domingo, 31 de mayo de 2015

“Conducta”: una gran película sobre enseñanza y educación

Se estrena el viernes 5 de junio, o el 4 en aquellas ciudades donde ese día es festivo. El titular del artículo no es exagerado, porque “Conducta” (Cuba, Ernesto Daranas, 2014) ha recibido más de 30 premios internacionales y muchas más nominaciones: candidata al Oscar por Cuba, finalista en los Goya, triunfadora en el Festival de Málaga, galardonada en el Iberoamericano de Huelva, en la Muestra de Cine Latinoamericano de Cataluña, y en festivales de Nueva York, Brasilia, Lima, Giffoni, Marsella, Grenoble… La última alegría la recibió el 28 de mayo con el anuncio de las 8 nominaciones a los Premios Platino, que se entregarán en Marbella el próximo 18 de julio.

Pero, por encima de esa abundancia de reconocimientos, “Conducta” es sobre todo un gran filme, uno de esos que muchos críticos calificarían de imprescindible. Una película tan valiosa que puede “codearse” –por su alcance, no por su presupuesto‑ con títulos que han retratado a insignes “profesores de cine”. En el caso de “Conducta” se trata de una maestra, Carmela, que –estoy seguro– se convertirá en una referencia cinematográfica para el sector docente, como en su momento lo fue Mr. Keating (“El club de los poetas muertos”, 1989).

A alguno podría sorprenderle que una cinta cubana logre una cota tan alta de excelencia. En Cuba, desde luego, no están en condiciones de realizar grandes alardes presupuestarios, pero allí surgen verdaderos artistas y existe –por ejemplo‑ una larga tradición en el género documental, algo que se nota en la autenticidad que respira “Conducta. En su país logró abarrotar durante varias semanas las salas de cine, fenómeno que no se producía de 1993, con el estreno de “Fresa y chocolate” (Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío).

El filme nos presenta a unos personajes entrañables, que se ganan el corazón del espectador: Chala, un niño de 11 años, que vive con su madre drogadicta, Sonia, y que entrena perros de pelea para aportar algo de dinero a su casa; Carmela, su maestra de sexto curso, una veterana y excelente profesional que conoce bien a Chala y sabe encauzar sus arranques de agresividad; Yeni, su primer amor y la mejor alumna de la clase… Una serie de acontecimientos, que es preferible no desvelar, afectará a todos ellos, pero sobre todo a Chala, a quien los responsables del colegio han decidido enviar a una “Escuela de conducta” (algo parecido a un correccional).

La sabia dirección de Daranas (La Habana, 1961) consigue introducirnos en los barrios marginales y en las calles bulliciosas de su ciudad natal; nos sube a azoteas llenas antenas; nos familiariza con el sonido de La Habana, con sus edificios deteriorados, con sus coches desfasados, con ese viejo tren que parece un elemento más del paisaje… Pero es la suya una mirada llena de cariño, que sabe sacar belleza de todo lo que filma –incluso de los desconchones– para asombro del espectador. La potencia visual de la espléndida fotografía de Alejandro Pérez es una de las claves de ese impacto.

Conducta” cuenta con un guión muy medido del propio director, donde presente y pasado interfieren y dotan a la narración de un ritmo que nunca decae. La riqueza argumental no elude una cierta crítica política y del sistema educativo cubano, ni la importancia de la Religión para la vida de las personas. Y se agradece que su final sea tan abierto como esperanzador.

Si la actuación de Armando Valdés Freire como Chala es de una naturalidad sorprendente, la de Alina Rodríguez en el papel de Carmela es de aplauso, y así le fue reconocida en varios festivales. Les acompañan un buen puñado de secundarios, todos muy bien dirigidos, con una mención especial para los niños, que se enfrentan a la cámara sin el menor signo de teatralidad.

"Confieso que, mientras la filmábamos, pensábamos que era una historia muy nuestra, pero cuando la película empezó a ser premiada en festivales de lugares tan diversos, entendimos que la empatía que sus personajes despiertan es universal", declaró Daranas cuando conoció la nominación al Goya de “Conducta”. Unas palabras confirmadas por los varios “premios del público” que ha recibido.

