domingo, 27 de abril de 2014

“El cielo es real”, un filme cristiano que barre en la taquilla U.S.A.

(JUAN JESÚS DE CÓZAR).- Se estrenó el pasado 16 de abril en 2.400 salas de Estados Unidos (actualmente ya son 2.700) y lleva cosechados más de 38 millones de dólares, una cifra sorprendente si pensamos que ha contado con un presupuesto de 12 millones y que se trata de una película expresamente cristiana.

El impacto del film se entiende mejor comparando estos datos con los de “Trascendence”, película protagonizada Johnny Depp que se estrenó el 18 de abril en casi 3.500 salas: con un presupuesto de 100 millones de dólares, por ahora sólo ha recaudado algo más de 14 millones en la taquilla estadounidense.

Recogemos en este artículo algunos apuntes relacionados con el guión, el director y los intérpretes, porque la crítica de la película tendrá que esperar a su estreno en España… ¡si se estrena! La duda surge en relación con la distribuidora, Sony, y su conocida estrategia de incorporar directamente al mercado del dvd –fuera de USA– las películas de temática religiosa: así ocurrió en nuestro país con “Prueba de fuego” (Fireproof, 2008) y con “La fuerza del honor” (Courageous, 2011). De ambas nos ocupamos en este blog.

Ha dirigido “Heaven is for real” (título original del film) Randall Wallace, nominado al Oscar por el guión original de “Braveheart (Mel Gibson, 1995) y director de “Cuando éramos soldados” (2002). La trayectoria de Wallace es muy interesante. Después de estudiar Ruso, Religión y Literatura en la Universidad de Duke, se trasladó a Hollywood para cursar Canto y Composición. Comenzó entonces a escribir cuentos, novelas y guiones para películas, hasta que fue contratado como guionista para una televisión a finales de la década de 1980. Su relación profesional con Mel Gibson y el éxito mundial de “Braveheart resultaron claves en su trayectoria profesional.

Sobre sus creencias, Wallace ha declarado: “Crecí en un hogar cristiano en Tennessee (…). Creo que la muerte de Jesús de Nazaret abrió una puerta al amor y a la vida que es, literalmente, unión con Dios (…) A veces no entiendo algunas de las cosas que hizo, pero pienso que Jesús no me pidió que lo entendiera, sino que lo siguiera. Dio su vida y resucitó de entre los muertos. Así que trato de seguirle. No estoy tratando de difundir mi propia creencia; estoy tratando de vivir sabiendo que Dios me ama, y la única manera que veo de hacerlo es amando a los demás”.

El guión de “El cielo es real” –coescrito por el propio Wallace– está basado en el libro homónimo de Todd Burpo, basado en un caso real: cuenta la experiencia vivida por él y su mujer con su hijo Colton, un niño de 4 años que sobrevivió a la muerte y que afirmó haber visitado el cielo. Greg Kinnear (“Mejor imposible”) se pone en la piel de Todd Burpo, un pastor cristiano que ve zarandeada su fe a causa de una revelación tan “peregrina”… y tan real. Connor Corum da vida a Colton, y Kelly Really a Sonja, la esposa de Todd.

Pese a la claridad temática del film, han surgido algunas voces que se preguntan si “Heaven is for real” es realmente una película 100% cristiana. Este tipo de polémicas resultan habituales en los Estados Unidos, donde conviven multitud de confesiones cristianas, cada una con sus particulares visiones. Esas voces aducen que se han alterado algunos enfoques del libro con el fin de atraer a una mayor audiencia. Las siguientes alegaciones de sus detractores, al comparar la película con el libro, pueden servir como botón de muestra:

- En la película, sin embargo, hay muy pocas referencias a la Biblia.
- Se omiten la presencia del Espíritu Santo, de la Virgen y de San Juan Bautista.
- Nadie habla del infierno en el film, excepto para descartar la idea.
- Se elude la idea de que las personas necesitan tener una experiencia de conversión para poder ir al cielo.

