Para completar la información de un post anterior, relativa a 2008, y a la espera de recibir pronto el listado correspondiente a 2009, ofrezco ahora el elenco de "las 10 mejores películas de cine espiritual de 2007", tal como fue publicado en Forum Libertas. La selección es del Departamento de Cine del Arzobispado de Barcelona:
1. La vida de los otros, de Florian Henckel von Donnersmarck.
El capitán Gerd Wiesler, magistralmente interpretado por el recientemente fallecido Ulrich Mühe, como oficial destacadamente eficaz de la Stasi, la policía secreta de la antigua República Democrática Alemana, es el encargado de espiar a la pareja formada por el prestigioso dramaturgo y director Georg Dreyman (Sebastian Koch), y su novia, la actriz Christa-Maria Sieland (Martina Gedeck). Las actividades opositoras del intelectual serán descubiertas por una vigilancia que vulnera toda intimidad, pero que al mismo tiempo mostrará al espía el verdadero rostro de sus víctimas.
2. Luces al atardecer, de Aki Kaurismäki.
Aki Kaurismäki nos tiene acostumbrados a un cine que permite una lectura trascendente de acontecimientos simples y de personajes menores, como si lo más grande y mejor se transparentase en lo más insignificante. La posibilidad de una lectura espiritual del espectador indica hasta qué punto el director, con su cine, es capaz de comunicar incluso más allá de su voluntad deliberada de expresión, algo que sin duda ha de ser reconocido, en legítimo sentido, como arte.
3. Disparando a perros, de Michael Caton-Jones.
Ruanda, 1994. En plena amenaza de genocidio, la Escuela Técnica Oficial dirigida por un sacerdote católico y bajo el amparo de la ONU se convierte en el único lugar seguro para tutsis y hutus moderados. Cuando las fuerzas internacionales deciden retirarse, se produce una espantosa masacre. La denuncia que dio origen a la película, filmada ya en la reconocida Hotel Rwanda de Terry George, invita a superar la indiferencia sobre África y a asumir la responsabilidad que Occidente contrajo con el genocidio, y también con su antes y su después. Para romper este silencio informativo y ético se nos presenta el sufrimiento y el valor de la entrega de aquellos que permanecieron solidarios en la hora del desastre.
4. Después de la boda, de Susanne Bier.
Jacob, un danés de cuarenta años, lleva diez en la India, trabaja en un orfanato que recoge niños de la calle. La institución está en una situación económica desesperada. De pronto, se recibe una oferta inopinada de Jorgen, un hombre de negocios que está dispuesto a hacer una donación muy generosa, pero pone como condición que Jacob viaje a Dinamarca para entrevistarse con él. Al término de la primera entrevista, pregunta a Jacob si tiene planes para el fin de semana. Ante la respuesta negativa, le invita a asistir a la boda de su hija Anna. Eso lo cambiará todo.
Esta película danesa realizada casi desde los postulados Dogma, nos ofrece una trama dramática compleja y sorprendente.
5. El buen nombre, de Mira Fair.
Centrada en el personaje del joven Gogol, nos muestra a sus padres, Ashoke Ganguli, un hombre honesto y generoso, y Ashima, una cantante de música tradicional, que al casarse se trasladan a vivir en Nueva York. El esfuerzo de fidelidad a las tradiciones indias y de integración de los progenitores contrastará con el estilo más individualista, consumista y de vacío espiritual del protagonista, que decide renunciar a su primer nombre como señal de autonomía y plena inserción occidental.
6. Once, de John Carney.
Bellísima historia de amor, sencilla, sincera y realista, que fue galardonada con total merecimiento con el Premio del Público en el Festival de Sundance 2007. El protagonista es un joven que cada día se aposta con su guitarra en Grafton Street, la calle peatonal más emblemática de Dublín. Un día, una chica que vende flores en la misma calle le escucha con gusto y le pregunta acerca de su vida. La gran originalidad del filme es el conjunto de canciones, que no son un mero adorno, sino la esencia de la historia. Y a este singularísimo musical se une una historia de amor portentosa, aunque discreta. El título de la película da pistas acerca de lo que vemos: el amor puede nacer de nuevo. Hay en el film de Carney una valiente y enriquecedora visión de la familia, con personajes magníficamente resueltos, como el padre del protagonista.