Conducta” es una cinta que gustará a un amplio espectro de personas, que encantará a los docentes y educadores en general, y que puede convertirse en una herramienta didáctica muy eficaz. UNICEF la ha distinguido con dos galardones por “su defensa de los derechos de los niños”, y apoyará su estreno en España con diversas iniciativas institucionales.

Ojalá el público español también sepa apreciarla.

Juan Jesús de Cózar

lunes, 25 de mayo de 2015

Selección de estrenos en DVD (Mayo 2015)

Ofrezco la selección de estrenos en DVD que ha publicado Ana Sánchez de la Nieta en Aceprensa. Me parece un elenco acertado, pensado para poder ver en familia (para jóvenes y adultos).

Magia a la luz de la luna

Director y guionista: Woody Allen. Intérpretes: Colin Firth, Simon McBurney, Emma Stone, Catherine McCormack, Eileen Atkins, Erica Leerhsen. 97 min. (D).

Años 20 del pasado siglo. Stanley, afamado mago británico que rechaza cualquier cosa que huela a sobrenatural, disfruta desenmascarando a todo aquel que ose atribuirse dotes de adivinación o capacidad de comunicarse con los espíritus. Un amigo le propone conocer en la Provenza francesa a la joven americana Sophie, quien tiene obnubilada por completo a una adinerada familia. Y aunque Stanley está convencido de que es una embaucadora, Sophie empieza a hacerle pensar si no habrá dado por fin con alguien capaz de alterar sus racionalistas convicciones. El film funciona, con su halo romántico, y bromas y sorpresas de buena ley, sembrando las dudas que el mismo cineasta alberga. Allen potencia a grandes actores a los que no había acudido hasta la fecha, como Colin Firth y Emma Stone.

Interstellar

Director: Christopher Nolan. Guion: Jonathan Nolan, Christopher Nolan (argumento: Kip Thorne). Intérpretes: Matthew McConaughey, Anne Hathaway, Jessica Chastain, Michael Caine, Matt Damon, Bill Irwin, John Lithgow, Casey Affleck, David Gyasi, Wes Bentley. 169 min. Oscar a los efectos visuales.

El creador de la mejor saga de Batma cuenta aquí la historia de un padre que se embarca en una compleja misión espacial en busca de una galaxia donde los seres humanos puedan vivir, pues la Tierra ha quedado inhabitable. A partir de esta sinopsis, que comparte con títulos similares, y de una historia del físico americano Kip Thorne, que primero atrajo a Steven Spielberg, Nolan construye un complejo relato sobre agujeros negros, viajes en el tiempo y realidades en cuarta y quinta dimensión. Interstellar no es ni mucho menos perfecta pero es un espectáculo enorme, una de esas películas que uno recomienda sin miedo a sus amigos sabiendo que no van a arrepentirse de haberse dejado un dinero en la taquilla.

The Imitation Game (Descifrando Enigma)

Director: Morten Tyldum. Guion: Graham Moore (libro: Andrew Hodges). Intérpretes: Benedict Cumberbatch, Keira Knightley, Mark Strong, Charles Dance, Matthew Goode, Allen Leech, Tuppence Middleton. 114 min. (D). Oscar al guion adaptado.

Interesante biopic sobre Alan Turing, el matemático británico que consiguió descifrar los mensajes nazis en la Segunda Guerra Mundial. Su máquina, precursora de los actuales ordenadores, permitió acortar la guerra, impulsó la victoria de los aliados y salvó millares de vidas. La historia es conocida, pero no fácil de contar bien: no lo es mantener un thriller apoyado en términos matemáticos, y ante esta dificultad, la tentación de dirigir la acción hacia alguna “carretera secundaria” –llámese historia de amor, conflicto personal, grupal, etc– es muy fuerte. Tyldum evita los dos peligros, por un lado dando peso a lo que realmente tiene importancia y desarrollando bien el invento de la máquina; por otro, abordando las subtramas dramáticas como lo que son: necesarias pero secundarias.

Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?