Errores y omisiones aparte –sería estupendo que no los hubiera, pero no hay que esperar de las películas lecciones de Teología–, me parece que hay que dar la bienvenida a este cine trascendente, realizado por profesionales que se atreven con propuestas arriesgadas y que desean llega a un público amplio y variado. Porque el cine no es ideal: también “Cinema is for real”.

lunes, 21 de abril de 2014

La escena de la Resurrección en el cine (y 2)


Ayer veíamos cómo los filmes clásicos (Rey de Reyes, Jesús de Nazaret y la miniserie Jesús) habían plasmado la escena de la Resurrección. Hoy completo esa visión panorámica con la referencia dos filmes modernos, que ofrecen una nueva visión de Cristo.

En la misma línea de mostrar a un Jesús divino y humano, Redentor de los hombres y –a la vez- cariñoso y afable con todos, en el año 2000 se estrena en Estados Unidos una película de animación, dirigida por Stanislav Sokolov, titulada El hombre que hacía milagros. Muy fiel a los Evangelios, la historia está narrada desde el punto de vista de una adolescente: la hija de Jairo, a la que Cristo resucita en una escena conmovedora.

El filme presta una especial atención a la secuencia de la Resurrección y a los acontecimientos que siguieron. Mientras otras películas omiten esa parte (El Mesías) o la distorsionan por completo (Jesús de Montreal, Jesucristo Superstar), El hombre que hacía milagros le da una importancia capital en el conjunto del relato. Además, y en comparación con los demás filmes comentados en este serial sobre “La Resurrección en el cine”, aquí el desarrollo de esos acontecimientos abarca un metraje considerable y conjuga, en su narración, la fidelidad a las Escrituras con una integración creativa de las distintas escenas relatadas por S. Juan y S. Lucas.

En este filme vemos, de forma hilvanada, todos los sucesos de aquellas horas: María Magdalena encuentra la tumba vacía y se echa a llorar (Jn 20, 1). Entonces, una voz cálida a sus espaldas —que ella toma por la del hortelano— trata en vano de consolarla; hasta que le oye pronunciar su nombre, “¡María!”, y se vuelve conmovida porque ha comprendido que está ante Jesús resucitado (Jn 20, 11-18). Según le indica el Maestro, corre a contárselo a Pedro, y esto mueve al apóstol a acudir a la tumba (Jn 20, 2-7), aunque sin la compañía de Juan.

De regreso a Jerusalén, mientras medita en el sepulcro vacío, Pedro se encuentra con el Maestro (Lc 24, 34) y vuelve corriendo para contarlo a los demás apóstoles. Al llegar al cenáculo, vemos que acaban de llegar Cleofás y Jairo, y éstos relatan —se ve luego en dibujos animados— cómo Jesús se les ha aparecido en el camino a Emaús y les ha explicado las Escrituras, y cómo le han reconocido al partir el pan (Lc 24, 13-35). Tomás muestra entonces un escepticismo sarcástico frente a esos relatos, que juzga fantaseados... Y aquí corté la secuencia, para no hacerla demasiado larga. Lo que sigue es la repentina aparición de Jesús, que enseña sus manos a todos, y en especial a Tomás. El apóstol cambia su incredulidad por un sincero acto de fe (Jn 20, 36-41).

La concatenación de escenas -creando unidad en lo que eran cuadros sueltos- es lo que hace sublime, atractivo y dinámico el relato que este filme nos ofrece de toda la secuencia de la Resurrección.

(Para ver la secuencia, pinchar en el fotograma)



El último filme que analizamos en este serie es La Pasión de Cristo (2004), dirigido por Mel Gibson. En un plano breve (un epílogo sumamente sugestivo a todo el gran relato de la pasión) nos ofrece una explicación teológica –basada por completo en un pasaje de S. Juan- de lo que sucedió en el instante de la Resurrección.

Según testimonios de la época, los judíos empleaban una gran sábana blanca para embalsamar a los difuntos. También era costumbre envolver el rostro con otro paño más pequeño (sudario, le llamaban) para sujetar la mandíbula y evitar que se abriera la boca del cadáver. Es lo que hicieron con Jesús: tenía la sábana “y el sudario que había sido puesto en su cabeza” (Jn 20, 7). Con esto tenemos dos piezas: la sábana y una venda separada de ella que se usaba como mortaja.