7. Sin destino, de Lajos Koltai.
Primer largometraje realizado por este director de fotografía húngaro, se basa en la obra del premio Nobel de Literatura Imre Kertész Sin destino. Con una mezcla de autorreferencia y distancia irónica se nos presenta la historia de año y medio de la vida de un adolescente en los campos de exterminio nazis.
8. El final del espíritu, de Jim Hanon.
Nuevamente, otra película en clave de testimonio. En este caso basada en el asesinato de cinco misioneros evangélicos en plena selva ecuatoriana en 1956 y el proceso de reconciliación de sus familia con la tribu Huaorani. Es un film con una factura sencilla, sin medios espectaculares, y a pesar de tener un guión demasiado previsible no cae nunca en el simple maniqueísmo.
9. La boda de Tuya, de Wang Quan'an.
Una película menor, pero llena de belleza y bondad, que recibió el Oso de Oro del último Festival de Berlín. Narra la fortaleza serena de Tuya, una joven que vive en los desiertos de la Mongolia interior cuyo esposo ha quedado imposibilitado y que tiene a su cargo dos hijos pequeños. Sus esfuerzos de supervivencia, sobre todo cuando un médico le indica que su espalda no resiste trabajar tan duro, parecen abocados al fracaso. A la vista de su situación, su marido intenta convencerla para que se divorcie de él y pueda volverse a casar. A pesar de que la trama gira en torno a un divorcio, reivindica en cierto modo la unión familiar, presentando a una pareja capaz de superar las dificultades, que antepone el bien del otro por encima de todo.
10. Cuatro minutos, de Chris Kraus.
Jenny es una joven presidiaria violenta pero inteligente que toca prodigiosamente el piano. Una anciana profesora pronto la tutela desde una severidad que cuadra bien con el carácter de la joven y que servirá para el acercamiento mutuo. La confianza en los dones de Dios y en el poder redentor de la belleza a través de la música plantea un proceso de reconstrucción de las diferentes historias que se ven conducidas hacia la liberación. Hay una confianza básica en que, por destrozado que esté un ser humano, siempre es posible la rehabilitación.
1. La vida de los otros, de Florian Henckel von Donnersmarck.
El capitán Gerd Wiesler, magistralmente interpretado por el recientemente fallecido Ulrich Mühe, como oficial destacadamente eficaz de la Stasi, la policía secreta de la antigua República Democrática Alemana, es el encargado de espiar a la pareja formada por el prestigioso dramaturgo y director Georg Dreyman (Sebastian Koch), y su novia, la actriz Christa-Maria Sieland (Martina Gedeck). Las actividades opositoras del intelectual serán descubiertas por una vigilancia que vulnera toda intimidad, pero que al mismo tiempo mostrará al espía el verdadero rostro de sus víctimas.
2. Luces al atardecer, de Aki Kaurismäki.
Aki Kaurismäki nos tiene acostumbrados a un cine que permite una lectura trascendente de acontecimientos simples y de personajes menores, como si lo más grande y mejor se transparentase en lo más insignificante. La posibilidad de una lectura espiritual del espectador indica hasta qué punto el director, con su cine, es capaz de comunicar incluso más allá de su voluntad deliberada de expresión, algo que sin duda ha de ser reconocido, en legítimo sentido, como arte.
3. Disparando a perros, de Michael Caton-Jones.
Ruanda, 1994. En plena amenaza de genocidio, la Escuela Técnica Oficial dirigida por un sacerdote católico y bajo el amparo de la ONU se convierte en el único lugar seguro para tutsis y hutus moderados. Cuando las fuerzas internacionales deciden retirarse, se produce una espantosa masacre. La denuncia que dio origen a la película, filmada ya en la reconocida Hotel Rwanda de Terry George, invita a superar la indiferencia sobre África y a asumir la responsabilidad que Occidente contrajo con el genocidio, y también con su antes y su después. Para romper este silencio informativo y ético se nos presenta el sufrimiento y el valor de la entrega de aquellos que permanecieron solidarios en la hora del desastre.
