Ante esas intervenciones, también la jerarquía católica se pronunció. En una entrevista con el editor del Rocky Mountain News, publicada el 21 de agosto, el Arzobispo de Denver se vio obligado a recordar el derecho que todos los católicos tienen para expresarse en la vida pública. Y, en el Vaticano, por las dudas que algunos sembraban acerca de la ortodoxia de la cinta, dos prelados salieron públicamente en su defensa.
El Cardenal Darío Castrillón, Prefecto de la Congregación para el Clero, señaló que el filme de Gibson “es un triunfo del arte y de la fe”, y añadió: “Quisiera que todos los sacerdotes católicos del mundo pudieran ver esta película”. Por su parte, el Presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones, Mons. John P. Foley, que había asistido también a un pase privado de la cinta, señaló a la prensa que “la película de Mel Gibson de ninguna de las maneras promueve el odio a los judíos”.
En esa misma época, y tras los ataques de Frank Rich en el New York Times y de Mary Boys en el Albany Times Union, se manifestaron también a favor otros dos conocidos intelectuales. Deal Hudson, editor de la influyente revista católica Crisis, contó su formidable experiencia tras asistir a una proyección privada de La Pasión: “Mi esposa y yo salimos del filme con la sensación de que nuestra fe se había revitalizado. Sin lugar a dudas, esta película convertirá a muchas personas y les ayudará a valorar el sacrificio de Cristo”.
Poco después, en un gran reportaje publicado a principios de septiembre, el periodista Tom Piatak revelaba que los verdaderos enemigos de la cinta no eran tanto los lobbys liberales de Hollywood ni la ADL judía, sino un grupo de académicos y biblistas autodenominados “cristianos” que estaban publicando artículos contra la película en revistas de tendencia anticlerical. Ese grupo, denominado “Jesus Seminar” y agrupado en torno a la figura de J. D. Crossan, era el mismo que había lanzado la campaña de desprestigio contra el Papa Pío XII, acusándole de antisemita; y entre sus principios estaba olvidarse de los Evangelios como fuente histórica —pues dan por supuesto que son antisemitas y que sólo el 20% es verdadero— y tratar de reinterpretar por completo el Nuevo Testamento.
Una de sus componentes más activas, Paula Friediksen, había formado parte del comité de intelectuales que había emitido un informe sobre el guión de La Pasión. Ese verano publicó una dura diatriba en la revista The New Republic titulada “Mad Mel” (el loco Mel), en referencia a la película Mad Max. La conclusión de Piatak, tras comparar los artículos de ese grupo de biblistas (sólo una quinta parte de ellos lo son) con lo afirmado con los Evangelios era demoledora: “La verdadera batalla de ese grupo al atacar La Pasión no es ir contra Gibson, sino contra Mateo, Marcos, Lucas y Juan”.
(Continuará el viernes 14.X)
El Cardenal Darío Castrillón, Prefecto de la Congregación para el Clero, señaló que el filme de Gibson “es un triunfo del arte y de la fe”, y añadió: “Quisiera que todos los sacerdotes católicos del mundo pudieran ver esta película”. Por su parte, el Presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones, Mons. John P. Foley, que había asistido también a un pase privado de la cinta, señaló a la prensa que “la película de Mel Gibson de ninguna de las maneras promueve el odio a los judíos”.
En esa misma época, y tras los ataques de Frank Rich en el New York Times y de Mary Boys en el Albany Times Union, se manifestaron también a favor otros dos conocidos intelectuales. Deal Hudson, editor de la influyente revista católica Crisis, contó su formidable experiencia tras asistir a una proyección privada de La Pasión: “Mi esposa y yo salimos del filme con la sensación de que nuestra fe se había revitalizado. Sin lugar a dudas, esta película convertirá a muchas personas y les ayudará a valorar el sacrificio de Cristo”.
Poco después, en un gran reportaje publicado a principios de septiembre, el periodista Tom Piatak revelaba que los verdaderos enemigos de la cinta no eran tanto los lobbys liberales de Hollywood ni la ADL judía, sino un grupo de académicos y biblistas autodenominados “cristianos” que estaban publicando artículos contra la película en revistas de tendencia anticlerical. Ese grupo, denominado “Jesus Seminar” y agrupado en torno a la figura de J. D. Crossan, era el mismo que había lanzado la campaña de desprestigio contra el Papa Pío XII, acusándole de antisemita; y entre sus principios estaba olvidarse de los Evangelios como fuente histórica —pues dan por supuesto que son antisemitas y que sólo el 20% es verdadero— y tratar de reinterpretar por completo el Nuevo Testamento.
Una de sus componentes más activas, Paula Friediksen, había formado parte del comité de intelectuales que había emitido un informe sobre el guión de La Pasión. Ese verano publicó una dura diatriba en la revista The New Republic titulada “Mad Mel” (el loco Mel), en referencia a la película Mad Max. La conclusión de Piatak, tras comparar los artículos de ese grupo de biblistas (sólo una quinta parte de ellos lo son) con lo afirmado con los Evangelios era demoledora: “La verdadera batalla de ese grupo al atacar La Pasión no es ir contra Gibson, sino contra Mateo, Marcos, Lucas y Juan”.
(Continuará el viernes 14.X)
“La verdadera batalla de ese grupo al atacar La Pasión no es ir contra Gibson, sino contra Mateo, Marcos, Lucas y Juan”. Oh que fuerte!!!
ResponderEliminarQue Yeshua los acompañe.