En la historia de cada conversión, junto a la insondable intervención divina, se da también la mediación humana: un amigo, un familiar, un compañero de fatigas... que sabe orientar, sin violencia, en el momento oportuno…
Frank James Cooper nació en Montana (Estados Unidos) el 7 de mayo de 1901. Era hijo de unos inmigrantes ingleses, que poseían de un inmenso rancho. El futuro actor aprendió allí a montar a caballo, habilidad que demostraría después en numerosos westerns.
Tras cursar estudios primarios en Inglaterra, regresó a Montana y trabajó como dibujante de tiras cómicas en diversas publicaciones. Después decidió probar fortuna en el cine, y en los años veinte logró pequeños papeles en películas del Oeste, en las que ya se acreditaba como Gary Cooper. A mitad de los treinta es una de las máximas estrellas de Hollywood: rueda grandes filmes como “Adios a las armas” (1932), “Tres lanceros bengalíes” (1935) o “Beau Geste” (1939). En 1941 logra su primer Óscar por “El sargento York”, y en 1952, el segundo por “Sólo ante el peligro”.
Precisamente en esos años es cuando tiene lugar su encuentro con el Papa Pío XII. Su esposa y su hija eran católicas, y él accedió a acompañarlas cuando consiguieron ser recibidas por el Santo Padre. En el libro que escribió sobre su padre, su hija Mary recordaba aquel momento: “El entusiasmo nos embargó a todos a medida que se aproximaba la audiencia con el Papa. (…) Estábamos todos en una sala dorada del Vaticano con una veintena de invitados más. Habíamos comprado rosarios, anillos y medallas para que los bendijera Su Santidad, y papá tenía un buen puñado de esos objetos en sus manos. Cuando el Papa llegó a su lado, quiso arrodillarse para besarle la mano, y perdió un poco el equilibrio. Se le cayeron entonces todas las medallas, perlas y rosarios, que rodaron con estrépito por toda la habitación. Algunas quedaron bajo el manto del Pontífice, que supo sacar a mi padre de su monumental vergüenza con una sonrisa y un gesto de comprensión”.
A mitad de los cincuenta –sigue recordado su hija- “comenzó a pensar en su posible conversión. No hablaba mucho de ello, simplemente nos acompañaba a Misa casi todos los domingos. La excusa que daba era que deseaba oír los fantásticos sermones del padre Harold Ford”.
Este joven y celoso sacerdote correspondió al interés de Gary Cooper con una dedicación entusiasta: “No le sermoneó con el azufre y el fuego del infierno –escribe Mary en su libro- sino que supo hacerse amigo suyo. (…). Mi madre le invitó un día a merendar para que pudiera charlar con mi padre. Y, nada más entrar en la sala de armas, se ganó a mi padre manifestando un gran deseo de practicar la caza y la pesca. En los meses siguientes fue su compañero inseparable en el buceo, la caza y todo tipo de excursiones”.
Durante aquellas salidas, el padre Ford fue explicando a Gary Cooper la riqueza insondable de la Fe católica. Y, cuando ya casi estaba decidido, le dio a leer “La montaña de los siete círculos”, una autobiografía del monje Thomas Merton en el que narra su conversión. Aquello fue el empujón definitivo. El ya veterano actor se bautizó en la Iglesia católica en mayo de 1959, apadrinado por su amigo Shirley Burden, que era también converso.
A las pocas semanas de su conversión, empezaron a manifestarse los primeros síntomas del cáncer que le llevaría a la tumba. Luchó en silencio con su enfermedad, mientras rodaba sus últimas películas: “El árbol del ahorcado” (1959), “Misterio en el barco perdido” (1960) y “Sombras de sospecha” (1961). Con la salud ya deteriorada, en 1960 recibió un Óscar especial de la Academia “por su larga y extraordinaria carrera”. Durante 35 años, había intervenido en más de cien películas, la mayoría como protagonista. Murió el 13 de mayo de 1961 y fue enterrado en el cementerio católico de Santa Mónica.
En octubre de ese año, Thomas Merton escribió una carta a su hija Mary en la que le decía: “Como todo el mundo, yo también adoro las películas de Gary Cooper. Aunque sea monje, me encanta verlas. Incluso tuve la secreta esperanza de que, si algún día ‘La montaña de los siete círculos’ se llevaba a la pantalla, tu padre sería el protagonista del filme. Por muchos motivos, me hubiera gustado mucho que hiciera ese papel”.
