sábado, 6 de diciembre de 2014

“Exodus” y “Noé”: espectacularidad versus fidelidad

(Juan Jesús de Cózar).- Hemos hablado largamente de “Exodus” (Ridley Scott) en este blog: a propósito del diluvio de películas bíblicas que se avecinaba, del fabuloso lanzamiento del tráiler, de su marketing estratégico y de la posible fidelidad del guión a lo narrado en la Escritura. Ahora, al comienzo de su reseña crítica (ayer fue su estreno en España), es ineludible una breve comparación con “Noé(Darren Aronofsky), porque ambas películas han sido grandes superproducciones basadas en el libro del Génesis, y ambas han llegado a nuestras pantallas en 2014.

Siendo Aronosfsky un director que dota a sus filmes de imágenes poderosas, personalmente me ha impresionado mucho más la espectacularidad lograda por el director de Gladiator (2000). “Exodus” deslumbra (el 3D, en este caso, ayuda), asombra, posee un gran poder de atracción y llena los sentidos, que muchas veces no logran abarcar tanta riqueza visual y sonora. El clasicismo de “Exodus” contrasta con el look más moderno de “Noé”. Pero –adelantémoslo ya– las dos películas conmueven poco, porque la emoción (la auténtica emoción, no el sentimentalismo) es la llave que abre el corazón del espectador y le compromete en la historia.

En ambos casos, los personajes principales (Moisés y Noé) se nos presentan más como guerreros que como líderes religiosos, pero es algo bien comprensible si pensamos en la legítima finalidad de atraer a un público juvenil, interesado sobre todo en películas de héroes y aventuras. Christian Bale está inmenso, como casi siempre, y encarna a un Moisés sereno y fuerte, tierno y enérgico, aunque quizá poco sobrenatural. Esta es una de las pegas de la película. La otra –en mi opinión– es la opción elegida por el director para presentar a Dios en el filme. No conviene desvelar detalles de la trama, pero a uno le hubiera gustado que ese Dios que “hablaba con Moisés como con un amigo” (Ex 33, 11) se nos mostrara amable, misericordioso, sin atisbo de crueldad, más familiar…; obligado a castigar, sí, pero muy a su pesar, porque debía salvar al pueblo elegido –su Pueblo– del que nacería el Mesías prometido.

Como se puede adivinar fácilmente, el problema de “Exodus” está en el guión. Y eso que han intervenido hasta cuatro “plumas”: Adam Cooper, Bill Collage, Jeffrey Caine y Steven Zaillian; este último, brillante guionista de “La lista de Schindler”, “En busca de Bobby Fischer” o “Moneyball”. A pesar de que la historia está bien narrada técnicamente, carece de la profundidad necesaria y no quedan planteados los grandes temas de fondo, reduciendo buena parte de la acción al antagonismo entre Moisés y su “hermano de leche” Ramsés (un notable Joel Edgerton).

Además de Bale y de Edgerton, conviene mencionar el buen hacer –en sus breves papeles– de John Turturro (Seti) como padre de Ramsés, y de la española María Valverde (Séfora) como esposa de Moisés. Precisamente ella es la que protagoniza las escenas más íntimas y emotivas: la noche de su boda con Moisés y el reencuentro con él después del paso del Mar Rojo. Sin embargo, dos grandes actores como Ben Kinsgley (Nun) y Sigourney Weaver (Tuya) parecen convidados de piedra, porque sus apariciones resultan tan fugaces como superfluas.

Si el apartado visual es grandioso, también lo es la música de un inspirado Alberto Iglesias, que con su carácter épico y emocional acompaña oportunamente al espectador durante las dos horas y media que dura el filme.

Quizá las nuevas generaciones no conozcan la versión de la vida de Moisés que realizó Cecil B. DeMille en 1956: “Los diez mandamientos”, protagonizada por Charlton Heston y Yul Brynner. La visión de “Exodus” –que recomiendo, a pesar de sus defectos– puede ser un buen reclamo para recuperarla. Y también una ocasión para (re)leer la verdadera historia de Moisés: su encuentro con Dios en la zarza ardiente, su aceptación de las Tablas de la Ley, su incansable búsqueda de la Tierra Prometida... Una gran epopeya en la que nunca le faltó el aliento divino...

7 comentarios:

  1. ....Scott es más sabio y nos presenta el filme bíblico positivo en contraste con el filme negativo de Aronofsky. Con su dirección, Scott sostiene la película y nos entrega un viaje potente y profundo. Sin duda alguna, se esperará con ansías el montaje del director de "Exodus".