Cuando Juan entró en el sepulcro, “vio los lienzos plegados y el sudario, que había sido puesto en su cabeza, no plegado junto con los lienzos, sino aparte, todavía enrollado, en un sitio” (Jn 20, 7). Es esa disposición de los lienzos (“todavía enrollados” pero sin el cuerpo en su interior), simplemente “plegados(en el original griego: “caídos”, como si hubiera desaparecido el cuerpo de su interior) es lo que inmediatamente mueve a la conversión del apóstol: “Entonces entró también el otro discípulo…, y vio y creyó” (Jn 20, 8).

Todo esto es lo que trata de reflejar el último plano de la película de Mel Gibson. Un fantástico plano-secuencia sugiere el momento en que se desliza la piedra de la entrada. Todos los Evangelios señalan que la piedra fue removida, y Mateo describe incluso el momento en que “se produjo un gran terremoto, y un ángel del Señor… apartó la piedra” (Mt 28, 2). La toma va recorriendo las distintas cavidades de la roca, y de repente entran en plano los lienzos sagrados en el momento en que empiezan a caer sobre sí mismos.

Sigue el movimiento del plano, y los lienzos quedan “caídos”, atados y enrollados alrededor de la mortaja, como si en ese preciso momento hubiera desaparecido el cuerpo de Jesús. Justo entonces vemos la razón de ese vacío: la cámara enfoca un luminoso primer plano de Cristo resucitado, que a continuación se alza para mostrar su cuerpo glorioso, sin los estigmas de la flagelación y la coronación, pero sí con las señales de los clavos en sus manos. Es el momento en que acaba de resucitar y por eso los lienzos caen sobre sí mismos. Gibson muestra así a los espectadores, justo en el momento en que sucede, lo que una vez acontecido conmoverá profundamente a Juan.

domingo, 20 de abril de 2014

La escena de la Resurrección en el cine (1)

Hoy, día de la Resurrección del Señor, es un buen momento para ver cómo han reflejado este episodio las principales películas. Hoy hablaré de tres filmes clásicos, y mañana de dos más recientes.

En Rey de Reyes (1961), dirigida por Nicholas Ray, el pasaje de la Resurrección sigue a pies juntillas el relato evangélico de San Juan. María Magdalena (Carmen Sevilla) ha pasado la noche entera en el exterior del sepulcro, porque quiere embalsamar el cuerpo del Señor en cuanto pase el sábado (día de obligado descanso para los judíos). Al despertar, “todavía muy temprano, cuando aún estaba oscuro… vio quitada la piedra del sepulcro” (Jn 20, 1). Se asoma, ve los lienzos depositados sobre la losa, “y entonces echó a correr” (Jn 20, 2).

Profundamente agitada, pues piensa que “se han llevado al Señor” (Jn 20, 2), sale en busca de alguien que pueda darle razón de lo que sucede. Alejándose de allí (el relato fílmico omite el encuentro de María con Pedro y Juan, y la carrera de estos hacia el sepulcro), la Magdalena divisa a un hombre que está vuelto de espaldas tanto hacia la cámara como hacia ella. “Pensando que era el hortelano, le dijo: ‘Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto’ (Jn 20, 15).

Sin volverse hacia ella, el hombre inicia el diálogo que recoge S. Juan: “Mujer, ¿por qué lloras?”. “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. En ese instante, es Jesús (Jeffrey Hunter) quien se vuelve –no María Magdalena- y exclama su nombre. Ella le reconoce (aquí más por la visión de su rostro que por escuchar su voz) y grita: “¡Maestro!”. Jesús le dice: “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre. Ve a mis discípulos, y diles que asciendo a mi Padre y a vuestro Padre” (Jn 20, 15-1). El filme concluye el discurso de Jesús con una frase de Mateo: “Diles que vayan a Galilea, allí me verán” (Mt 28, 10).


En 1973, y como consecuencia de dos filmes polémicos (Jesucristo Superstar y Godspell), se concibió la idea de producir un serial televisivo sobre la vida de Jesús. Un proyecto de clara inspiración cristiana, que llevaron adelante la RAI (católica) y la BBC (anglicana). La imagen que la serie nos da de Cristo es clara, brillante, muy divina.

