Gilbert K. Chesterton fue un agudo pensador y escritor inglés que vivió a caballo entre los siglos XIX y XX. Sus novelas detectivescas del “Padre Brown” son un prodigio de ingenio, porque ese sacerdote humilde y bondadoso resuelve los casos no siguiendo pistas o huellas, sino gracias a su profundo conocimiento del alma humana. Esas historias han sido llevadas al cine en dos ocasiones: en 1934 y 1954, con Walter Connolly y Alec Guinness -respectivamente- en el papel principal. También han sido objeto de dos series televisivas: una en Alemania, de 39 capítulos (1966-72), y otra en Inglaterra, con 13 episodios (1974); esta segunda tuvo mucho más alcance.
También se estudió la posibilidad de llevar al cine “La esfera y la cruz”, tal vez la novela que mejor refleja la confrontación entre una cultura cristiana y una mentalidad laicista que ya entonces trataba de sofocarla. Al final, el proyecto cinematográfico se abandonó. Pero traigo a colación su recuerdo porque algunas medidas que hoy quieren imponerse (como la de quitar los crucifijos de las escuelas, por ejemplo) hacen que esa novela resulte plenamente actual; muy especialmente, su escena inicial.
En ella, el profesor Lucifer y el monje Miguel sobrevuelan Londres en una avioneta. Al divisar la catedral, coronada por la esfera (del mundo) y la cruz encima, Lucifer profiere una blasfemia contra la cruz y afirma airado que habría que arrancarlas de todos los sitios. Tras un momento de silencio, Miguel cuenta esta historia:
"Conocí a un hombre como tú; él también odiaba al crucifijo: lo eliminó de su casa, del cuello de su mujer, hasta de los cuadros; decía que era feo, símbolo de barbarie, contrario al gozo y a la vida. Pero su furia llegó a más todavía: un día trepó al campanario de una iglesia, arrancó la cruz y la arrojó desde lo alto.
Este odio acabó transformándose primero en delirio y después en locura furiosa. Una tarde de verano se detuvo ante una larguísima empalizada; no brillaba ninguna luz, no se movía ni una hoja, pero creyó ver la larga empalizada transformada en un ejército de cruces, unidas entre sí colina arriba y valle abajo. Entonces, blandiendo el bastón, arremetió contra la empalizada, como contra un batallón enemigo.
A lo largo de todo el camino fue destrozando y arrancando los palos que encontraba a su paso. Odiaba la cruz, y cada palo era para él una cruz. Al llegar a casa seguía viendo cruces por todas partes, pateó los muebles, les prendió fuego, y a la mañana siguiente lo encontraron cadáver en el río”.
El profesor Lucifer, al oír el relato, mordiéndose los labios, mira al anciano monje y le dice:
—Esta historia te la has inventado tú.
—Sí, responde Miguel, acabo de inventarla; pero expresa muy bien lo que estáis haciendo tú y tus amigos incrédulos. Comenzáis por despedazar la cruz y termináis por destruir el mundo".
¿Qué destruiremos cuando hayamos eliminado todas las cruces? ¿Quemaremos las pinturas de Murillo, las de Zurbarán, las de Velázquez? ¿Dejaremos vacíos todos los museos? ¿Prohibiremos las procesiones de Semana Santa? ¿Inventaremos un calendario que no diga “antes de Cristo” y “después de Cristo”? En definitiva: ¿quedará algo de nuestra cultura, si arrancamos todas las cruces y todo vestigio de cristianismo?
Consuela saber que Chesterton publicó “La esfera y la cruz” en 1910. Porque ahora se cumplen cien años, y a la vuelta de todo un siglo las cosas están como antes: la furia iconoclasta no ha triunfado sobre la cruz de Cristo. Tampoco lo hará dentro de otro siglo, aunque en todas las épocas hará falta que los cristianos alcemos la cruz en nuestra existencia (en nuestro trabajo, en nuestra familia). Y no para oponerla a nadie, sino para recordar el mensaje de amor de quien dio su vida por todos los hombres. Una actitud, por cierto, bien distinta de la que advertimos en el protagonista de este cuento.
Muy buena referencia, Alfonso. Autores como Chesterton o C. S. Lewis parecían vaticinar el estado en el que se encontraría la sociedad en este siglo. Aunque cuentan con un profundo reconocimiento, en la actualidad en las librerías lo que se vende son Dan Brown y otros autores que, desde una falsa óptica espiritual, sólo persiguen un fin comercial o sensacionalista.
ResponderEliminarCoincido con tu reflexión, Alfonso. Creo que vale la pena hablar claro y sin complejos. La gente está con unas ganas tremendas de verdades. ¡Ah! precisamente los Reyes me han traído la recopilación de los Relatos del Padre Brown, de Chesterton, genial!!! Feliz 2010 a todos!!!
