(JUAN JESÚS DE CÓZAR).- Algunos recordarán la noticia del secuestro del arquitecto mexicano Bosco Gutiérrez Cortina en agosto de 1990. Una pesadilla de 9 meses que él mismo decidió contar públicamente con todo lujo de detalles.
“En el zulo llegué a una situación infrahumana; los primeros 15 días los pasé tirado en el suelo, sin ganas, sin autoestima y sin voluntad”, declaró. Pero logró rehacerse y decidió abordar su encierro forzoso desde una perspectiva distinta: “En la vida hay que tener concentración de esfuerzo y lograr un equilibrio de cuerpo, de mente y de alma. La salud mental te libra de la angustia. Para lograr la salud física, era vital el ejercicio y la alimentación, y para la salud del alma fue imprescindible volver a plantearme mi fe para creer o no creer, porque en momentos críticos la vida te compromete. Si crees en Dios, debes ser coherente, pero si no crees, dependerás entonces de tus propias fuerzas”.
Pues bien, este viernes 7 de noviembre llega a las pantallas españolas “Espacio interior”, la película mexicana que recrea minuciosamente y con gran realismo la odisea de Bosco. No resultaba fácil la empresa de filmar la reclusión de una persona en un espacio de 1,5 por 3 metros sin provocar el cansancio del espectador, pero Kai Parlange (México D.F., 1979), el director del filme, logra salvar el escollo con una variada puesta en escena, situando la cámara en todos los ángulos posibles. Además, sabe dosificar la narración con jugosos flashbacks que nos trasladan a la infancia del protagonista, a escenas domésticas con sus hijos, a recuerdos del amor de su esposa…, o utilizar el recurso de visualizar los sueños de libertad de Lázaro (nombre ficticio, porque en la película se decidió no usar el de Bosco).
La interpretación del actor mexicano Kuno Becker dando vida a Lázaro, que ocupa casi la totalidad del metraje, es digna de elogio. No sólo por su alarde físico sino porque dota a su personaje de una gama de registros a nivel psicológico, que hacen creíble tanto su sufrimiento como su afán de superación. Se nota que ha sido muy asesorado por el propio Bosco y que ha preparado a conciencia su papel.
“Es un relato original en cuanto a su narrativa –afirma el director– pues la historia es contada exclusivamente desde el punto de vista del secuestrado; desde sus pensamientos, vivencias, ensoñaciones, caídas y logros (…) La lucha constante de Lázaro consiste en encontrar motivaciones y herramientas para sobrevivir y no dejarse vencer por las terribles condiciones que la vida le ha puesto delante”.
“Esto lo decido yo”, se dice a sí mismo el protagonista en un momento dado de la película, y en esta frase se puede encontrar la clave de su cambio de actitud. En ese redescubrimiento de la libertad interior que toda persona posee hasta en las circunstancias más desoladoras.
El filme es –resume Parlange– “un inquietante viaje que expone la esencia del ser humano y lo que da sentido a nuestras vidas: nuestro espacio interior”. Y el propio Bosco Gutiérrez lo confirma con la siguiente consideración: “La sociedad nos mueve a interiorizar poco, no tenemos espacio para reflexionar y por tanto poco crecimiento personal, de manera que tus relaciones con los demás son atropelladas. (...) Entendí con todo mi ser que mi tesoro es mi gente y no mi trabajo o mi cuenta bancaria. En el zulo lo hubiera dado todo por abrazar un minuto a uno de mis hijos. Desde entonces valoro a la gente por lo positivo y no por sus errores”.
“En el zulo llegué a una situación infrahumana; los primeros 15 días los pasé tirado en el suelo, sin ganas, sin autoestima y sin voluntad”, declaró. Pero logró rehacerse y decidió abordar su encierro forzoso desde una perspectiva distinta: “En la vida hay que tener concentración de esfuerzo y lograr un equilibrio de cuerpo, de mente y de alma. La salud mental te libra de la angustia. Para lograr la salud física, era vital el ejercicio y la alimentación, y para la salud del alma fue imprescindible volver a plantearme mi fe para creer o no creer, porque en momentos críticos la vida te compromete. Si crees en Dios, debes ser coherente, pero si no crees, dependerás entonces de tus propias fuerzas”.
Pues bien, este viernes 7 de noviembre llega a las pantallas españolas “Espacio interior”, la película mexicana que recrea minuciosamente y con gran realismo la odisea de Bosco. No resultaba fácil la empresa de filmar la reclusión de una persona en un espacio de 1,5 por 3 metros sin provocar el cansancio del espectador, pero Kai Parlange (México D.F., 1979), el director del filme, logra salvar el escollo con una variada puesta en escena, situando la cámara en todos los ángulos posibles. Además, sabe dosificar la narración con jugosos flashbacks que nos trasladan a la infancia del protagonista, a escenas domésticas con sus hijos, a recuerdos del amor de su esposa…, o utilizar el recurso de visualizar los sueños de libertad de Lázaro (nombre ficticio, porque en la película se decidió no usar el de Bosco).
La interpretación del actor mexicano Kuno Becker dando vida a Lázaro, que ocupa casi la totalidad del metraje, es digna de elogio. No sólo por su alarde físico sino porque dota a su personaje de una gama de registros a nivel psicológico, que hacen creíble tanto su sufrimiento como su afán de superación. Se nota que ha sido muy asesorado por el propio Bosco y que ha preparado a conciencia su papel.
“Es un relato original en cuanto a su narrativa –afirma el director– pues la historia es contada exclusivamente desde el punto de vista del secuestrado; desde sus pensamientos, vivencias, ensoñaciones, caídas y logros (…) La lucha constante de Lázaro consiste en encontrar motivaciones y herramientas para sobrevivir y no dejarse vencer por las terribles condiciones que la vida le ha puesto delante”.
“Esto lo decido yo”, se dice a sí mismo el protagonista en un momento dado de la película, y en esta frase se puede encontrar la clave de su cambio de actitud. En ese redescubrimiento de la libertad interior que toda persona posee hasta en las circunstancias más desoladoras.
El filme es –resume Parlange– “un inquietante viaje que expone la esencia del ser humano y lo que da sentido a nuestras vidas: nuestro espacio interior”. Y el propio Bosco Gutiérrez lo confirma con la siguiente consideración: “La sociedad nos mueve a interiorizar poco, no tenemos espacio para reflexionar y por tanto poco crecimiento personal, de manera que tus relaciones con los demás son atropelladas. (...) Entendí con todo mi ser que mi tesoro es mi gente y no mi trabajo o mi cuenta bancaria. En el zulo lo hubiera dado todo por abrazar un minuto a uno de mis hijos. Desde entonces valoro a la gente por lo positivo y no por sus errores”.
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