4. Después de la boda, de Susanne Bier.
Jacob, un danés de cuarenta años, lleva diez en la India, trabaja en un orfanato que recoge niños de la calle. La institución está en una situación económica desesperada. De pronto, se recibe una oferta inopinada de Jorgen, un hombre de negocios que está dispuesto a hacer una donación muy generosa, pero pone como condición que Jacob viaje a Dinamarca para entrevistarse con él. Al término de la primera entrevista, pregunta a Jacob si tiene planes para el fin de semana. Ante la respuesta negativa, le invita a asistir a la boda de su hija Anna. Eso lo cambiará todo.
Esta película danesa realizada casi desde los postulados Dogma, nos ofrece una trama dramática compleja y sorprendente.
5. El buen nombre, de Mira Fair.
Centrada en el personaje del joven Gogol, nos muestra a sus padres, Ashoke Ganguli, un hombre honesto y generoso, y Ashima, una cantante de música tradicional, que al casarse se trasladan a vivir en Nueva York. El esfuerzo de fidelidad a las tradiciones indias y de integración de los progenitores contrastará con el estilo más individualista, consumista y de vacío espiritual del protagonista, que decide renunciar a su primer nombre como señal de autonomía y plena inserción occidental.
6. Once, de John Carney.
Bellísima historia de amor, sencilla, sincera y realista, que fue galardonada con total merecimiento con el Premio del Público en el Festival de Sundance 2007. El protagonista es un joven que cada día se aposta con su guitarra en Grafton Street, la calle peatonal más emblemática de Dublín. Un día, una chica que vende flores en la misma calle le escucha con gusto y le pregunta acerca de su vida. La gran originalidad del filme es el conjunto de canciones, que no son un mero adorno, sino la esencia de la historia. Y a este singularísimo musical se une una historia de amor portentosa, aunque discreta. El título de la película da pistas acerca de lo que vemos: el amor puede nacer de nuevo. Hay en el film de Carney una valiente y enriquecedora visión de la familia, con personajes magníficamente resueltos, como el padre del protagonista.
7. Sin destino, de Lajos Koltai.
Primer largometraje realizado por este director de fotografía húngaro, se basa en la obra del premio Nobel de Literatura Imre Kertész Sin destino. Con una mezcla de autorreferencia y distancia irónica se nos presenta la historia de año y medio de la vida de un adolescente en los campos de exterminio nazis.
8. El final del espíritu, de Jim Hanon.
Nuevamente, otra película en clave de testimonio. En este caso basada en el asesinato de cinco misioneros evangélicos en plena selva ecuatoriana en 1956 y el proceso de reconciliación de sus familia con la tribu Huaorani. Es un film con una factura sencilla, sin medios espectaculares, y a pesar de tener un guión demasiado previsible no cae nunca en el simple maniqueísmo.
9. La boda de Tuya, de Wang Quan'an.
Una película menor, pero llena de belleza y bondad, que recibió el Oso de Oro del último Festival de Berlín. Narra la fortaleza serena de Tuya, una joven que vive en los desiertos de la Mongolia interior cuyo esposo ha quedado imposibilitado y que tiene a su cargo dos hijos pequeños. Sus esfuerzos de supervivencia, sobre todo cuando un médico le indica que su espalda no resiste trabajar tan duro, parecen abocados al fracaso. A la vista de su situación, su marido intenta convencerla para que se divorcie de él y pueda volverse a casar. A pesar de que la trama gira en torno a un divorcio, reivindica en cierto modo la unión familiar, presentando a una pareja capaz de superar las dificultades, que antepone el bien del otro por encima de todo.
10. Cuatro minutos, de Chris Kraus.
Jenny es una joven presidiaria violenta pero inteligente que toca prodigiosamente el piano. Una anciana profesora pronto la tutela desde una severidad que cuadra bien con el carácter de la joven y que servirá para el acercamiento mutuo. La confianza en los dones de Dios y en el poder redentor de la belleza a través de la música plantea un proceso de reconstrucción de las diferentes historias que se ven conducidas hacia la liberación. Hay una confianza básica en que, por destrozado que esté un ser humano, siempre es posible la rehabilitación.
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