Hoy, día de la Resurrección del Señor, es un buen momento para ver cómo han reflejado este episodio las principales películas. Hoy hablaré de tres filmes clásicos, y mañana de dos más recientes.
En Rey de Reyes (1961), dirigida por Nicholas Ray, el pasaje de la Resurrección sigue a pies juntillas el relato evangélico de San Juan. María Magdalena (Carmen Sevilla) ha pasado la noche entera en el exterior del sepulcro, porque quiere embalsamar el cuerpo del Señor en cuanto pase el sábado (día de obligado descanso para los judíos). Al despertar, “todavía muy temprano, cuando aún estaba oscuro… vio quitada la piedra del sepulcro” (Jn 20, 1). Se asoma, ve los lienzos depositados sobre la losa, “y entonces echó a correr” (Jn 20, 2).
Profundamente agitada, pues piensa que “se han llevado al Señor” (Jn 20, 2), sale en busca de alguien que pueda darle razón de lo que sucede. Alejándose de allí (el relato fílmico omite el encuentro de María con Pedro y Juan, y la carrera de estos hacia el sepulcro), la Magdalena divisa a un hombre que está vuelto de espaldas tanto hacia la cámara como hacia ella. “Pensando que era el hortelano, le dijo: ‘Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto’” (Jn 20, 15).
Sin volverse hacia ella, el hombre inicia el diálogo que recoge S. Juan: “Mujer, ¿por qué lloras?”. “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. En ese instante , es Jesús (Jeffrey Hunter) quien se vuelve –no María Magdalena- y exclama su nombre. Ella le reconoce (aquí más por la visión de su rostro que por escuchar su voz) y grita: “¡Maestro!”. Jesús le dice: “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre. Ve a mis discípulos, y diles que asciendo a mi Padre y a vuestro Padre” (Jn 20, 15-1). El filme concluye el discurso de Jesús con una frase de Mateo: “Diles que vayan a Galilea, allí me verán” (Mt 28, 10).
En Rey de Reyes (1961), dirigida por Nicholas Ray, el pasaje de la Resurrección sigue a pies juntillas el relato evangélico de San Juan. María Magdalena (Carmen Sevilla) ha pasado la noche entera en el exterior del sepulcro, porque quiere embalsamar el cuerpo del Señor en cuanto pase el sábado (día de obligado descanso para los judíos). Al despertar, “todavía muy temprano, cuando aún estaba oscuro… vio quitada la piedra del sepulcro” (Jn 20, 1). Se asoma, ve los lienzos depositados sobre la losa, “y entonces echó a correr” (Jn 20, 2).
Profundamente agitada, pues piensa que “se han llevado al Señor” (Jn 20, 2), sale en busca de alguien que pueda darle razón de lo que sucede. Alejándose de allí (el relato fílmico omite el encuentro de María con Pedro y Juan, y la carrera de estos hacia el sepulcro), la Magdalena divisa a un hombre que está vuelto de espaldas tanto hacia la cámara como hacia ella. “Pensando que era el hortelano, le dijo: ‘Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto’” (Jn 20, 15).
Sin volverse hacia ella, el hombre inicia el diálogo que recoge S. Juan: “Mujer, ¿por qué lloras?”. “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. En ese instante , es Jesús (Jeffrey Hunter) quien se vuelve –no María Magdalena- y exclama su nombre. Ella le reconoce (aquí más por la visión de su rostro que por escuchar su voz) y grita: “¡Maestro!”. Jesús le dice: “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre. Ve a mis discípulos, y diles que asciendo a mi Padre y a vuestro Padre” (Jn 20, 15-1). El filme concluye el discurso de Jesús con una frase de Mateo: “Diles que vayan a Galilea, allí me verán” (Mt 28, 10).
En 1973, y como consecuencia de dos filmes polémicos (Jesucristo Superstar y Godspell), se concibió la idea de producir un serial televisivo sobre la vida de Jesús. Un proyecto de clara inspiración cristiana, que llevaron adelante la RAI (católica) y la BBC (anglicana). La imagen que la serie nos da de Cristo es clara, brillante, muy divina.
