La pregunta que se ha formulado el millón trescientos mil mexicanos que han acudido a ver Cristiada (For Greater Glory) es la siguiente: "¿por qué en las clases de Historia nunca han hablado de esta tragedia?". Y es que, efectivamente, durante años fue un episodio que pocos se atrevían a contar, tanto por el interés de los gobiernos procedentes del perseguidor Calles en sepultar una página de vergüenza y de sangre, como por la imposibilidad de los agraviados de encontrar justicia, que los llevó más bien a mantener en el olvido lo ocurrido antes, en y después de la inhumana guerra cristera.
La película ha redirigido la memoria histórica hacia hechos por largo tiempo ignorados. En 1985, después de casi sesenta años de su inicio, por primera vez una fuente oficial reconoció la magnitud de lo ocurrido: “No olvidemos –diría el presidente Miguel de la Madrid en su informe de gobierno– que aún en los años veinte 200.000 mexicanos perdieron la vida en una guerra de persecución religiosa”. Ahora, la película en cuestión ha redirigido la memoria histórica hacia hechos por tanto tiempo ignorados.
La trama se centra en la causa de la guerra: un marco legal que asfixiaba hasta tal punto la práctica de la religión, que llevó a los obispos a indicar que, mientras subsistieran esas leyes, los sacerdotes no estaban en condiciones de ejercitar su ministerio, pues hacerlo sería tanto como ponerse a las órdenes del Estado. Esto habría de ocurrir a partir del 1 de agosto de 1926.
Ante la suspensión del culto, pequeños comerciantes, obreros y, sobre todo, campesinos, una vez que habían agotado todos los recursos legales y pacíficos, no vieron otra salida que la opción de las armas.
Poco a poco se fueron multiplicando los grupos de espontáneos que, sin coordinación alguna todavía, combatían al ejército opresor: “soldados de ideal, más que de oficio” los calificaría una revista contemporánea al levantamiento. A un año de haberse iniciado el movimiento de defensa armada, una asociación cívica nacida para defender la libertad religiosa, la Liga, había de proveer al movimiento de un estratega que les diera cohesión: el general Enrique Gorostieta, militar en retiro que acepta, por un sueldo, encabezar a los levantados.
En muy poco tiempo, Gorostieta hizo de ejércitos volátiles verdaderas unidades militares capaces de cumplir misiones específicas; un ejército disciplinado y obediente con el que se podía contar para el desarrollo de una lenta, pero constante campaña contra el gobierno de Calles. En los lugares ocupados por el ejército libertador –casi siempre solo de manera temporal–, privaba la más estricta disciplina y un gran respeto por las personas y sus propiedades. En la mayoría de los pueblos, la entrada del ejército cristero constituía un verdadero de día de fiesta.
La cinta consigue, a través de Andy García, rescatar del olvido la figura de Gorostieta y poner de relieve su insustituible participación en el conflicto armado. Quizá algunos hubiesen preferido que no se utilizara el nombre de personajes reales, pero, por más que existan opiniones encontradas en torno a las licencias cinematográficas con las que se cuenta esta trama, hay una gran coincidencia en que la ambientación general y los rasgos de los personajes principales respetan bastante la realidad histórica. También se consigue reflejar adecuadamente la participación de las mujeres en el aprovisionamiento militar.
Más difícil de contar, sobre todo en una película, sería la parte siguiente: el gobierno ofreció no aplicar la legislación anticlerical, los templos se reabrieron al culto, los cristeros entregaron las armas y, a partir de ese momento, el gobierno llevó a cabo una matanza selectiva aniquilando a casi todos los que habían ostentado algún cargo militar, las leyes en algunas regiones del país se tornaron todavía más restrictivas que antes de la guerra, una profunda desilusión embargó a muchos mexicanos que se vieron traicionados.
Los obispos, después de tres años de una guerra que había desangrado una buena parte del territorio nacional y alejado a los sacerdotes de su actividad pastoral ordinaria, hicieron de su parte todo lo posible para que no resurgiera otro levantamiento armado que, sin embargo, en una escala mucho menor, habría de revivirse con poco éxito en algunos estados de la República.
El balance final de la película parece positivo: cientos de miles de mexicanos se han acercado a una página de su historia antes desconocida, y al ejemplo de gente corriente, que es capaz de luchar por la defensa de derechos que considera irrenunciables, al grado de poner en riesgo su vida. A esto quizá habría que añadir algo que no para todos es una virtud: su tono hollywoodesco que, al menos, impide que decaiga el interés del auditorio.