En su relato de la Resurrección, el director Franco Zeffirelli quiso subrayar sobre todo los sentimientos y las reacciones de los personajes. La secuencia arranca con la llegada de María Magdalena y otras dos mujeres (en esto sigue a Mc 16, 1), todavía con las brumas del amanecer. Los soldados dormitan, pero uno despierta: “¿Quiénes sois?”. La Magdalena es quien lidera el grupo: “Somos la familia de Jesús” (Aquí evoca una frase de Jesús: “El que cumple la Voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi Madre”). “¿Y qué queréis?” “Entrar en la tumba para ungir el cuerpo y llevarle ropa limpia, perfumes…”. El afecto humano de los seguidores de Cristo queda manifiesto en el diálogo. Tanto, que conmueve a los soldados: “Está bien. Pero necesitaréis un ejército para remover la piedra”.

En el trayecto al sepulcro, dos jóvenes y misteriosos labriegos les dicen desde una loma: “¿Por qué buscáis a los vivos entre los muertos? Jesús no está aquí?”. (Zeffireli traslada a esta escena previa el encuentro de las mujeres con dos ángeles en la entrada del sepulcro). Ellas les toman por locos y siguen adelante; pero, al llegar al sepulcro, descubren que, en efecto, Jesús no está. María Magdalena vuelve entonces sobre sus pasos, pero los dos jóvenes han desaparecido.

Sigue una breve escena, en la que el tribuno sospecha que sus soldados se han dormido en la guardia. Y, a continuación, el director italiano centra su atención en las actitudes de los apóstoles. Llega al cenáculo Felipe, y todo son recelos de que puedan correr la misma suerte que Jesús. Preguntan a Pedro, que ya entonces hace cabeza en el colegio apostólico, y él responde: “Debemos hacer lo que el Maestro hubiera querido”. Ya no hay dudas ni negaciones en Pedro. Empieza a ser la piedra sobre la que se edifica la Iglesia.

En el instante en que Tomás duda de que Jesús pueda volver, llega María Magdalena y afirma conmovida: “¡Le he visto! ¡Al Maestro! Ha resucitado”. A continuación, la cámara enfoca la reacción de Pedro. Por ese primer plano, y por las citas antes señaladas, podemos concluir que este relato de la Resurrección sigue bastante de cerca el Evangelio de Marcos, que recoge sobre todo la predicación de S. Pedro. Y es que, por encima de la continuidad escriturística, lo que busca Zefirelli en este pasaje es retratar la reacción de los personajes: la emoción y el amor de la Magdalena, la autoridad de Pedro, el temor de los apóstoles, la tosquedad de los soldados, la incredulidad del tribuno

(Para ver la escena, pinchar en el fotograma).


A las puertas del tercer milenio, y tras algunas cintas polémicas (La última tentación de Cristo, Jesús de Montreal) que omiten deliberadamente la secuencia de la Resurrección, varias películas se proponen reflejar una nueva imagen de Cristo: más equilibrada e históricamente precisa.

Frente al Jesús exclusivamente divino de los sesenta (Rey de Reyes, La historia más grande jamás contada) y frente al Jesús “revolucionario” de los 70 y 80 (Jesucristo Superstar, Jesús de Montreal), los nuevos filmes van a tratar de mostrar a un Jesús que es Dios y Hombre al mismo tiempo: muy divino en sus milagros y en su mensaje, pero también muy humano en la preocupación por su Madre y por todos los que le siguen.

El primer fruto de esta nueva tendencia vino de la mano de Ettore Bernabei, un productor italiano que produjo con la CBS la miniserie Jesús (1999), de cuatro horas de duración, dirigida por Roger Young e interpretada por Jacqueline Bisset, Jeremy Sisto y Debra Messing. Jesús habla de su condición divina, pero a la vez sonríe, bromea y dialoga afectuosamente con los apóstoles.

