domingo, 22 de septiembre de 2013

Monumento en Eslovaquia al niño no nacido

Vemos, a la izquierda, una mujer de rodillas con el rostro entre las manos. Lo oculta ante los demás, ante sí misma y ante el niño que está delante. Y llora sin consuelo. Refleja un dolor profundo, muy hondo; una enorme vergüenza y una tristeza infinita.

Delante está la figura de un niño, más limpia, frágil y hermosa. Está tallada en vidrio, en una especie de cristal transparente. El niño está de pie, como alzándose del suelo, y con su mano izquierda toca delicadamente la cabeza de la mujer.

Es difícil poder expresar mejor el profundo arrepentimiento de una madre que ha abortado. Lo ha logrado, a mi juicio magníficamente, Martin Hudáček, un joven escultor de Banska Bystrica (Eslovaquia). La idea surgió de un grupo de mujeres, madres jóvenes, que se han comprometido en la noble tarea de difundir el valor de toda vida humana, y en hacer más consciente a la humanidad del daño que se inflige no sólo a un ser indefenso, sino también a la madre, al padre, a la familia y a la sociedad entera.

Este monumento al “Niño no nacido” fue inaugurado el 28 de octubre 2011 por el Ministro de Salud de Eslovaquia Ivan Uhliarik. No es el único monumento de este tipo: en Eslovaquia hay numerosas esculturas que recuerdan a tantos niños que no pudieron nacer. Por si sirve el dato, Eslovaquia es uno de los países que, al salir del comunismo, ha visto reducirse su número de abortos: de 58.000 en 1988 a 16.500 en 2011. Gobiernos pro-aborto han logrado que la interrupción del embarazo sea prácticamente libre hasta las 12 semanas, y que se permita a jóvenes de 16 y 17 años con permiso de sus padres. Pero el país es mayoritariamente católico (un 70% de sus 5,4 millones de habitantes), y buena parte de los servicios sanitarios son atendidos por instituciones de la Iglesia. El resultado es que la vida del niño se valora allí mucho más que en los países más desarrollados.

Podemos echar un último vistazo a la escultura. El artista ha logrado plasmar un maravilloso equilibrio entre dolor y amor; entre la agonía de la madre y el consuelo del niño; entre el arrepentimiento de ella y el perdón de él. La imagen deja en el corazón una profunda ternura hacia la madre y su hijo. Hacia los dos. Pero ¿por qué el autor quiso emplear el cristal en el caso del niño? Tal vez para evocar el alma pura y transparente del no nacido. En esa imagen tierna, parece decir a la mujer: «Mamá, no llores más. Mírame, aquí estoy. Desde el cielo podré amarte y cuidarte. Algún día volveremos a estar juntos, y podré hacer todo lo que no pudimos hacer en la tierra». (Esther María Ianuzzo).

1 comentario:

  1. Esos niños son mártires, como los Santos Inocentes. Es doloroso que mueran sin bautizar; sea o no sea así seguramente estarán en el Cielo.Tal vez la Iglesia encuentre un camino en la palabra de Dios para poder considerar el bautismo de sangre para ellos.

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