aquí corté la secuencia, para no hacerla demasiado larga. Lo que sigue es la repentina aparición de Jesús, que enseña sus manos a todos, y en especial a Tomás. El apóstol cambia su incredulidad por un sincero acto de fe (Jn 20, 36-41).
La concatenación de escenas -creando unidad en lo que eran cuadros sueltos- es lo que hace sublime, atractivo y dinámico el relato que este filme nos ofrece de toda la secuencia de la Resurrección.
El último filme que analizamos en este serie es La Pasión de Cristo (2004), dirigido por Mel Gibson. En un plano breve (un epílogo sumamente sugestivo a todo el gran relato de la pasión) nos ofrece una explicación teológica –basada por completo en un pasaje de S. Juan- de lo que sucedió en el instante de la Resurrección.
Según testimonios de la época, los judíos empleaban una gran sábana blanca para embalsamar a los difuntos. También era costumbre envolver el rostro con otro paño más pequeño (sudario, le llamaban) para sujetar la mandíbula y evitar que se abriera la boca del cadáver. Es lo que hicieron con Jesús: tenía la sábana “y el sudario que había sido puesto en su cabeza” (Jn 20, 7). Con esto tenemos dos piezas: la sábana y una venda separada de ella que se usaba como mortaja.
Cuando Juan entró en el sepulcro, “vio los lienzos plegados y el sudario, que había sido puesto en su cabeza, no plegado junto con los lienzos, sino aparte, todavía enrollado, en un sitio” (Jn 20, 7). Es esa disposición de los lienzos (“todavía enrollados” pero sin el cuerpo en su interior), simplemente “plegados” (en el original griego: “caídos”, como si hubiera desaparecido el cuerpo de su interior) es lo que inmediatamente mueve a la conversión del apóstol: “Entonces entró también el otro discípulo…, y vio y creyó” (Jn 20, 8).
Todo esto es lo que trata de reflejar el último plano de la película de Mel Gibson. Un fantástico plano-secuencia sugiere el momento en que se desliza la piedra de la entrada. Todos los Evangelios señalan que la piedra fue removida, y Mateo describe incluso el momento en que “se produjo un gran terremoto, y un ángel del Señor… apartó la piedra” (Mt 28, 2). La toma va recorriendo las distintas cavidades de la roca, y de repente entran en plano los lienzos sagrados en el momento en que empiezan a caer sobre sí mismos.
Sigue el movimiento del plano, y los lienzos quedan “caídos”, atados y enrollados alrededor de la mortaja, como si en ese preciso momento hubiera desaparecido el cuerpo de Jesús. Justo entonces vemos la razón de ese vacío: la cámara enfoca un luminoso primer plano de Cristo resucitado, que a continuación se alza para mostrar su cuerpo glorioso, sin los estigmas de la flagelación y la coronación, pero sí con las señales de los clavos en sus manos. Es el momento en que acaba de resucitar y por eso los lienzos caen sobre sí mismos. Gibson muestra así a los espectadores, justo en el momento en que sucede, lo que una vez acontecido conmoverá profundamente a Juan.
La semana próxima -que, por tantos motivos, todo el mundo denomina Santa- será fecunda en representaciones de la Pasión: procesiones, obras teatrales, tradiciones centradas en la Cruz... Mil y un eventos artísticos inundarán las calles de nuestro país, mostrando a las claras lo mucho que la cultura cristiana ha calado en nuestra sociedad.
Hasta hace poco, la programación televisiva se mantenía en esa línea y procuraba recordar a los espectadores los acontecimientos que íbamos a celebrar. Últimamente, sin embargo, las parrillas de las cadenas se han distanciado un tanto de lo que conmemoramos en la Semana Santa. Y como, al haber más tiempo libre, muchas familias piensan en ver películas enriquecedoras, aptas para todos los públicos y que a la vez evoquen los acontecimientos de la Pasión, he pensado en publicar esta selección de películas que pueden encontrarse en cualquier video-club.
- Jesús de Nazaret (Italia, 1977), de F. Zeffirelli. Mini-serie en 4 capítulos. Todos.
- Jesús (Italia, 1999), de R. Young. Mini-serie en 2 capítulos. Para jóvenes.
- El hombre que hacía milagros (2000), de Derek W. Hayes y Stanislav Sokolov. Animación en 3-D. Para toda la familia, gustará mucho a los niños.
- La pasión de Cristo (USA, 2004), de Mel Gibson. Para jóvenes y mayores.