En el relato de la Resurrección, Young ha creado una puesta en escena que hila muy bien las distintas versiones de los evangelistas. Sobre todo, sigue muy de cerca el relato de S. Juan. La mañana del Domingo, María Magdalena se dirige al sepulcro. Ve la piedra removida (Jn 20, 1) y corre al cenáculo para decir a los apóstoles que “¡Han robado su cadáver!” (Jn 20, 2). Pedro y Juan salen corriendo hacia el sepulcro (Jn 20, 3). Juan corre más y llega antes, pero sólo se asoma en la entrada. Enseguida llega Pedro y entra (Jn 20, 4-6).

Entonces surge el diálogo entre la razón y el amor, dos caminos para llegar a la Fe. Pedro dice: “No está” (es lógico y razonable pensar que lo han robado), pero Juan contesta: “Ha resucitado”. Pedro sigue hablando el discurso de la razón: “Resucitado no, han robado su cadáver”. Juan, movido por el amor, ha alcanzado ya la Fe: “Pero Él dijo al tercer día resucitaré”. Y Pedro cree al fin (Se trata de una licencia, pues el evangelista dice que el único que creyó es Juan: Jn 20, 10).

Al salir del sepulcro, se topan con María Magdalena, que ha vuelto. Ellos se van corriendo a decir a todos que Jesús ha resucitado (nueva licencia del director) mientras ella se queda desconsolada junto a la tumba (Jn 20, 11). Por detrás de un alto palmeral, se oye una voz que dice: “Mujer, ¿por qué lloras?” (Jn 20, 15). Magdalena no reconoce aún la voz de Jesús, y le dice, tomándole por el hortelano: “Si te has llevado a mi Señor, dime dónde lo has puesto”. Jesús sale de la zona arbolada y dice, a la vista de ella: “¡María!”. Y ella grita: “¡Maestro!” y le abraza emocionada (Jn 20, 16). Una reacción mucho más efusiva que la sugerida en el Evangelio (“No me toques”, le dice Jesús) y más expresiva que las reflejadas en filmes anteriores.

Además, aquí el reconocimiento de Jesús no se produce porque Él se vuelva hacia ella (como en Rey de Reyes) sino por la elevada maleza, lo cual es más razonable. No recoge con exactitud las palabras de S. Juan (“Ella se volvió”), pero sí la sugerencia de que el descubrimiento se produce cuando escucha su nombre. Descubrir que Dios la llama por su nombre, personalmente, con un tono conmovido de infinito cariño, es algo que la cinta sugiere, aunque no lo haya reflejado por completo.

Después vendrá también la reticencia de Tomás y el testimonio de María Magdalena, justo antes de la aparición de Jesús (Jn 20, 24-29), pero esto queda ya fuera del vídeo que ahora presento. Lo que muestro es suficiente para ver cómo Roger Young ha sabido plasmar en imágenes todos los sucesos de aquella intensa mañana y todas las reacciones de los personajes principales. Todo en apenas 3 minutos y siguiendo enteramente el relato de S. Juan.

viernes, 11 de abril de 2014

Siete películas sobre la pasión de Jesús

La mayor parte de los filmes sobre Jesús abarcan su vida entera o, al menos, su vida pública. Pero, en la historia del cine, también se han producido películas centradas en el relato de la Pasión, o que han tomado ocasión de esa escena para contar una historia de profunda significación cristiana.

En este post ofrezco un breve comentario de las siete películas que, a mi juicio, mejor han reflejado la crucifixión y muerte de Jesús. En cada una indico el director (D) y, si tiene un papel relevante, también el actor que encarnó a Jesucristo (J).

a) Filmes sobre la Pasión:

- La pasión de Cristo (USA, 2004). D: Mel Gibson. J: Jim Caviezel. Muestra con realismo y crudeza los tormentos que sufrió Jesús: los azotes, la subida al Calvario, la crucifixión. Vemos el papel de María en la Redención y su especial sintonía con su Hijo. Sin duda la versión más completa de los sufrimientos de Cristo, con abundantes símbolos y metáforas. La más conocida y la que más ha influido en el público. 126 min.

