En aquel tormentoso verano, aún se publicarían más comentarios a favor y en contra. Mientras la Liga Anti Difamación seguía denostando la película sin haberla visto, la Catholic League (Liga Católica de los Estados Unidos) se solidarizó con el director australiano y declaró que “esos nuevos ataques de la ADL contra La Pasión son injustos y reflejan la postura extremista de un sector que no representa el sentir de la comunidad judía”.
William Donahue, Presidente de la Liga, señaló que “Mel Gibson actuará sabiamente si ignora el ataque politizado de la ADL. Multitudes de católicos, protestantes, judíos y ortodoxos han visto el filme y no dejan de alabarlo”.
En esa misma línea se posicionaron también varios líderes judíos, que no dejaron de manifestar su asombro por las actuaciones de la ADL. Así, el rabino Daniel Lapin (fundador y director de “Toward Tradition”, organización que trabaja por la unidad entre judíos y cristianos), consideró un error las críticas y acusaciones de grupos semitas radicales contra el filme. Y en un artículo que tituló “Protestar contra La Pasión carece de legitimidad moral” llamó a la mesura de los dirigentes de la ADL para no activar innecesariamente el fuego contra los cristianos.
El filón del antisemitismo parecía agotarse. Pero entonces otro tema volvió a sacar el debate público en torno al filme de Gibson. Algunos críticos que habían visto la cinta calificaron de extremadamente dura y violenta la plasmación del sufrimiento de Cristo; incluso llegaron a afirmar, olvidando las sangrientas escenas de otras películas coetáneas a ésta (Kill Bill, Monster o Cold Mountain), que sus imágenes rayaban el límite de la “violencia extrema”.
Mel Gibson señaló entonces que todas esas escenas estaban sacadas de los Evangelios y de diversos libros piadosos sobre la Pasión, donde se describen la flagelación y coronación de espinas, o la crucifixión y agonía de Cristo, con igual crudeza. Quizás nunca habían sido plasmadas en la pantalla con tal realismo, pero justamente esa visión realista era lo que él pretendía plasmar en su obra. En una entrevista televisiva, en que nuevamente calificaban su película de violenta, el director respondió:
“La pasión de Cristo fue así. No hay nada de violencia gratuita en esta película. (…) Nos hemos acostumbrado a ver crucifijos bonitos colgados de la pared. Decimos: ‘¡Oh, sí! Jesús fue azotado, llevó su cruz a cuestas y le clavaron en un madero’, pero ¿quién se detiene a pensar lo que estas palabras significan? Hace años yo no me daba cuenta de lo que esto implicaba, no comprendía lo duro que fue, no me impactaba. Pero ahora, entender lo que sufrió, incluso en el plano humano, me hace sentir no sólo compasión, sino también me hace sentir en deuda: yo quiero compensarle por la inmensidad de su sacrificio”.
William Donahue, Presidente de la Liga, señaló que “Mel Gibson actuará sabiamente si ignora el ataque politizado de la ADL. Multitudes de católicos, protestantes, judíos y ortodoxos han visto el filme y no dejan de alabarlo”.
En esa misma línea se posicionaron también varios líderes judíos, que no dejaron de manifestar su asombro por las actuaciones de la ADL. Así, el rabino Daniel Lapin (fundador y director de “Toward Tradition”, organización que trabaja por la unidad entre judíos y cristianos), consideró un error las críticas y acusaciones de grupos semitas radicales contra el filme. Y en un artículo que tituló “Protestar contra La Pasión carece de legitimidad moral” llamó a la mesura de los dirigentes de la ADL para no activar innecesariamente el fuego contra los cristianos.
El filón del antisemitismo parecía agotarse. Pero entonces otro tema volvió a sacar el debate público en torno al filme de Gibson. Algunos críticos que habían visto la cinta calificaron de extremadamente dura y violenta la plasmación del sufrimiento de Cristo; incluso llegaron a afirmar, olvidando las sangrientas escenas de otras películas coetáneas a ésta (Kill Bill, Monster o Cold Mountain), que sus imágenes rayaban el límite de la “violencia extrema”.
Mel Gibson señaló entonces que todas esas escenas estaban sacadas de los Evangelios y de diversos libros piadosos sobre la Pasión, donde se describen la flagelación y coronación de espinas, o la crucifixión y agonía de Cristo, con igual crudeza. Quizás nunca habían sido plasmadas en la pantalla con tal realismo, pero justamente esa visión realista era lo que él pretendía plasmar en su obra. En una entrevista televisiva, en que nuevamente calificaban su película de violenta, el director respondió:
“La pasión de Cristo fue así. No hay nada de violencia gratuita en esta película. (…) Nos hemos acostumbrado a ver crucifijos bonitos colgados de la pared. Decimos: ‘¡Oh, sí! Jesús fue azotado, llevó su cruz a cuestas y le clavaron en un madero’, pero ¿quién se detiene a pensar lo que estas palabras significan? Hace años yo no me daba cuenta de lo que esto implicaba, no comprendía lo duro que fue, no me impactaba. Pero ahora, entender lo que sufrió, incluso en el plano humano, me hace sentir no sólo compasión, sino también me hace sentir en deuda: yo quiero compensarle por la inmensidad de su sacrificio”.
(Continuará el viernes 21.X)
Estos grupos y personas que se daban golpes de pecho por la violencia de la Pasión de Cristo alababan otras peliculas cuya violencia es de por si el centro de atracción no es más que un doble discurso.
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