Én la red de Ámsterdam, dirigida por Meerburg, solo colaboraba otro hombre pero había casi 20 chicas, que podían ir por las calles con niños. Los adultos jóvenes, en cambio, corrían riesgo de ser reclutados para trabajar en Alemania, o enviados al frente. Meerburg tenía un pase "falso pero muy bueno" de encargado de reparaciones del tren, lo que le permitía recorrer el país en tren con mensajes, en una época en que casi no circulaban coches debido a la guerra. Pero eran las chicas quienes colocaban a los niños en las casas o colegios.
Los hogares de acogida eran todos cristianos. "Yo trabajaba con gente como Walter Süskind (en la foto, con su hija) y Felix Halverstad, judíos que trabajaban para el Auswanderung -la Oficina para Emigración Judía-, muy valientes, enviaban los niños a la guardería, y luego nos pedían que nos los lleváramos, y al mismo tiempo consiguieron hacer que salieron muchos adultos, falsificándoles papeles. Hicieron un trabajo maravilloso, eran fabulosos, y en su posición hacer eso era jugarse el cuello cada segundo", afirma Meerburg.
La red no entregaba ninguna documentación a los niños, que debían estar simplemente ocultos. Las chicas implicadas en la red visitaban a veces las casas de acogida, pero menos de una vez al mes. A veces, pocas, estudiantes judías escondidas se responsabilizaban de algunas casas.
"A los niños les encantaba la Iglesia Católica"
Meerburg especifica que las casas de acogida "nunca eran de familias ricas, siempre eran pobres. Eso es lo raro. Gente con los pies sobre la tierra, muy noble, buena gente. A veces, gente religiosa. Pero nunca en familias con dinero".
Meerburg detalla además que encontraban a esas familias valientes gracias a ministros protestantes y sacerdotes católicos. "Tanto los católicos como la Iglesia Reformada ayudaron enormemente", declara en su informe al Museo del Holocausto de EEUU.
"Negociamos con el obispo de Utrecht que los niños no serían bautizados. Por supuesto, esos niños tenían que ir a la iglesia con los otros niños. De otra forma, despertarían sospechas. Y a los niños les encantaba la Iglesia Católica. Realmente es un gran espectáculo. Así que siempre existía el peligro de que los niños quisieran bautizarse y a algunos de los pastores les habría encantado hacerlo, pero el obispo lo tenía absolutamente prohibido. En Tienray, donde teníamos 120 niños, no hubo ni un bautizo. Hubo algún caso, claro, en que algún párroco desobedeció las órdenes del obispo y bautizaron a alguno, pero fueron casos absolutamente mínimos".
Familias separadas
La red sacaba niños de la guardería frente al Teatro Judío, pero no era la única procedencia de los niños. Había judíos adultos que querían esconderse y no podían hacerlo con los niños, así que los entregaban a la red. "Si lo piensas ahora, como padre o abuelo, era absolutamente inhumano separar al niño de los padres, y pienso que si lo pudimos hacer es porque éramos muy jóvenes y aún no teníamos hijos nosotros mismos", afirma el holandés.
Más aún, casi siempre tenían que separar a los hermanos: esconder dos niños era el doble de peligroso que uno solo, y las casas de acogida casi siempre se ofrecían a ocultar solo un niño.
Además, una regla absoluta de la red es que los padres nunca sabían donde se ocultaba el niño. "Yo mismo no conocía todas las direcciones, sólo algunas, teníamos tres listas distintas y solo si juntabas las tres listas podías encontrar a los niños, así que ninguno podía traicionar a los niños: ni yo, ni mi colega ni las chicas. Había una regla en la resistencia: que durante las primeras 24 horas detenido no podías traicionar a nadie ni decir nada y que después ya sí podías, porque para entonces todo el mundo conectado contigo ya habría cambiado de lugar".
De este grupo, sólo dos chicas fueron detenidas, enviadas al campo de Ravensbruck y aún así sobrevivieron. Los cuatro grupos implicados en Holanda lograron ocultar unos 1.200 niños.
Los hogares de acogida eran todos cristianos. "Yo trabajaba con gente como Walter Süskind (en la foto, con su hija) y Felix Halverstad, judíos que trabajaban para el Auswanderung -la Oficina para Emigración Judía-, muy valientes, enviaban los niños a la guardería, y luego nos pedían que nos los lleváramos, y al mismo tiempo consiguieron hacer que salieron muchos adultos, falsificándoles papeles. Hicieron un trabajo maravilloso, eran fabulosos, y en su posición hacer eso era jugarse el cuello cada segundo", afirma Meerburg.
La red no entregaba ninguna documentación a los niños, que debían estar simplemente ocultos. Las chicas implicadas en la red visitaban a veces las casas de acogida, pero menos de una vez al mes. A veces, pocas, estudiantes judías escondidas se responsabilizaban de algunas casas.
"A los niños les encantaba la Iglesia Católica"
Meerburg especifica que las casas de acogida "nunca eran de familias ricas, siempre eran pobres. Eso es lo raro. Gente con los pies sobre la tierra, muy noble, buena gente. A veces, gente religiosa. Pero nunca en familias con dinero".
Meerburg detalla además que encontraban a esas familias valientes gracias a ministros protestantes y sacerdotes católicos. "Tanto los católicos como la Iglesia Reformada ayudaron enormemente", declara en su informe al Museo del Holocausto de EEUU.
"Negociamos con el obispo de Utrecht que los niños no serían bautizados. Por supuesto, esos niños tenían que ir a la iglesia con los otros niños. De otra forma, despertarían sospechas. Y a los niños les encantaba la Iglesia Católica. Realmente es un gran espectáculo. Así que siempre existía el peligro de que los niños quisieran bautizarse y a algunos de los pastores les habría encantado hacerlo, pero el obispo lo tenía absolutamente prohibido. En Tienray, donde teníamos 120 niños, no hubo ni un bautizo. Hubo algún caso, claro, en que algún párroco desobedeció las órdenes del obispo y bautizaron a alguno, pero fueron casos absolutamente mínimos".
Familias separadas
La red sacaba niños de la guardería frente al Teatro Judío, pero no era la única procedencia de los niños. Había judíos adultos que querían esconderse y no podían hacerlo con los niños, así que los entregaban a la red. "Si lo piensas ahora, como padre o abuelo, era absolutamente inhumano separar al niño de los padres, y pienso que si lo pudimos hacer es porque éramos muy jóvenes y aún no teníamos hijos nosotros mismos", afirma el holandés.
Más aún, casi siempre tenían que separar a los hermanos: esconder dos niños era el doble de peligroso que uno solo, y las casas de acogida casi siempre se ofrecían a ocultar solo un niño.
Además, una regla absoluta de la red es que los padres nunca sabían donde se ocultaba el niño. "Yo mismo no conocía todas las direcciones, sólo algunas, teníamos tres listas distintas y solo si juntabas las tres listas podías encontrar a los niños, así que ninguno podía traicionar a los niños: ni yo, ni mi colega ni las chicas. Había una regla en la resistencia: que durante las primeras 24 horas detenido no podías traicionar a nadie ni decir nada y que después ya sí podías, porque para entonces todo el mundo conectado contigo ya habría cambiado de lugar".
De este grupo, sólo dos chicas fueron detenidas, enviadas al campo de Ravensbruck y aún así sobrevivieron. Los cuatro grupos implicados en Holanda lograron ocultar unos 1.200 niños.
(Vía: Forum Libertas)
Un héroe en tiempos difíciles, no voy al cine, pero si es buena, espero tener la oportunidad de verla en DVD...
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