La influencia de su conversión fue enorme en el mundo de los artistas. Ernest Hemingway, que fue un gran amigo suyo, recuerda que pocas semanas antes de la muerte del actor hablaron largo y tendido sobre el catolicismo. Al final, con la voz muy seria, Gary Cooper le dijo: “Tú sabes que tomé la decisión correcta”. Según reconoció después, Hemingway no olvidaría nunca aquella conversación. Aquel moribundo tumbado en la cama le había parecido la persona más feliz de la tierra.
Frank James Cooper nació en Montana (Estados Unidos) el 7 de mayo de 1901. Era hijo de unos inmigrantes ingleses, que poseían de un inmenso rancho. El futuro actor aprendió allí a montar a caballo, habilidad que demostraría después en numerosos westerns.
Tras cursar estudios primarios en Inglaterra, regresó a Montana y trabajó como dibujante de tiras cómicas en diversas publicaciones. Después decidió probar fortuna en el cine, y en los años veinte logró pequeños papeles en películas del Oeste, en las que ya se acreditaba como Gary Cooper. A mitad de los treinta es una de las máximas estrellas de Hollywood: rueda grandes filmes como “Adios a las armas” (1932), “Tres lanceros bengalíes” (1935) o “Beau Geste” (1939). En 1941 logra su primer Óscar por “El sargento York”, y en 1952, el segundo por “Sólo ante el peligro”.
Precisamente en esos años es cuando tiene lugar su encuentro con el Papa Pío XII. Su esposa y su hija eran católicas, y él accedió a acompañarlas cuando consiguieron ser recibidas por el Santo Padre. En el libro que escribió sobre su padre, su hija Mary recordaba aquel momento: “El entusiasmo nos embargó a todos a medida que se aproximaba la audiencia con el Papa. (…) Estábamos todos en una sala dorada del Vaticano con una veintena de invitados más. Habíamos comprado rosarios, anillos y medallas para que los bendijera Su Santidad, y papá tenía un buen puñado de esos objetos en sus manos. Cuando el Papa llegó a su lado, quiso arrodillarse para besarle la mano, y perdió un poco el equilibrio. Se le cayeron entonces todas las medallas, perlas y rosarios, que rodaron con estrépito por toda la habitación. Algunas quedaron bajo el manto del Pontífice, que supo sacar a mi padre de su monumental vergüenza con una sonrisa y un gesto de comprensión”.
A mitad de los cincuenta –sigue recordado su hija- “comenzó a pensar en su posible conversión. No hablaba mucho de ello, simplemente nos acompañaba a Misa casi todos los domingos. La excusa que daba era que deseaba oír los fantásticos sermones del padre Harold Ford”.
Este joven y celoso sacerdote correspondió al interés de Gary Cooper con una dedicación entusiasta: “No le sermoneó con el azufre y el fuego del infierno –escribe Mary en su libro- sino que supo hacerse amigo suyo. (…). Mi madre le invitó un día a merendar para que pudiera charlar con mi padre. Y, nada más entrar en la sala de armas, se ganó a mi padre manifestando un gran deseo de practicar la caza y la pesca. En los meses siguientes fue su compañero inseparable en el buceo, la caza y todo tipo de excursiones”.
Durante aquellas salidas, el padre Ford fue explicando a Gary Cooper la riqueza insondable de la Fe católica. Y, cuando ya casi estaba decidido, le dio a leer “La montaña de los siete círculos”, una autobiografía del monje Thomas Merton en el que narra su conversión. Aquello fue el empujón definitivo. El ya veterano actor se bautizó en la Iglesia católica en mayo de 1959, apadrinado por su amigo Shirley Burden, que era también converso.
A las pocas semanas de su conversión, empezaron a manifestarse los primeros síntomas del cáncer que le llevaría a la tumba. Luchó en silencio con su enfermedad, mientras rodaba sus últimas películas: “El árbol del ahorcado” (1959), “Misterio en el barco perdido” (1960) y “Sombras de sospecha” (1961). Con la salud ya deteriorada, en 1960 recibió un Óscar especial de la Academia “por su larga y extraordinaria carrera”. Durante 35 años, había intervenido en más de cien películas, la mayoría como protagonista. Murió el 13 de mayo de 1961 y fue enterrado en el cementerio católico de Santa Mónica.
En octubre de ese año, Thomas Merton escribió una carta a su hija Mary en la que le decía: “Como todo el mundo, yo también adoro las películas de Gary Cooper. Aunque sea monje, me encanta verlas. Incluso tuve la secreta esperanza de que, si algún día ‘La montaña de los siete círculos’ se llevaba a la pantalla, tu padre sería el protagonista del filme. Por muchos motivos, me hubiera gustado mucho que hiciera ese papel”.