- Gólgota (Francia, 1935). D: Julián Duvivier. J: Robert Le Vigan. Película que mantiene muy bien el ritmo, con un guión rico en matices sobre los sentimientos de Jesús, al que muestra en una faceta a la vez divina y humana (no tan solemne como en otros filmes de la época). Duvivier tomó todos los diálogos de los Evangelios, componiendo las escenas con una estética preciosista, y con un tono lírico sin precedentes. En este filme se inspiró Zeffirelli para construir su serial televisivo Jesus de Nazaret. 95 min.

- La Passion de Notre-Seigneur Jésus Christ (Francia, 1902). D: Ferdinand Zecca, producida por la casa Pathé con fotografía de Segundo de Chomón. El público acogió el filme con entusiasmo, y Zecca decidió entonces ampliar el proyecto, escribiendo un guión más amplio que abarcaba la vida entera de Jesús. Entre 1903 y 1906, filmó otras escenas que incorporó a las ya rodadas; y al final, la cinta contenía 37 cuadros que contaban la vida entera de Cristo.

- The Passion Play of Oberammergau (USA, 1898). D: Henry Vincent, J: Frank Rusell. Este filme compitió duramente con otro de los Lumiere titulado La Vie et la Passion de Jésus-Christ. El filme de Vincent hace referencia a una representación multitudinaria que, cada cierto tiempo —desde 1634—, lleva a cabo el pueblo entero de Oberammergau, en Baviera, durante la Semana Santa. Inspirado en ella, escribió su propia historia de la Pasión y filmó la película en el Museo de cera y en el Gran Central Palace de Nueva York.

b) Filmes que dramatizan historias en torno a la Pasión:

- Ben Hur (USA, 1959). D: William Wyler. Judá Ben Hur, un aristócrata judío injustamente condenado a galeras, encuentra ayuda y consuelo en Jesús de Nazaret, a quien nunca olvidará. Con el tiempo, ambos vuelven a encontrarse en el momento de la crucifixión: un encuentro que permite a Ben Hur convertirse, volver a la fe perdida y recuperar a su madre y a su hermana, enfermas de lepra. 212 min.

- La túnica sagrada (USA, 1953). D: Henry Koster. Primera película en Cinemascope, que obtuvo cinco candidaturas a los Oscar, incluidos los de mejor película y mejor actor (Richard Burton). Burton interpreta a Marcelo Gallo, el centurión romano encargado de supervisar la crucifixión, cuya vida cambia para siempre cuando, al pie de la cruz, gana la túnica de Cristo en un juego de apuestas. 135 min.

- Barrabás (USA, 1962). D: Richard Fleischer, basada en una novela de Par Lagerkvist. La historia se centra en el personaje del malhechor (interpretado por Anthony Quinn) que fue liberado por Poncio Pilato en lugar de Jesús. Esta figura del ladrón nos es presentada con realismo, como un hombre violento y asesino, pero cuya existencia queda marcada para siempre por la obsesión de que un hombre bueno, al que muchos creían Hijo de Dios, sufrió la muerte miserable a la que él estaba condenado.

Otras películas han tratado también, directa o indirectamente, el relato de la pasión de Cristo. Pero ninguna con la fidelidad de las 4 primeras ni con la sincera emotividad de las 3 últimas. Feliz Semana Santa, también con ayuda del cine.

domingo, 6 de abril de 2014

“Noé”: cine bíblico 2.0 (Por qué, a pesar de todo, merece la pena verla)

(JUAN JESÚS DE COZAR).- Después de lo que ha “llovido” en relación con la película “Noé”, parecía obligado incluir en el blog una reseña de primera mano. El sexto filme de Darren Aronofski (Brooklyn, New York, 1969), estrenado en España el pasado viernes 4 de abril, provoca en el crítico sensaciones diversas y a veces contradictorias. ¿Cómo explicarlo? Supongamos que su imaginación conserva como modelo de cine bíblico el que realizó Cecil B. DeMille y el de quienes siguieron su estela: “Los Diez Mandamientos”, “Sansón y Dalila”, “La túnica sagrada”, etc; o aquella película de John Huston titulada “La Biblia”, que recuerdo haber visto de niño en pantalla grande. Pues bien, “Noé” choca frontalmente con estos esquemas.