Queda mucho todavía por conocer de esta etapa de persecución que arrojó una cantidad tan grande de muertos, dos terceras partes de ellos pertenecientes a la población civil y que, por lo mismo, más que víctimas de la guerra fueron masacrados por el ejército federal en represalia porque de sus ciudades o aldeas se habían engrosado las filas cristeras.
También falta revalorar el papel del Vaticano para denunciar ante la opinión pública mundial las atrocidades que se estaban viviendo en México. Una persecución –diría Pío XI en su encíclica Iniquis afflictisque– “tal que ni en los primeros tiempos de la Iglesia ni en los tiempos sucesivos los cristianos fueron tratados en un modo más cruel”. Si no hubiera sido por esta encíclica, aparecida en los meses que arreciaba la persecución, y por cientos de artículos publicados en una sección fija de L’Osservatore Romano durante estos años, posiblemente el gobierno de Plutarco Elías Calles y sus sucesores hubieran conseguido su labor de confinamiento y exterminio de la práctica religiosa sin que apenas hubiera intervenido la comunidad internacional.
Juan González Morfín es autor de Murieron por sus creencias. La guerra cristera: hitos y mitos (Panorama, 2012)
La película ha redirigido la memoria histórica hacia hechos por largo tiempo ignorados. En 1985, después de casi sesenta años de su inicio, por primera vez una fuente oficial reconoció la magnitud de lo ocurrido: “No olvidemos –diría el presidente Miguel de la Madrid en su informe de gobierno– que aún en los años veinte 200.000 mexicanos perdieron la vida en una guerra de persecución religiosa”. Ahora, la película en cuestión ha redirigido la memoria histórica hacia hechos por tanto tiempo ignorados.
La trama se centra en la causa de la guerra: un marco legal que asfixiaba hasta tal punto la práctica de la religión, que llevó a los obispos a indicar que, mientras subsistieran esas leyes, los sacerdotes no estaban en condiciones de ejercitar su ministerio, pues hacerlo sería tanto como ponerse a las órdenes del Estado. Esto habría de ocurrir a partir del 1 de agosto de 1926.
Ante la suspensión del culto, pequeños comerciantes, obreros y, sobre todo, campesinos, una vez que habían agotado todos los recursos legales y pacíficos, no vieron otra salida que la opción de las armas.
Poco a poco se fueron multiplicando los grupos de espontáneos que, sin coordinación alguna todavía, combatían al ejército opresor: “soldados de ideal, más que de oficio” los calificaría una revista contemporánea al levantamiento. A un año de haberse iniciado el movimiento de defensa armada, una asociación cívica nacida para defender la libertad religiosa, la Liga, había de proveer al movimiento de un estratega que les diera cohesión: el general Enrique Gorostieta, militar en retiro que acepta, por un sueldo, encabezar a los levantados.
En muy poco tiempo, Gorostieta hizo de ejércitos volátiles verdaderas unidades militares capaces de cumplir misiones específicas; un ejército disciplinado y obediente con el que se podía contar para el desarrollo de una lenta, pero constante campaña contra el gobierno de Calles. En los lugares ocupados por el ejército libertador –casi siempre solo de manera temporal–, privaba la más estricta disciplina y un gran respeto por las personas y sus propiedades. En la mayoría de los pueblos, la entrada del ejército cristero constituía un verdadero de día de fiesta.
La cinta consigue, a través de Andy García, rescatar del olvido la figura de Gorostieta y poner de relieve su insustituible participación en el conflicto armado. Quizá algunos hubiesen preferido que no se utilizara el nombre de personajes reales, pero, por más que existan opiniones encontradas en torno a las licencias cinematográficas con las que se cuenta esta trama, hay una gran coincidencia en que la ambientación general y los rasgos de los personajes principales respetan bastante la realidad histórica. También se consigue reflejar adecuadamente la participación de las mujeres en el aprovisionamiento militar.
Más difícil de contar, sobre todo en una película, sería la parte siguiente: el gobierno ofreció no aplicar la legislación anticlerical, los templos se reabrieron al culto, los cristeros entregaron las armas y, a partir de ese momento, el gobierno llevó a cabo una matanza selectiva aniquilando a casi todos los que habían ostentado algún cargo militar, las leyes en algunas regiones del país se tornaron todavía más restrictivas que antes de la guerra, una profunda desilusión embargó a muchos mexicanos que se vieron traicionados.