En su relato de la Resurrección, el director Franco Zeffirelli quiso subrayar sobe todo los sentimientos y las reacciones de los personajes. La secuencia arranca con la llegada de María Magdalena y otras dos mujeres (en esto sigue a Mc 16, 1), todavía con las brumas del amanecer. Los soldados dormitan, pero uno despierta: “¿Quiénes sois?”. La Magdalena es quien lidera el grupo: “Somos la familia de Jesús” (Aquí evoca una frase de Jesús: “El que cumple la Voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi Madre”). “¿Y qué queréis?” “Entrar en la tumba para ungir el cuerpo y llevarle ropa limpia, perfumes…”. El afecto humano de los seguidores de Cristo queda manifiesto en el diálogo. Tanto, que conmueve a los soldados: “Está bien. Pero necesitaréis un ejército para remover la piedra”.
En el trayecto al sepulcro, dos jóvenes y misteriosos labriegos les dicen desde una loma: “¿Por qué buscáis a los vivos entre los muertos? Jesús no está aquí?”. (Zeffireli traslada a esta escena previa el encuentro de las mujeres con dos ángeles en la entrada del sepulcro). Ellas les toman por locos y siguen adelante; pero, al llegar al sepulcro, descubren que, en efecto, Jesús no está. María Magdalena vuelve entonces sobre sus pasos, pero los dos jóvenes han desaparecido.
Sigue una breve escena, en la que el tribuno sospecha que sus soldados se han dormido en la guardia. Y, a continuación, el director italiano centra su atención en las actitudes de los apóstoles. Llega al cenáculo Felipe, y todo son recelos de que puedan correr la misma suerte que Jesús. Preguntan a Pedro, que ya entonces hace cabeza en el colegio apostólico, y él responde: “Debemos hacer lo que el Maestro hubiera querido”. Ya no hay dudas ni negaciones en Pedro. Empieza a ser la piedra sobre la que se edifica la Iglesia.
En el instante en que Tomás duda de que Jesús pueda volver, llega María Magdalena y afirma conmovida: “¡Le he visto! ¡Al Maestro! Ha resucitado”. A continuación, la cámara enfoca la reacción de Pedro. Por ese primer plano, y por las citas antes señaladas, podemos concluir que este relato de la Resurrección sigue bastante de cerca el Evangelio de Marcos, que recoge sobre todo la predicación de S. Pedro. Y es que, por encima de la continuidad escriturística, lo que busca Zefirelli en este pasaje es retratar la reacción de los personajes: la emoción y el amor de la Magdalena, la autoridad de Pedro, el temor de los apóstoles, la tosquedad de los soldados, la incredulidad del tribuno…
(Para ver la escena, pinchar en el fotograma).
En su relato de la Resurrección, el director Franco Zeffirelli quiso subrayar sobe todo los sentimientos y las reacciones de los personajes. La secuencia arranca con la llegada de María Magdalena y otras dos mujeres (en esto sigue a Mc 16, 1), todavía con las brumas del amanecer. Los soldados dormitan, pero uno despierta: “¿Quiénes sois?”. La Magdalena es quien lidera el grupo: “Somos la familia de Jesús” (Aquí evoca una frase de Jesús: “El que cumple la Voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi Madre”). “¿Y qué queréis?” “Entrar en la tumba para ungir el cuerpo y llevarle ropa limpia, perfumes…”. El afecto humano de los seguidores de Cristo queda manifiesto en el diálogo. Tanto, que conmueve a los soldados: “Está bien. Pero necesitaréis un ejército para remover la piedra”.
En el trayecto al sepulcro, dos jóvenes y misteriosos labriegos les dicen desde una loma: “¿Por qué buscáis a los vivos entre los muertos? Jesús no está aquí?”. (Zeffireli traslada a esta escena previa el encuentro de las mujeres con dos ángeles en la entrada del sepulcro). Ellas les toman por locos y siguen adelante; pero, al llegar al sepulcro, descubren que, en efecto, Jesús no está. María Magdalena vuelve entonces sobre sus pasos, pero los dos jóvenes han desaparecido.
Sigue una breve escena, en la que el tribuno sospecha que sus soldados se han dormido en la guardia. Y, a continuación, el director italiano centra su atención en las actitudes de los apóstoles. Llega al cenáculo Felipe, y todo son recelos de que puedan correr la misma suerte que Jesús. Preguntan a Pedro, que ya entonces hace cabeza en el colegio apostólico, y él responde: “Debemos hacer lo que el Maestro hubiera querido”. Ya no hay dudas ni negaciones en Pedro. Empieza a ser la piedra sobre la que se edifica la Iglesia.
