¿De qué habla Jesucristo en el filme de George Stevens? En esa cinta, toda la predicación de Cristo parece centrarse en dos aspectos: pobreza y humildad. La importancia de los primero es patente en casi todas las secuencias de la película. Así, el primer discurso a los discípulos (a los cuatro que acaban de unirse a Él: Andrés, Pedro, Juan y Judas), es un compendio de varios versículos de S. Lucas (12, 22-34) que tienen como centro el desasimiento y la vida sin preocupaciones terrenales: “No os inquietéis por lo que habréis de comer para vivir, ni por lo que habréis de vestir. Porque la vida vale más que el alimento. (…) Esas son cosas por las que se afanan los hombres de este mundo”.
A este largo parlamento (3 minutos en pantalla) se une la escena siguiente, recreada por Stevens. Tras la predicación, se echan a dormir. Al levantarse, Pedro descubre que le han robado su manto, y Jesús comenta: “¿Qué valor tiene una cosa que puede ser robada por un ladrón? Busca al ladrón y dale la capa. Dale todo lo que desee y que tú puedas darle. Es pobre de espíritu y está necesitado”. Lo cual, aún basándose en una intervención real de Jesús, aparece en este diálogo enfáticamente dramatizado, pues pide al cristiano una actitud activa en ese desprendimiento (el Maestro impele a buscar al ladrón y a darle la capa) y, en cambio, parece exonerar al pobre de una conducta ilícita (el robo).
Esta exigencia de practicar la pobreza aparece también en la despedida de Jesús a sus apóstoles. Las últimas palabras que les dirige, antes de la Ascensión, incluyen el pasaje paralelo al que acabamos de citar: “Id y enseñad a todos los pueblos… No os inquietéis por el mañana, que el día de mañana tendrá sus propias inquietudes. Bástale al día de hoy las ansiedades que nos trae. Y Yo estaré siempre con vosotros hasta la consumación de los siglos” (Cfr. Mt 6, 33-34).
Por lo que respecta a la humildad, el segundo punto de su predicación, Jesucristo ensalza esta virtud en diversas ocasiones; sobre todo, en el pasaje de las Bienaventuranzas. En todo caso, aparece viva en dos aspectos de la narración fílmica: en la actitud y los gestos del Maestro, y en el abierto contraste entre su mansedumbre y la arrogancia de Herodes, de Pilatos y de todos los personajes investidos de autoridad. De hecho, se ha criticado la visión politizada que ofrece de la esperanza mesiánica. Judíos encadenados y llevados presos, mientras sus mujeres lloran y piden a Dios la llegada de un libertador: esas son las primeras imágenes que vemos de Jerusalén cuando Jesús inicia su vida pública.
A este largo parlamento (3 minutos en pantalla) se une la escena siguiente, recreada por Stevens. Tras la predicación, se echan a dormir. Al levantarse, Pedro descubre que le han robado su manto, y Jesús comenta: “¿Qué valor tiene una cosa que puede ser robada por un ladrón? Busca al ladrón y dale la capa. Dale todo lo que desee y que tú puedas darle. Es pobre de espíritu y está necesitado”. Lo cual, aún basándose en una intervención real de Jesús, aparece en este diálogo enfáticamente dramatizado, pues pide al cristiano una actitud activa en ese desprendimiento (el Maestro impele a buscar al ladrón y a darle la capa) y, en cambio, parece exonerar al pobre de una conducta ilícita (el robo).
Esta exigencia de practicar la pobreza aparece también en la despedida de Jesús a sus apóstoles. Las últimas palabras que les dirige, antes de la Ascensión, incluyen el pasaje paralelo al que acabamos de citar: “Id y enseñad a todos los pueblos… No os inquietéis por el mañana, que el día de mañana tendrá sus propias inquietudes. Bástale al día de hoy las ansiedades que nos trae. Y Yo estaré siempre con vosotros hasta la consumación de los siglos” (Cfr. Mt 6, 33-34).
Por lo que respecta a la humildad, el segundo punto de su predicación, Jesucristo ensalza esta virtud en diversas ocasiones; sobre todo, en el pasaje de las Bienaventuranzas. En todo caso, aparece viva en dos aspectos de la narración fílmica: en la actitud y los gestos del Maestro, y en el abierto contraste entre su mansedumbre y la arrogancia de Herodes, de Pilatos y de todos los personajes investidos de autoridad. De hecho, se ha criticado la visión politizada que ofrece de la esperanza mesiánica. Judíos encadenados y llevados presos, mientras sus mujeres lloran y piden a Dios la llegada de un libertador: esas son las primeras imágenes que vemos de Jerusalén cuando Jesús inicia su vida pública.
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