ResponderEliminarHay que tener cuidado con atacar la identidad, porque si el ataque tiene éxito y la identidad se ve afectada, sobreviene la paranoia.
ResponderEliminarCuando alguien no está contento con su físico, se puede hacer la cirugía estética para corregir defectos y mejorar su aspecto... pero con un límite que no está perfectamente definido. Más allá, pierde su autoidentificación y se vuelve loco.
El Cristianismo ha conformado la cultura occidental (es decir, la cultura mundial), por lo que ahora no se puede eliminar su huella sin afectar al ser.
Soy católico. Mi fe ha superado los ataques de los césares, del islam, del comunismo,... y prevalecerá también frente al terrorismo laicista. No tengo miedo por el crucifijo, sino por los que lo odian y por sus hijos, porque pueden pagar muy cara su ciega intolerancia.
Era un gran luchador. En la actual sociedad somos más blandos y pasamos de todo y por todo. Unos cuantos Chestertons nos vendrían de miedo.
ResponderEliminarTe felicito, Alfonso, por tu artículo. !Qué bien nos hace a todos los cristianos recordar que personas de gran talento ,con ideas claras, como Chesterton, se han pronunciado con sólidos argumentos sobre las esencias de la fe!. Es una inviación a ser valientes para denunciar los abusos y sinrazones de algunos ignorantes laicistas que llevados de un triste sectarismo pretenden arrancar de cuajo los fundamentos de nuestra convivencia. Es un gran don, que todos no tenemos, saber transmitir y comunicar debidamente lo que se vive. Te animo a que sigas escribiendo sobre estos temas.
ResponderEliminarEfectivamente; asistimos a la más cutre y sórdida de las escenografías de los últimos decenios. Se entroniza el arquetipo de un "superhombre" que, al tratar de prescindir de su Creador, erradica todo aquello que le puede recordar mínimamente su dependencia de Él. Por ello,no solo la Cruz sino también todo lo que represente tan siquiera el sufrimiento o el dolor por Ella representados, del mismo modo se aparta del horizonte, para echarnos en brazos del hedonismo y, como decía también Chesterton: "Cuando el hombre deja de ceer en Dios, empieza a creer en cualquier cosa (o tontería)".
ResponderEliminarPor más que el hombre de nuestro tiempo -al menos ambiental y políticamente- se empeñe en laicizar todo y prescindir de Dios y de la Cruz de Cristo; los hechos son pertinaces y nos muestran todo lo contrario. Sin Dios, el hombre terminaría por devorarse a sí mismo. Sería un planeta -nuestro mundo- completamente inhabitable.
Megnífico, ilustrativo y aleccionador este artículo del profesor Alfonso Mendiz.
Buen artículo Alfonso.La cruz es el signo que rechazan quienes temen enfrentarse a su vacío personal de ideas, de convicciones, de formación.
ResponderEliminarLo fácil es dejarse llevar, no plantearse la bondad o maldad de las acciones y regresar (lo contrario del progreso precisamente) a un modelo social tribal donde la ausencia de Dios garantice la negación de lo trascendente, del valor del sacrificio personal, de la familia natural y cristiana,de la dignidad de la maternidad, del respeto de la persona considerada como ser creado por Dios y no como mero accidente de la naturaleza...
No debemos quitar ni una puñetera cruz. La religión es cultura, y ahora pretenden hacernos creer que la religión en general ha sido la causante de todos los males de la Humanidad. No. Somos los humanos los que metemos la pata. Personalmente creo que todas las religiones del mundo tienen algo de razón, creo en un mismo Dios para todos, en ese sentido soy tolerante. Creo que cada cultura ha adaptado su visión de Dios pero lo que me cabrea es que se promueva el ateísmo-amoralidad-todo vale. No me gusta nada y no sé por qué. Alfonso, ya que tuvimos nuestro particular rifirrafe virtual respecto a "Ágora" (ví que borraste uno de mis comentarios), te comento que tuve la oportunidad de preguntar a Amenábar si me podía sintetizar en una frase cual era la razón de su ateísmo y dijo, textualmente "que dejó de creer cuando leyó la Biblia". ¿Blasfemia? Yo creo que sí.
ResponderEliminarGracias por el artículo Alfonso,
ResponderEliminarComo Emilio Avilés, yo también le pedí a los Reyes el libro con todos los relatos del Padre Brown y está en la parrilla de salida cuando termine el libro de San Juan María Vianney que me estoy leyendo.
Un saludo,
JRRM
Alfonso,Chesterton siempre tuvo una pleclara visión de la realidad, debemos de hacernos todos un poco Chesterton para tapar a todos los Luciferes.
ResponderEliminarMe ha gustado la opinión sobre la raíz de la identidad de Europa, y como no tu artículo Alfonso.