La influencia de su conversión fue enorme en el mundo de los artistas. Ernest Hemingway, que fue un gran amigo suyo, recuerda que pocas semanas antes de la muerte del actor hablaron largo y tendido sobre el catolicismo. Al final, con la voz muy seria, Gary Cooper le dijo: “Tú sabes que tomé la decisión correcta”. Según reconoció después, Hemingway no olvidaría nunca aquella conversación. Aquel moribundo tumbado en la cama le había parecido la persona más feliz de la tierra.
Hoy no sé por qué me he enganchado a leer tus relatos de conversiones de cineastas. Buena idea. Se necesita un poco de luz que ponga un poco de contraste con tanta crónica tonta o indiferente.
ResponderEliminarEste tipo de testimonios son ese empujón que nos hace falta a los católicos para seguir adelante, y no dejar atrás las oportunidades tanto de reconvertirnos, como de dar a conocer la riqueza de nuestra fe a los que nos rodean.
ResponderEliminarMuchas gracias Alfonso.
TRANSFORMAR EL DOLOR EN AMOR...es la enseñanza de Jesucristo. Aceptar y tomar la Cruz del Señor es esencialmente esto. Dejándonos transformar por Él, nuestro dolor se transformará en amor hacia Dios y los hombres.
ResponderEliminarEn mis charlas enseñó principalmente esto, ¿Como podemos transformar nuestro dolor, por muy pequeño que sea, en amor? Principalmente dejándote amar por Dios,poniéndote con filil confianza en sus manos. El es el único que sabe como transformar tu dolor en verdadero amor.
Para dios cualquier palabra del hombre es muy importante. Me invocarás, y te escuchare, dice el Salmo 90. Jesús presta mucha atención a las palabras que salen del hombre, más todavía a las que el Evangelio refiere de los hombres "diciendo para sí" porque nada debe quedar oculto al amor de Dios, y Dios solo quiere que conozcamos a su Hijo, N.S Jesucristo: esta es la vida eterna (cf. Jn. 17,3). El tomará nuestras dolencias y las convertirá amor que permanecerá hasta vida eterna.
Alfonso, ¿de dónde sacas el tiempo para hacer tanto como haces??? !Qué bonita historia real de conversion! ¡Y cuánta luz das a quienes nos lo trasmites...!
ResponderEliminarTe felicito por el bien que haces en algo tan importante como el cine, ¡el buen cine1 Lo voy a mandar a todos mis contactos para que disfruten y aprendan.
Un afectuoso saludo
Gracias, Alfonso. Esta historia no la conocía... creo que también vale mucho la pena la historia de Frank Capra, que cuenta él mismo en su autobiografía: una auténtica delicia!
ResponderEliminarEs muy interesante conocer y dar a conocera loscatólicos en todos los ámbitos. A la sociedad actual le parece que el cine (o la ciencia) son ámbitos alejados de la religión y desconocen en gran parte historias como ésta.
ResponderEliminarRecuerdo, por ej.emplo, lo que dijo Bardem al recoger el Óscar: "Mis abuelos fueron actores en una era en la que los actores no eran enterrados en tierra santa por ser considerados en el mismo nivel que prostitutas y homosexuales"
El cine ha perdido el encanto que le era propio, cuando aquellos locales y empresas exhibidoras ofrecían aquellas cuatro sesiones de cinco de la tarde, siete, nueve y once noche.
ResponderEliminarA ello, se unía el ambiente de la sala, con su iluminación creciente o decreciente, sus cortinajes de pantalla, el persona uniformado: porteros, acomodadores y taquilleras. Era como un "ritual" invariable, serio y especialmente diseñado para que el espectador se sintiese cómodo y agradablemente.
Y, así, cuantas y cuantas magníficas películas se han podido ver.
En Málaga, concretamente, el Cine Goya, sito en la plaza de Uncibay (acceso principal) y c/Mendez Núñez (acceso lateral), fue una de esas salas paradgmáticas, en las que se vieron muy buenas peliculas, entre las que recuerdo (ya a mucha distancia en el tiempo) "El arbol del ahorcado".
Gary Cooper, como Gregory Peck, Willian Holden, Paul Newman ó Richard Todd, eran de aquel tipo de actores que no necesitaron jamás echar mano o aceptar un papel que desmereciese su habitual caballerosidad o buen hacer ante la cámara que, casi siempre, se correpondía con sus vidas privadas.
Eran un elenco, el masculino como el femenino, lleno de figuras con carácter específico, como Charton Heston, por ejemplo y otros tantos que dieron las mejores horas y días de gloria a Hollyvood, con sus grandes estudios; de la Metro Goldwyn Mayer (M.G.M); Universal, etc.
