A todo este material que procede de los Evangelios o de la tradición, los dos guionistas sumaron también las visiones de Ana Catalina Emmerich, que quedaron recogidas en muchas secuencias de la película. Entre ellas, cabe destacar las siguientes:
- Durante la oración en el huerto de Getsemaní, el diablo aparece junto a Jesús y trata de tentarle para que desista. Según Emmerich, “Satanás gritaba a su santa humanidad diciéndole: ‘¡Cómo! ¿Vas a tomar también este castigo sobre ti? ¿De verdad quieres satisfacer por todo esto?’”.
- Cuando el Señor despierta a los tres apóstoles dormidos y se va de nuevo a orar, los apóstoles dialogan entre ellos: “¿Qué tiene?, ¿qué le ha sucedido?... Está en un completo abandono”. Y, tras la segunda visita, comentan: “¿Qué haremos nosotros cuando le hayan hecho morir? Lo hemos dejado todo por seguirle...”.
- Tras el prendimiento, los alguaciles atan al Señor con cuerdas y cadenas y lo arrastran camino de Jerusalén, mientras lo maltratan y le dan latigazos. Como consecuencia, Jesús cae por dos veces al suelo. Al llegar al puente que cruza el torrente Cedrón, lo arrojan desde lo alto, y el Señor queda suspendido de las cuerdas.
- Después de las negaciones, Pedro sale fuera de la casa de Caifás y se encuentra con la Virgen. Cuenta Emmerich: “María le dijo: ‘Simón, ¿qué ha sido de Jesús, mi Hijo?’ (...) Pedro exclamó, llorando: ‘¡Oh, Madre, no me hables! Lo han condenado a muerte y yo le he negado tres veces’. Pedro, como fuera de sí, huyó del patio y se fue a la gruta del monte de los Olivos”.
- A Judas se le aparece Satanás “bajo una forma horrible” (en la película, bajo la forma de unos niños deformes), y le incita a la desesperación. Finalmente, le lleva “a un lugar pantanoso, lleno de escombros y de inmundicias” (en la película, un lugar de inmundicia con el cadáver de un burro en descomposición).
- La mujer de Poncio Pilato, Claudia Prócula, da unas piezas de tela a la Madre de Jesús. Un poco más tarde, señala Emmerich, “habiéndose apartado el pueblo, María y Magdalena se acercaron al sitio en donde Jesús había sido azotado, y limpiaron por todas partes la sagrada sangre de Jesús con el lienzo que Claudia Prócula les había dado”.
- Tras el encuentro de Jesús con su Madre, “uno de los soldados preguntó: ‘¿Quién es esta mujer que se lamenta?’. Y el otro respondió: ‘Es la madre del galileo’”.
- Mientras el Señor, en su costosa subida, llega a caer hasta siete veces, “los fariseos, a caballo, siguieron caminos más cómodos situados al lado occidental del Calvario”.
- Como la mano izquierda no llega hasta el agujero del travesaño, apunta Emmerich, “ataron una cuerda a su brazo izquierdo y tiraron de él con toda su fuerza, hasta que lo dislocaron”.
- Al morir el Señor, no solo tiembla la tierra y se rasga el velo del Templo, sino que sucede un horrible terremoto y se derrumban algunas paredes del Templo. Los sacerdotes salen despavoridos.
- El centurión romano Casio (después bautizado como Longinos) clava su lanza en el costado del Señor. “Al retirarla —señala Emmerich—, salió de la herida un chorro de sangre y agua que mojó su rostro. Se arrodilló y confesó en voz alta su fe en Jesús”.
Además de los relatos de Emmerich, Gibson y Fitzgerald utilizaron también el libro Mística Ciudad de Dios (conocida igualmente como Divina Historia de la Madre de Dios), de la monja franciscana española Sor María de Ágreda (1602-1665). Redactado dos veces —pues la autora quemó la primera redacción— y publicado póstumamente, el libro desarrolla una amplia biografía de la Virgen, se configura también como un tratado de mística, e incluye asimismo algunas visiones sobre la Madre del Señor y sus experiencias durante la Pasión.
La obra, que fue muy popular en su tiempo, cuenta en la actualidad con más de doscientas cincuenta ediciones en numerosas lenguas. Y en sus páginas —como en gran parte de la tradición mística española— se mezcla lo teológico y lo literario, lo devoto y lo biográfico, la historia bíblica y los arrebatos místicos. De esas visiones de la monja, toma Gibson diversos aspectos, muy especialmente una de las escenas más desgarradoras de toda la cinta: aquella en que, para remachar los clavos recién hincados en el madero, los soldados dan la vuelta a la cruz, con Jesús clavado en ella, y el Señor sufre un violento tirón de sus miembros, mientras queda boca abajo, suspendido milagrosamente en el aire.
Sagrado corazón de Jesús en vos confío. Dulce corazón de María, sed la salvación del alma mía. . Amén
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