Tras la imagen “revolucionaria” de Jesucristo Superstar y Godspell, la segunda mitad de los setenta ofreció una imagen distinta, más emotiva y personal, de la figura de Cristo.
En 1975 se estrenó en París la película italiana El Mesías, de Roberto Rossellini. La cinta fue enaltecida por un sector de la crítica (como nueva “expresión cinematográfica”) y poco valorada en los círculos cristianos, ya que el neorrealismo del director le lleva a tratar a Jesús desde una perspectiva meramente humana, olvidándose de los milagros y de casi todas las referencias sobrenaturales. La figura que ofrece de Jesús es la de un “Maestro sabio”, de cuya palabra —más que de su vida o de sus acciones— procede la fuerza redentora, la trascendencia y el sentido de realizar una misión divina como Enviado del Padre.
Mientras tanto, y tras aquellas películas que habían humanizado y distorsionado la figura de Jesús, surgió en algunos ambientes la necesidad de ofrecer una visión más fiel de su vida y su doctrina. La gran contestación a todas esas cintas anteriores fue una gran producción europea (italo-británica: la RAI y la televisión inglesa unidas) dirigida por Franco Zeffirelli: Jesús de Nazareth (1977).
La película, cuyo proyecto empezó a fraguarse en el verano de 1973, tardó casi cuatro años en llevarse a cabo. Ya sólo el rodaje, entre Marruecos y Túnez, se alargó durante dos años, y en su producción colaboraron varias empresas multinacionales. La brillante puesta en escena del director encontró su réplica en el personaje de Jesús, interpretado por un Robert Powell ciertamente inspirado, cuya imagen de Cristo ha quedado en la memoria de toda una generación. Powell consigue una interpretación llena de verosimilitud: parecía que había nacido para interpretar aquel papel.
Al mismo tiempo, otro aspecto enormemente interesante reside en los retratos de los apóstoles, plasmados con gran realismo. De hecho, el argumento tiene relieve por las subtramas añadidas de cada uno de ellos: el relato de su encuentro con Cristo y su integración en el colegio apostólico. Esta línea argumental conduce el tema de la vocación divina: la llamada personal que Dios hace a cada hombre. Dentro del conjunto, y por su proyección en el argumento, destacan las historias de Pedro y de Mateo.
En síntesis, el Jesús de Nazareth de Zeffirelli fue una cinta muy alabada por la Iglesia católica italiana, que la recomendó a sus fieles, mientras fue rechazada por algunos sectores puritanos, que la acusaban de mostrar a un Jesús demasiado humano. Para la inmensa mayoría, fue la más completa y hermosa biografía de Jesús hasta esa fecha: por su delicada fidelidad a los evangelios, y por el amable retrato del Redentor.
Finalmente, en 1986 se estrena Una historia que empezó hace dos mil años (1986), del italiano Damiano Damiani. En ella, el emperador Tiberio envía a Palestina a su funcionario Tauro para investigar qué fue del cuerpo de Jesús de Nazareth, "crucificado varios años antes y del que corre la historia de que ha resucitado". Pretendía ser una reflexión objetiva sobre el misterio de la Resurrección de Cristo, pero el filme no acaba de convencer desde el punto de vista artístico: la interpretación de los actores dejó un poco que desear.
Con estos filmes, el Séptimo Arte parecía decantarse por el retrato amable y divino de Jesús. Pero a finales de los ochenta volvió el empeño por dibujar un Jesús humano, carente de toda divinidad…
En 1975 se estrenó en París la película italiana El Mesías, de Roberto Rossellini. La cinta fue enaltecida por un sector de la crítica (como nueva “expresión cinematográfica”) y poco valorada en los círculos cristianos, ya que el neorrealismo del director le lleva a tratar a Jesús desde una perspectiva meramente humana, olvidándose de los milagros y de casi todas las referencias sobrenaturales. La figura que ofrece de Jesús es la de un “Maestro sabio”, de cuya palabra —más que de su vida o de sus acciones— procede la fuerza redentora, la trascendencia y el sentido de realizar una misión divina como Enviado del Padre.
Mientras tanto, y tras aquellas películas que habían humanizado y distorsionado la figura de Jesús, surgió en algunos ambientes la necesidad de ofrecer una visión más fiel de su vida y su doctrina. La gran contestación a todas esas cintas anteriores fue una gran producción europea (italo-británica: la RAI y la televisión inglesa unidas) dirigida por Franco Zeffirelli: Jesús de Nazareth (1977).
La película, cuyo proyecto empezó a fraguarse en el verano de 1973, tardó casi cuatro años en llevarse a cabo. Ya sólo el rodaje, entre Marruecos y Túnez, se alargó durante dos años, y en su producción colaboraron varias empresas multinacionales. La brillante puesta en escena del director encontró su réplica en el personaje de Jesús, interpretado por un Robert Powell ciertamente inspirado, cuya imagen de Cristo ha quedado en la memoria de toda una generación. Powell consigue una interpretación llena de verosimilitud: parecía que había nacido para interpretar aquel papel.
Al mismo tiempo, otro aspecto enormemente interesante reside en los retratos de los apóstoles, plasmados con gran realismo. De hecho, el argumento tiene relieve por las subtramas añadidas de cada uno de ellos: el relato de su encuentro con Cristo y su integración en el colegio apostólico. Esta línea argumental conduce el tema de la vocación divina: la llamada personal que Dios hace a cada hombre. Dentro del conjunto, y por su proyección en el argumento, destacan las historias de Pedro y de Mateo.
En síntesis, el Jesús de Nazareth de Zeffirelli fue una cinta muy alabada por la Iglesia católica italiana, que la recomendó a sus fieles, mientras fue rechazada por algunos sectores puritanos, que la acusaban de mostrar a un Jesús demasiado humano. Para la inmensa mayoría, fue la más completa y hermosa biografía de Jesús hasta esa fecha: por su delicada fidelidad a los evangelios, y por el amable retrato del Redentor.
Finalmente, en 1986 se estrena Una historia que empezó hace dos mil años (1986), del italiano Damiano Damiani. En ella, el emperador Tiberio envía a Palestina a su funcionario Tauro para investigar qué fue del cuerpo de Jesús de Nazareth, "crucificado varios años antes y del que corre la historia de que ha resucitado". Pretendía ser una reflexión objetiva sobre el misterio de la Resurrección de Cristo, pero el filme no acaba de convencer desde el punto de vista artístico: la interpretación de los actores dejó un poco que desear.
Con estos filmes, el Séptimo Arte parecía decantarse por el retrato amable y divino de Jesús. Pero a finales de los ochenta volvió el empeño por dibujar un Jesús humano, carente de toda divinidad…
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