    Finalmente, y respecto al Moisés poco sobrenatural, debemos entender que las películas son productos, si bien atemporales, también nacen y son hijas de su tiempo, y el tiempo de hoy nos pregunta por la reflexión de la existencia de Dios, pregunta compleja que, si bien tiene respuesta para muchos, otros estudian aún en la senda de la duda, y la película en su carácter universal y representativo nos habla de esta posibilidad reflexiva en el personaje de Moisés. Aspecto que en mi opinión estuvo muy bien tratado y era totalmente comprensible.

    Sin ser una película perfecta, Exodus cumple y su celuloide derrocha divinidad y astucia, calidad y originalidad, emoción y esperanza.

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  2. Me crié con la versión de Cecil B. de Mille que vi siendo muy pequeña y cuyas imágenes, en rabioso tecnicolor, me transportaban a otros mundos. Cuesta poner la cara de Christian Bale en la de Charlton Heston y la de Joel Edgerton en la de Yul Brynner. Pero lo que más cuesta es ver a Dios convertido en un niño con aspecto de Dalai Lama tibetano invitando a té a Moisés, supongo que para escenificar la frase bíblica de que ambos se trataban como amigos. Que la película sea espectacular - y lo es sobremanera - no es decir nada en el siglo XXI; que Scott es libre de verter en su trabajo como director su particular manera de entender la fe, o no entenderla, tampoco es decir mucho puesto que esa libertad creativa se le presupone. Pero oír a una faraón de hace cuatro mil años hablar de que " liberar a los esclavos es un problema de fondo económico", a un virrey decir que " el pueblo judío tiene un elevado índice de natalidad" o al propio Moisés reclamando un sueldo para los obreros de Pitón ya no es libertad de expresión sino absurdos como la copa de un pino. Scott sigue fiel a sus anacronismos y eso, en un director de prestigio como él lo es ya empieza a ser imperdonable.

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  3. Nada como la animada, "El príncipe de Egipto" (1997) una obra que sigue sorprendiendo hoy día. Muy recomendable.

    Respecto al filme de Scott, me sorprende y veo con buenos ojos la intención realista que se le otorga Scott a una historia muy conocida, en donde las acciones pasan de manera natural y coherente y no pasa como en otras adaptaciones donde se limitan a hacer todo lo que se ha hecho antes. Son estas mismas libertades y novedades de Scott que hacen el filme memorable.

    Sobrecogedora la interpretación del mensajero de Dios, Malak. El pequeño Issac Andrews nos sorprende con un despliegue poderoso de su personaje, con un sentido equilibrio de grandeza y humildad, muy en relación a Dios.

    Bueno, y respecto a la obra de Scott en sí, nadie está obligado a ver la película si la fe del director le incomoda, para ello mejor nos limitamos a leer la biblia porque pocos o nulos son los directores de cine que también sean sacerdotes.

    PD: No siendo budista ni entusiasta de las creencias orientales, creo que los monjes tibetanos también son hijos de Dios, y muchas veces en su humildad siento que están más cerca de él, que muchos católicos hipócritas que se limitan a señalar con el dedo y usar toda una cultura para generalizar en un sentido negativo.

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  4. He notado en muchos espacios donde se habla de la película, que para muchos es incomoda la representación de Dios como un niño pequeño. Hablando seriamente sobre el asunto ¿Cuál es el problema con ello? ¿No son los niños la más alta expresión de grandeza y humanidad para la raza humana? ¿Qué es más puro en términos humanos que un infante?

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  5. Que Scott haya querido representar a Dios como un niño no es el problema; tampoco que ese niño tenga el aspecto de un lama tibetano. El problema es que ese niño es cruel, orgulloso y vengativo y está en las antípodas del pacifismo y la mansedumbre de los monjes a quienes su aspecto recuerda. .

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  6. Tienes razón. En este debate sobre la representación de Dios en el filme de Scott, el problema no es que aparezca como un niño (aunque a muchos les resultará chocante, pues sabemos que es Padre, y eso casa más con una representación mayor que una infantil: "necesitamos" verle con más edad) sino que aparezca cruel y vengativo. Eso en modo alguno encaja con lo que es Dios. Ese es el problema.

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    1. Ese es el mismo problema que detecté en "El reino de los cielos" también de Scott. Como tú muy bien dices, A. Mendiz, Dios es antes que nada un Padre; y no lo ha sido sólo tras la revelación del Nuevo Testamento, sino desde siempre. Tomar un texto bíblico ( o coránico, o budista) como inspirador de una película o de cualquier otra manifestación cultural, y no tomarse antes el trabajo de intentar conocer aunque sea mínimamente el significado del lenguaje en que ese texto bíblico está escrito es, cuando menos, irresponsable. Y no me vale decir eso de que Scott no ha querido hacer teología, (o historia) sino sólo entretenimiento. Supongo que Peter Jackson tan sólo quería hacer entretenimiento, pero "El Señor de los anillos" tiene más teología dentro que "Exodus: dioses y reyes".

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