Pensemos ahora en la juventud multipantalla, habituados a una estética de videojuegos, a los alardes digitales, a imágenes que se suceden a la velocidad de la luz… “Noé” encaja perfectamente en ese mundo audiovisual.

Soy consciente de que la mayoría de los lectores de una crítica buscan datos que disipen sus posibles dudas: ¿voy a verla o no? A la vez, ellos deben tener en cuenta que lo que leen no es más que una opinión personal. Dicho esto, hay que mojarse y lo que sigue pretende justificar que sí, que a pesar de tratarse de una película desmesurada, a veces extravagante, con escenas que chirrían y que pueden provocar cierto sonrojo en el espectador “clásico”, Noé” tiene calidad y buenas intenciones.

La historia original es bien conocida; y a Aronofski, judío que se declara ateo, siempre le impresionó el relato. No es de extrañar, por tanto, que después del éxito de la cruda y sobrevalorada “El cisne negro”, consiguiera una financiación de 130 millones de dólares para su ansiada “Noé”. Aronofski –también guionista junto Ari Handel– ha llevado el texto bíblico a su terreno, de modo que le permitiera desarrollar la gran potencia visual que caracteriza a sus películas. Y, claro, se aleja del texto sagrado: propone una situación familiar algo distinta, presenta unos ángeles caídos que parecen rocosos transformers, introduce un villano (casi de cómic) llamado Tubal Caín…

El resultado es una mezcla de géneros no siempre bien armonizados, pero que generan una escenas vistosas, apabullantes desde el punto de vista técnico, y muy impactantes para el espectador; que se ve arrastrado por las imágenes, el sonido y una épica banda sonora de Clint Mansell, con variados elementos electrónicos, que a veces se antoja algo estridente.

Se dice que Aronofski no ha querido ofender a nadie, y pienso que la película le da la razón. Una actitud que –aparte de las convicciones personales‑ parece inteligente, teniendo en cuenta que para recuperar la inversión realizada, es mejor no fabricarse enemigos. Es verdad que el director inventa; pero, puestos a inventar, ¿por qué no colocar a Noé una segunda mujer jovencita que “animara” el arca?; o, ¿por qué no proponer una disputa entre Sem y Cam por Ila (Ema Watson)? Pues no. La película propone unas relaciones amorosas respetuosas, evita la violencia truculenta y utiliza un lenguaje lleno de corrección (Vamos, que no hay ni sólo taco).

Ciertamente, se nos presenta a un Noé (un creíble Russell Crowe) algo atormentado y oscuro, siempre dispuesto a cumplir la voluntad de un Dios que a veces parece exigirle demasiado, y que no siempre sabe distinguir de sus propios deseos. Y aquí es justo reconocer la aportación al guión del papel de Naameh (Jennifer Connelly), la esposa de Noé, que moderniza el personaje al mostrarla como una mujer fuerte y llena de ternura, el gran apoyo de Noé y de sus hijos, pero lejos de ser una mujer sumisa. Menos interés tiene –a mi parecer– la inclusión de Matusalén (Anthony Hopkins), el abuelo de Noé.

El fulgor de los efectos especiales no oculta los temas de fondo: el plan salvífico de Dios, el pecado y la culpa, el castigo, el perdón; la compasión, el arrepentimiento, la presencia del mal en el mundo y en el propio corazón del hombre. Todo desde una perspectiva elemental, pero meritoria, teniendo en cuenta como está el “patio”. Incluso se apunta el deseo de Dios de hablar con los hombres, que fácilmente nos olvidamos de Él.

¿Noé, un líder ecologista? Desde luego hay una clara reivindicación del cuidado del medioambiente –Noé conserva y construye, mientras Tubal Caín consume y destruye‑, pero no está ahí la clave del filme. En realidad, no deja de ser una película de acción con el pre-texto del famoso diluvio.

¿Será así el cine bíblico del siglo XXI? Supongo que habrá de todo. En cualquier caso, “Noé” no es para nostálgicos, y abre la puerta a un tipo de filmes “religiosos” que –de esto no hay duda– estarán adaptados a los gustos estéticos de las nuevas generaciones.