Director y guionista: Philippe de Chauveron. Intérpretes: Christian Clavier, Chantal Lauby, Ary Abittan, Medi Sadoun. 97 min. (S).

Los Verneuil, Claude y Marie, son un matrimonio de raíces profundamente francesas. Cristianos de siempre, no entienden qué les pasa a sus cuatro hijas. La primera se ha casado con un musulmán de origen argelino; la segunda, con un judío; la tercera, con un chino… A Claude y Marie les gustaría que la pequeña se casara por la Iglesia, con un católico. Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho? es una comedia sin pretensiones, pero bastante lograda: con buenos actores, diálogos agudos y situaciones divertidas. Chauveron juega la baza del buen cine francés, pero ofrece un mensaje universal: la intransigencia y la xenofobia se encuentran a ambos lados y todos tienen que hacer un esfuerzo para convivir.

domingo, 17 de mayo de 2015

Estreno de "Romero": un mártir de la Fe

Este sábado 23 de mayo es la beatificación de Mons. Romero. Con ese motivo, el festival de Cine Madrimaná organiza, el miércoles 20 de mayo, en Madrid, un preestreno benéfico de la película "Romero. El santo del pueblo", que este mes lanza en DVD la distribuidora European Dreams Factory, galardonada este año con el Premio ¡Bravo! de la Comisión de Medios de Conferencia Episcopal.

Tras una década muy conflictiva social, política y económicamente, El Salvador inaugura la década de los 80 del siglo XX con una nunca declarada guerra civil entre el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y la gubernamental Fuerza Armada de El Salvador (FAES) –los Escuadrones de la Muerte–. Una guerra que duró doce años y que dejó 75.000 salvadoreños muertos o desaparecidos. En ese contexto, la Iglesia de El Salvador vivía momentos difíciles. Por un lado, había sacerdotes y obispos que, temerosos de la amenaza comunista, se alinearon con el Gobierno; por otro, estaban los sacerdotes –muchos de ellos jesuitas– que sucumbieron a la Teología de la liberación y algunos de los cuales terminaron por coger las armas; en medio, estaban católicos como monseñor Óscar Romero, que denunciaban desde la fe las graves injusticias que se perpetraban contra el pueblo, pero sin ceder a las veleidades marxistas de la lucha de clases.

Todo esto queda muy bien retratado en la película norteamericana Romero, realizada en 1989 por John Duigan, con guion de John Sacret Young, antes de finalizar la guerra civil. El actor Raúl Juliá da vida a monseñor Romero, al que vemos en 1977, cuando fue nombrado arzobispo de San Salvador por el Papa Pablo VI. Él mismo, que se concibe como un ratón de biblioteca, no comprende el sentido de su elección. Muchos le consideran un hombre débil, incapaz de afrontar los retos que tiene delante, pero los sucesos que van a ocurrir ante sus ojos le van a transformar en un hombre lleno de coraje y valentía, siempre a causa de su fe.

Uno de estos acontecimientos es el asesinato del jesuita Rutilio Grande, gran amigo de Romero, cuando se dirigía a una aldea a celebrar misa. A partir de ese momento, el obispo va a comprender la verdadera posición del Gobierno y se va a ir distanciando e incluso enfrentando a los dirigentes de la nación. Otro suceso fue el secuestro del ministro de Agricultura, Rafael Zelada, a manos de la guerrilla, cuando el obispo trató infructuosamente de mediar. Pero un hecho que obligó a Romero a abandonar definitivamente la ambigüedad fue la detención de su amigo el padre Osuna.

Romero muestra con precisión las diferencias en el seno de la Conferencia Episcopal, el papel del Provincial de los jesuitas y la interesante actitud de monseñor Flores, que a pesar de no estar de acuerdo con Romero, le apoya en todo. Del mismo modo, el film deja clara la actitud de Romero ante la teología de la liberación, en un diálogo que mantiene con un sacerdote guerrillero hacia el final de la película. Sin duda, este largometraje es un hermoso retrato del martirio cristiano, con escenas memorables como la recuperación del Santo Sacramento de una iglesia ocupada por el ejército, o el momento de la muerte de Romero. Inolvidable.