- Ben Hur (USA, 1959), de William Wyler. Un clásico de la Semana Santa, con dos breves apariciones de Jesús que transforman la vida de Judá Ben Hur.
b) Primeros cristianos:
- Resucitado (2016), de Kevyn Reynolds. EN CINES (con Tom Felton, Joseph Fiennes, Cliff Curtis, Peter Firth y Leonor Watling)
- Quo Vadis(1951), de Mervyn LeRoy (con Robert Taylor y Deborah Kerr)
- La túnica sagrada (1953), de Henry Koster (con Richard Burton y J. Simmons)
- Barrabás (1962), de Richard Fleischer (con Anthony Quinn y Vittorio Gassman)
- En busca de la tumba de Cristo (2007), de Guilio Base (con D. Liotti, Ornella Muti, F. Murray Abraham, Mónica Cruz y Max von Sydow)
c) Películas recientes con valores cristianos:
- Llena de gracia (2016), de Andrew Hyatt (Retrato intimista de los últimos años de la Virgen, cuando se convierte en apoyo de los Apóstoles y columna de la Iglesia)
- Poveda, (2016), de Pablo Moreno. (Emotivo retrato del Padre Poveda, el santo de los niños pobres)
- Francisco, el padre Jorge (2015), de Beda Docampo Feijóo (Primera biografía del Papa Francisco: sincera, deliciosa y emocionante)
- El navío (2016), de Julio Quintana (Historia de dolor, fe y esperanza, interpretada por Martin Sheen, tras un tsunami arrase la escuela de una pequeña aldea)
- Un millón de hostias (2016) de David Moncasi (Documental sobre el único convento de La Habana. Sus monjas fabrican cada año un millón de obleas: una hermosa revolución estáempzando en Cuba)
(JUAN JESÚS DE CÓZAR) El título de este delicado documental ("Un millón de hostias") puede desconcertar y conviene aclararlo cuanto antes. Rodado en el barrio de El Vedado de La Habana y en el interior del convento de San José de la capital cubana, su nombre hace referencia al millón de obleas que cada año fabrican las monjas carmelitas que viven en ese convento. Con esas obleas, que se distribuyen de forma anónima por cientos de voluntarios, se abastece a las parroquias de la isla y se prepara una hermosa y formidable revolución.
Estrenado con éxito en 2016 en el Festival de Málaga, ha sido proyectado en diversas salas de cine de nuestro país a lo largo de los últimos meses, y recientemente se ha comercializado en DVD. El director es David Moncasi, con quien puede entrevistarme para conocer mejor su trabajo. David, que trabaja para una televisión, desborda entusiasmo y simpatía, y cuenta así la génesis del documental: "En 2010 fui a La Habana para ser jurado de un festival de documentales. Un día, paseando por El Vedado, vi un edificio inmenso que me llamó mucho la atención. Pregunté a una señora cubana y me dijo que era un convento de clausura. ¡Un convento de clausura en La Habana! ¡En la Cuba comunista hay un convento de clausura! Me dijeron que era el único. Le pedí a esa señora que me ayudase a visitarlas, concertó una cita y a raíz de ese encuentro me dije: ‘esto hay que grabarlo, esto hay que contarlo’".
Después de 5 años de contacto frecuente con las monjas –correos electrónicos, cartas, llamadas telefónicas…–, David logró convencerlas y finalmente pudo filmar el documental junto a su mujer, Ana Barcos, en 2015. El ingenio, la sensibilidad y la ilusión de ambos fueron la aportación intangible pero esencial para superar los inconvenientes derivados del reducido presupuesto.
El resultado es una cinta conmovedora, que constituye también un retrato a pequeña escala de Cuba, a través de los testimonios de unas gentes sencillas que han sufrido pero que conservan toda su humanidad y su dignidad como personas. Impresiona –afirma Moncasi–, cómo es el cubano medio; la gente sale a la calle a improvisar para salir adelante cada día, con una alegría, con unas ganas de vivir, con un empuje que a nosotros nos ha conmovido.
El documental finaliza con escenas de la visita del Papa Francisco a Cuba en septiembre de 2015, y recoge el momento en el que el Santo Padre se acercó a saludar a las monjas. Naturalmente, las obleas que se utilizaron en la Misa que el Papa celebró en la Plaza de la Revolución las habían fabricado ellas.
Quisiera dialogar sobre Jesús en el cine con mucha gente: cinéfilos, pensadores, críticos de cine, profesores de Religión y del Séptimo Arte, personas preocupadas por la trascendencia… Con todos ellos quiero compartir ideas, puntos de vista, material didáctico. Sobre todo, quiero conversar con quienes estén preocupados por ver reflejada su fe en la cultura audiovisual del siglo XXI.