ResponderEliminarPero quiero profundizar. De la película biográfica sobre el Papa Juan Pablo II "Karol" aprendí una realidad cierta y a la vez sobrenatural.
Todos los invasores al ocupar pueblos y territorios lo primero que hacen inmediatamente es confiscar las obras de arte del país y prohibirlas así como arrestar,o en su caso, eliminar, a la clase intelectual y artística del país en cuestión. Es un patrón que se repite en la historia de la humanidad desgraciadamente.
En la Europa de lo hoy la determinación a eliminar los signos religiosos cristianos tiene mayor entidad de lo que nos imaginamos. Yo diría que responde a ese mismo patrón del invasor. ¿cual ha de ser la respuesta de los cristianos comprometidos con nuestros hermanos en seguir predicando la Buena Nueva y suscitando el encuentro con el Señor Resucitado?
Juan Pablo II se enfrentó ante el dilema ante el invasor de Polonia (Los Nazis): la lucha militar o la lucha cultural.El eligió la lucha cultural.
En efecto, el enemigo es el mismo siempre con diferentes banderas pero sigue siendo el mismo desde el Protoevangelio de Gn. 3, 15, influyendo en aquellos hombres que no reconocen la omnipotencia de Dios. Y a su paso destrucción y crueldad.
Ahora ocurre lo mismo, el mismo enemigo; el objetivo no es nuestra identidad cultural aunque pasa por ella, sino querer erradicar del interior del hombre cualquier recuerdo de su imagen y semejanza a Dios con la que fue creado, para propiciar su perdición y autodestrucción.
Pienso que el camino cultural del arte es uno de los mejores medios para resistir las insidias del demonio promotor de toda la cultura de la muerte; haremos siempre recordar y dar que pensar a los que nos rodean sobre nuestro origen y único destino para el que hemos nacido.
Estimado Alfonso, he leído con detenimiento tu artículo y entiendo que algunas decisiones del gobierno son cada vez mas asfixiantes para los católkicos, y suponen un menosprecio a la ingente labor que viene realizando la iglesia de Cristo en beneficio de todos y un ataque a una comunidad de creyentes que, convencidos de sus obligaciones personales y sociales, cumplen como ciudadanos porque tienen un compromiso mayor, que es el de Cristianos.
ResponderEliminarSorprende las decisiones que ha tomado con relación al matrimonio, el aborto y ahora los símbolos cristianos, porque esos tres puntos no representan ningún peligro para el gobierno ni para la sociedad. En cierta ocasión te comenté que, para los que creemos en el mensaje de Jesús, el testimonio personal era el arma más eficaz para luchar contra estos intentos de arrinconar una filosofía de vida basada en el Evangelio de Jesús.
Si tenemos claro que el Sistema no quiere hombre libres que buscan la Verdad, que prefiere tener productores por un lado y consumidores por otro, y de esa forma mantener un poder que les permite vivir y mantenerse en el tiempo, está claro que la fuerza estará en dar ejemplo de vida cristiana.
Llevar el mensaje, no criptográfico, claro, limpio, sin ambigüedades del cual somos depositarios. Que a la pregunta "¿eres cristiano?" se responda “Así me consideran mis hermanos”. Porque eso significará que ajustamos nuestros actos, nuestros pensamientos, nuestras obras al mensaje de Jesús.
Recuerdo la letra que decía ”Con un poco de amor serás muy fuerte, y si ese amor supera lo imposible, vencerás con el tiempo toda suerte y serás en la lucha lo invencible.
¿A cuántos podemos llamar verdaderos cristianos?. Supongo que esa sería la primera pregunta que nos formularía Jesús si se presentara ante nosotros.
Un fuerte abrazo y feliz año que comienza. Andrés.
Comparto al cien por cien tu comentario. Cristo murió por todos: los de antes, los de ahora y los que vendrán después; por todo el universo. Nos salvó a todos, nos amó a todos. Hasta su venida, hasta el fin de los tiempos. Somos nosotros, los que amamos a Cristo, quienes tenemos que dar testimonio de esa verdad que encierra la Cruz. El diablo está enredando de lo lindo, agitando a la humanidad de todas las maneras posibles, pero no puede con Dios. De ahí que nosotros debamos dar testimonio de Cristo y de su caridad. Yo lo intento todos los días, todos los días comienzo. NO DEBEMOS QUITAR LAS CRUCES…
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu artículo que toca un tema tan interesante. Dios, cuando sucedía el terremoto, ¿dónde estaba? En la Cruz, sufriendo con los más miserables. Es imposible comprender el misterio de la maldad humana sin la perspectiva de la cruz, pues fue por el infinito amor de Dios y esa libertad del hombre, por lo que fue crucificado.
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