A continuación, ofrecemos un reportaje/trailer (4') que explica el contexto histórico y el sentido del filme.

Juan Orellana
Alfa y Omega

domingo, 3 de mayo de 2015

“Mandarinas”, el filme que merecía el Oscar

Al final se lo llevó “Ida”, la multipremiada cinta polaca de Pawel Pawlikowski. Me refiero al Oscar al mejor film de habla no inglesa, al que también aspiraba “Mandarinas” (Mandariinid, 2013), una producción escrita y dirigida por el estonio Zaza Urushadze que se estrenó en España el viernes 30 de abril.

Si “Ida” es cine mayúsculo, con una soberbia fotografía en blanco y negro, “Mandarinas” me parece una película aún más valiosa, de mayor alcance, a pesar de su aparente modestia. Su línea argumental es sencilla, pero los diálogos y –sobre todo– la actitud del personaje principal, provocan en el espectador una honda reflexión sobre el sinsentido de la guerra y, en general, sobre el de cualquier conflicto que degenere en violencia.

Para que el lector se haga cargo de la historia que narra, conviene recordar que, tras la disolución de la URSS, Georgia declaró su independencia en 1991 y consideraba a Abjasia como república autónoma perteneciente a su país. Sin embargo, Rusia defendía la condición de Abjasia como estado independiente. El conflicto de intereses derivó en la guerra abjasio-georgiana de 1992, momento en el que se sitúa la acción de “Mandarinas”, que comienza con la inserción del siguiente texto: “En la segunda mitad del siglo XIX, en Abjasia se establecieron aldeas estonias. La guerra abjasio-georgiana, que comenzó en 1992, alteró la apacible vida de los habitantes estonios. La mayoría de ellos decidió regresar a su patria histórica. Sus aldeas quedaron vacías. Sólo unos pocos permanecieron”.




Ivo (Lembit Ulfsak) es uno de esos estonios que decidió quedarse. Ebanista y hombre de una calma proverbial, le vemos fabricar cajas de madera para ayudar a su amigo y vecino Margus (Elmo Nüganena), que ha resuelto regresar a Estonia después de recoger y vender la cosecha de mandarinas de su finca. Pero sus casas se encuentran en medio de la contienda, y en una escaramuza bélica resultan heridos un checheno musulmán pro ruso y un georgiano de religión cristiana. Ivo se convierte así, involuntaria pero concienzudamente, en el buen samaritano que debe sanar las heridas de los cuerpos y –principalmente– de las almas de esos dos “enemigos íntimos”. Su austera casa será el improvisado hospital donde Ivo, como sabio alquimista, elaborará con sus hábiles manos las “pócimas” curativas. Sus serenas y firmes palabras harán el resto.

Por lo escrito hasta ahora podría dar la impresión de que “Mandarinas” es una película algo plana, pero nada más lejos de la realidad. El ritmo es intencionadamente reposado, pero contiene algunas impactantes escenas de acción y está recorrida por una notable tensión interna que engancha al espectador sin manipularlo. Por lo demás, el guión nos regala algunos diálogos memorables y nos desvela al final los motivos del comportamiento de Ivo.

Urushadze filma con solvencia y dirige muy bien a sus actores. En este sentido, buena parte de la credibilidad del film hay que adjudicársela a la interpretación del veterano Lembit Ulfsak, de una naturalidad apabullante y que puede traer a la memoria la de Richard Farnsworth en “Una historia verdadera” (David Lynch, 1999).

Mandarinas” no es sólo un gran alegato contra la guerra, como también lo fue la oscarizada “En tierra de nadie” (2001), del bosnio Danis Tanovic. Aunque ambas películas tienen algún punto de similitud, estamos ante una obra más profunda e imperecedera. En las dos hay tragedia, como es inevitable cuando surge una guerra, pero “Mandarinas” no sólo es una llamada a la paz y al desarme, sino también al respeto, a la comprensión, a la necesidad de perdonar, a la esperanza… Una esperanza a la que da alas la evocadora canción del compositor georgiano Irakli Charkviani que suena en la última escena y que se puede escuchar aquí.

Juan Jesús de Cózar