Los obispos, después de tres años de una guerra que había desangrado una buena parte del territorio nacional y alejado a los sacerdotes de su actividad pastoral ordinaria, hicieron de su parte todo lo posible para que no resurgiera otro levantamiento armado que, sin embargo, en una escala mucho menor, habría de revivirse con poco éxito en algunos estados de la República.
El balance final de la película parece positivo: cientos de miles de mexicanos se han acercado a una página de su historia antes desconocida, y al ejemplo de gente corriente, que es capaz de luchar por la defensa de derechos que considera irrenunciables, al grado de poner en riesgo su vida. A esto quizá habría que añadir algo que no para todos es una virtud: su tono hollywoodesco que, al menos, impide que decaiga el interés del auditorio.
Queda mucho todavía por conocer de esta etapa de persecución que arrojó una cantidad tan grande de muertos, dos terceras partes de ellos pertenecientes a la población civil y que, por lo mismo, más que víctimas de la guerra fueron masacrados por el ejército federal en represalia porque de sus ciudades o aldeas se habían engrosado las filas cristeras.
También falta revalorar el papel del Vaticano para denunciar ante la opinión pública mundial las atrocidades que se estaban viviendo en México. Una persecución –diría Pío XI en su encíclica Iniquis afflictisque– “tal que ni en los primeros tiempos de la Iglesia ni en los tiempos sucesivos los cristianos fueron tratados en un modo más cruel”. Si no hubiera sido por esta encíclica, aparecida en los meses que arreciaba la persecución, y por cientos de artículos publicados en una sección fija de L’Osservatore Romano durante estos años, posiblemente el gobierno de Plutarco Elías Calles y sus sucesores hubieran conseguido su labor de confinamiento y exterminio de la práctica religiosa sin que apenas hubiera intervenido la comunidad internacional.
Juan González Morfín es autor de Murieron por sus creencias. La guerra cristera: hitos y mitos (Panorama, 2012)
No deja de ser un hecho fácilmente constatable, el que tras todos esos funestos episodios mejicanos estaba la masonería, como elemento impulsor, aunque "discreto", de tanto desmán e injusticia. EL PRI era un nido de ese "selecto" club, órden o secta, como se quiera llamar.
ResponderEliminarNo tengo más que decir. Siempre han ido contra la Iglesia Católica.
Entiendo muy bien el criterio que la Iglesia ha manejado a la hora de discenir los procesos de beatificación ser Santo es ser valiente y fiel al Señor aun a riesgo de todo aun de la misma vida. ¿Qué valen los tesoros materiales o triunfos politico e ideológicos cuando estas estan por encima de Cristo el Señor? Cristiada es una pelicula que nos deja un mensaje para reflexionar.
ResponderEliminarFelicitaciones por el blog. EXCELENTE, estoy contentísima de poder ver aqui todo lo que publicas sobre cine católico, con valores,critica, los trailer, ESTUPENDO. he aprendido mucho de algo que me apasiona el cine.
ResponderEliminartu blog me ha ayudado mucho. Siempre hago mención de él en mi programa BUENAS TARDES, COMO ESTA, por Radio María-Panamá; los sábados a las 13:00 hrs hasta las 14:00 hrs.93.9 FM. Puedes ver en vivo el programa www.radiomaria.org.pa.
Me gustaria entrevistarte para mi programa, por favor me dices, de acuerdo a tu horario cuando puede ser, estimando los cambios de horarios.
muchas gracias
Elizabeth Canto
Gracias, Elizabeth, por tus palabras y por la difusión que haces de mi blog. No me guía otra intención que la de ayudar a otros a descubrir a Cristo en el mundo que nos rodea. Celebro que te ayude y confío en que puedas seguir ayudándome en la difusión del blog.
ResponderEliminarRespecto a la entrevista, le pido que me escriba a mi e-mail y podríamos conversar sobre el tema.
Un cordial saludo.
Exelente para los jóvenes que están empezandoy ayudarle a enfocar la historia de cada año .. me alegra que allá personas que sigan a Cristo no es nada fácil es difícil pero es bello hermoso el camino de la verdad ....tengo a mi ahijada que le han dejado tarea de la historia de Cristiada y sacar su fundamento y respuesta que le deja en el colegio...
ResponderEliminarDios María y Cristo Jesús me los Bendiga a todos y debemos de seguir fundamentandoles a las familia que puedan compartir ver la película todos juntos y luego tener un diálogo....