Una de aquellas damas del celuloide, luego princesa de Monaco, Grace Kelly,junto a Clark Gable; y, así, podríamos estadsiarnos en esa historia del cine que cada vez se desvanece más, en aras del vídeo y del cine de consumo en salas que nada tienen que ver con aquellas a las que me refiero, aunque tengan mejores sistemas de sonido, algunos ensordecedores.
Pero, en definitiva, actores como la inmensa mayoría de aquella gente, no sé si muchos de ellos eran o no católicos. Pero lo que sí es cierto es que eran modelos de saber estar, caballerosidad y buenas maneras.
Posiblemente, la cuestión de principios era algo fundamental en ellos. Y el ser católico, como lo era Grace Kelly, o este Gary Cooper, eran bases más que suficientes para no incurrir en indecencias, groserías o guarradas, como ahora están de moda, parece ser que requisito indispensable para poder triunfar en el cine.
Querido Alfonso:
ResponderEliminarAl final, he podido acceder a tu blog. Efectivamente, es un artículo bonito sobre un actor excepcional.
Un abrazo.
Muchas gracias por esta sección. Es de gran ayuda, y muestra que la conversión verdadera nada tiene que ver con la mojigatería. A Gary Cooper y a muchos otros sin duda les habría encantado.
ResponderEliminarUn saludo desde Sentire cum Ecclesia.
He disfrutado mucho leyendo el articulo sobre la conversión de Gary Cooper, además quiero darte las gracias por contestar asi una vieja petición mia. Un saludo!!
ResponderEliminarEl libro de la hija de Gary Cooper -respondo así a varias preguntas- no está en español. Los datos de la edición original en inglés son:
ResponderEliminarMaria Cooper Janis, “Gary Cooper Off Camera: A Daughter Remembers”, Harry N. Abrams, Inc.: New York, NY (1999).
Para hacer apostolado y catequizar hay que saber transmitir; y no todo el mundo posee esa capacidad, con lo que a veces ocurre que los mensajes resultan tediosos, almibarados y empalagosos en grado sumo, con lo que, en vez de atraer, producen aburrimiento y rechazo. Es una pena.
ResponderEliminarEl cine de aquellos años, de actores como Gary Cooper, etc, salvo "tostones", como algunas producciones cuyos carteles exhibían nombres célebres del celuloide, producían modelos en muchos sentidos: Trabajo, valores en general, integridad, patriotismo y un conjunto, en general, de factores que prendían en el espectador y que no solían dejar indiferente a nadie.
Por otra parte; aquellas producciones que pretendían calar en el gran público con mensajes que no se basasen en la vida misma, como aquella magnífica película, en blanco y negro, de principios de la década de 1960, titulada "Toda una vida" que protagonizaron O.W Fisher y María Schell, obtenían un efímero éxito. Sin embargo, esa película a la que me refiero,"Toda una vida" que comienza y termina con la historia de una pareja de enamorados y que culmina con aquella gran familia que lograron formar; con su hijos, nietos, yernos y nueras; no suelen prodigarse hoy en día.
El cine tiene una gran misión que cumplir y es la de crear referencias y orientar caminos que, si son de moral católica y llenos de humanismo cristiano, será un cine con éxito, porque la gente desea se le diga y transmita cosas de esa índole. Las moralinas, y las frases hechas son otra cosa.
La razón y la fe van indisolublemente unidas y, en este caso, la éstica, la moral, los valores y la estética del "Séptimo Arte", van del brazo en ese mágico mundo del cine.
Sobran temas que llevar la gran pantalla, pero faltan personas, directores, productores y actores que estén dispuestos a contradecir a esos grupos de presión que operan desde el sectarismo y el materialismo más soez.
Así pues, solo queda esperar a que toda esta basura que se prodiga ahora, deje paso, más pronto que tarde, a una obra que se halla por realizar; con artistas y guionistas que posean imaginación, principios y, sobre todo, cultura histórica, sin amaneramientos.
Perdona, Alfonso, por mi reiteración en este tema. Pero si resulto inoportuno o pesado, exclúyeme de los comentarios.
en el semanal de alfa y omega (1 de Mayo ) hacen referencia a la conversión del actor por mediqacion de un sacerdote amigo. Se remiten al blog de Jesucristo en el Cine, lo cual indica la difusion que eta teniendo con mas de 85000 visitas, que ya es significativo.
ResponderEliminar¡ Enhorabuena !
Un abrazo José´María.