En el instante en que Tomás duda de que Jesús pueda volver, llega María Magdalena y afirma conmovida: “¡Le he visto! ¡Al Maestro! Ha resucitado”. A continuación, la cámara enfoca la reacción de Pedro. Por ese primer plano, y por las citas antes señaladas, podemos concluir que este relato de la Resurrección sigue bastante de cerca el Evangelio de Marcos, que recoge sobre todo la predicación de S. Pedro. Y es que, por encima de la continuidad escriturística, lo que busca Zefirelli en este pasaje es retratar la reacción de los personajes: la emoción y el amor de la Magdalena, la autoridad de Pedro, el temor de los apóstoles, la tosquedad de los soldados, la incredulidad del tribuno…
(Para ver la escena, pinchar en el fotograma).
A las puertas del tercer milenio, y tras algunas cintas polémicas (La última tentación de Cristo, Jesús de Montreal) que omiten deliberadamente la secuencia de la Resurrección, varias películas se proponen reflejar una nueva imagen de Cristo: más equilibrada e históricamente precisa.
Frente al Jesús exclusivamente divino de los sesenta (Rey de Reyes, La historia más grande jamás contada) y frente al Jesús “revolucionario” de los 70 y 80 (Jesucristo Superstar, Jesús de Montreal), los nuevos filmes van a tratar de mostrar a un Jesús que es Dios y Hombre al mismo tiempo: muy divino en sus milagros y en su mensaje, pero también muy humano en la preocupación por su Madre y por todos los que le siguen.
El primer fruto de esta nueva tendencia vino de la mano de Ettore Bernabei, un productor italiano que produjo con la CBS la miniserie Jesús (1999), de cuatro horas de duración, dirigida por Roger Young e interpretada por Jacqueline Bisset, Jeremy Sisto y Debra Messing. Jesús habla de su condición divina, pero a la vez sonríe, bromea y dialoga afectuosamente con los apóstoles.
En el relato de la Resurrección, Young ha creado una puesta en escena que hila muy bien las distintas versiones de los evangelistas. Sobre todo, sigue muy de cerca el relato de S. Juan. La mañana del Domingo, María Magdalena se dirige al sepulcro. Ve la piedra removida (Jn 20, 1) y corre al cenáculo para decir a los apóstoles que “¡Han robado su cadáver!” (Jn 20, 2). Pedro y Juan salen corriendo hacia el sepulcro (Jn 20, 3). Juan corre más y llega antes, pero sólo se asoma en la entrada. Enseguida llega Pedro y entra (Jn 20, 4-6).
Entonces surge el diálogo entre la razón y el amor, dos caminos para llegar a la Fe. Pedro dice: “No está” (es lógico y razonable pensar que lo han robado), pero Juan contesta: “Ha resucitado”. Pedro sigue hablando el discurso de la razón: “Resucitado no, han robado su cadáver”. Juan, movido por el amor, ha alcanzado ya la Fe: “Pero Él dijo al tercer día resucitaré”. Y Pedro cree al fin (Se trata de una licencia, pues el evangelista dice que el único que creyó es Juan: Jn 20, 10).
Al salir del sepulcro, se topan con María Magdalena, que ha vuelto. Ellos se van corriendo a decir a todos que Jesús ha resucitado (nueva licencia del director) mientras ella se queda desconsolada junto a la tumba (Jn 20, 11). Por detrás de un alto palmeral, se oye una voz que dice: “Mujer, ¿por qué lloras?” (Jn 20, 15). Magdalena no reconoce aún la voz de Jesús, y le dice, tomándole por el hortelano: “Si te has llevado a mi Señor, dime dónde lo has puesto”. Jesús sale de la zona arbolada y dice, a la vista de ella: “¡María!”. Y ella grita: “¡Maestro!” y le abraza emocionada (Jn 20, 16). Una reacción mucho más efusiva que la sugerida en el Evangelio (“No me toques”, le dice Jesús) y más expresiva que las reflejadas en filmes anteriores.
Además, aquí el reconocimiento de Jesús no se produce porque Él se vuelva hacia ella (como en Rey de Reyes) sino por la elevada maleza, lo cual es más razonable. No recoge con exactitud las palabras de S. Juan (“Ella se volvió”), pero sí la sugerencia de que el descubrimiento se produce cuando escucha su nombre. Descubrir que Dios la llama por su nombre, personalmente, con un tono conmovido de infinito cariño, es algo que la cinta sugiere, aunque no lo haya reflejado por completo.
Después vendrá también la reticencia de Tomás y el testimonio de María Magdalena, justo antes de la aparición de Jesús (Jn 20, 24-29), pero esto queda ya fuera del vídeo que ahora presento. Lo que muestro es suficiente para ver cómo Roger Young ha sabido plasmar en imágenes todos los sucesos de aquella intensa mañana y todas las reacciones de los personajes principales. Todo en apenas 3 minutos y siguiendo enteramente el relato de S. Juan.
Frente al Jesús exclusivamente divino de los sesenta (Rey de Reyes, La historia más grande jamás contada) y frente al Jesús “revolucionario” de los 70 y 80 (Jesucristo Superstar, Jesús de Montreal), los nuevos filmes van a tratar de mostrar a un Jesús que es Dios y Hombre al mismo tiempo: muy divino en sus milagros y en su mensaje, pero también muy humano en la preocupación por su Madre y por todos los que le siguen.
El primer fruto de esta nueva tendencia vino de la mano de Ettore Bernabei, un productor italiano que produjo con la CBS la miniserie Jesús (1999), de cuatro horas de duración, dirigida por Roger Young e interpretada por Jacqueline Bisset, Jeremy Sisto y Debra Messing. Jesús habla de su condición divina, pero a la vez sonríe, bromea y dialoga afectuosamente con los apóstoles.
En el relato de la Resurrección, Young ha creado una puesta en escena que hila muy bien las distintas versiones de los evangelistas. Sobre todo, sigue muy de cerca el relato de S. Juan. La mañana del Domingo, María Magdalena se dirige al sepulcro. Ve la piedra removida (Jn 20, 1) y corre al cenáculo para decir a los apóstoles que “¡Han robado su cadáver!” (Jn 20, 2). Pedro y Juan salen corriendo hacia el sepulcro (Jn 20, 3). Juan corre más y llega antes, pero sólo se asoma en la entrada. Enseguida llega Pedro y entra (Jn 20, 4-6).
Entonces surge el diálogo entre la razón y el amor, dos caminos para llegar a la Fe. Pedro dice: “No está” (es lógico y razonable pensar que lo han robado), pero Juan contesta: “Ha resucitado”. Pedro sigue hablando el discurso de la razón: “Resucitado no, han robado su cadáver”. Juan, movido por el amor, ha alcanzado ya la Fe: “Pero Él dijo al tercer día resucitaré”. Y Pedro cree al fin (Se trata de una licencia, pues el evangelista dice que el único que creyó es Juan: Jn 20, 10).
Al salir del sepulcro, se topan con María Magdalena, que ha vuelto. Ellos se van corriendo a decir a todos que Jesús ha resucitado (nueva licencia del director) mientras ella se queda desconsolada junto a la tumba (Jn 20, 11). Por detrás de un alto palmeral, se oye una voz que dice: “Mujer, ¿por qué lloras?” (Jn 20, 15). Magdalena no reconoce aún la voz de Jesús, y le dice, tomándole por el hortelano: “Si te has llevado a mi Señor, dime dónde lo has puesto”. Jesús sale de la zona arbolada y dice, a la vista de ella: “¡María!”. Y ella grita: “¡Maestro!” y le abraza emocionada (Jn 20, 16). Una reacción mucho más efusiva que la sugerida en el Evangelio (“No me toques”, le dice Jesús) y más expresiva que las reflejadas en filmes anteriores.
Además, aquí el reconocimiento de Jesús no se produce porque Él se vuelva hacia ella (como en Rey de Reyes) sino por la elevada maleza, lo cual es más razonable. No recoge con exactitud las palabras de S. Juan (“Ella se volvió”), pero sí la sugerencia de que el descubrimiento se produce cuando escucha su nombre. Descubrir que Dios la llama por su nombre, personalmente, con un tono conmovido de infinito cariño, es algo que la cinta sugiere, aunque no lo haya reflejado por completo.
Después vendrá también la reticencia de Tomás y el testimonio de María Magdalena, justo antes de la aparición de Jesús (Jn 20, 24-29), pero esto queda ya fuera del vídeo que ahora presento. Lo que muestro es suficiente para ver cómo Roger Young ha sabido plasmar en imágenes todos los sucesos de aquella intensa mañana y todas las reacciones de los personajes principales. Todo en apenas 3 minutos y siguiendo enteramente el relato de S. Juan.