Haití ha supuesto un auténtico volcán de inquietudes religiosas: “¿Dónde estaba Dios?”, se preguntan tantos periodistas que quizás se acuerdan poco de Él en sus crónicas diarias. “¿Dónde estaba Dios?”, nos preguntamos horrorizados los hombres de a pie, que quizás no nos acordamos de Él en los momentos de felicidad.
En el último post reproducía una vez más esa pregunta (que otros plantearon también cuando el 11-S y en el 11-M) a propósito de la película “Tierras de penumbra”. En esa escena, C. S. Lewis la planteaba ante un atento auditorio y procuraba dar una respuesta satisfactoria. En un comentario al pie de ese artículo, José Ramón la formulaba de nuevo, a propósito del fallecimiento de un amigo, y ese testimonio me ha animado a revivir el recuerdo de mi hermana Inés.
Os hablé de ella en un post del 4 de noviembre, con motivo de la publicación de mi libro: un cáncer fulminante se la llevó en menos de un año, a pesar de la quimio, de la radio y de todo nuestro deseo de mantenerla con vida. Se nos fue el 30 de junio, rodeada del cariño de su gran familia: el Opus Dei. Ella me repetía con frecuencia: “La Obra es el mejor sitio para vivir y el mejor sitio para morir”. Cuando iba a verla, me decía siempre: “Alfonso, tienes que terminar ese libro sobre Jesús”. Y fue tanta su ilusión por ver el libro acabado y tanto empeño puso en ayudarme, que a ella está dedicado el volumen, y a ella me encomiendo cada vez que tengo que presentarlo o hablar de él.
En estos días, al ver esa pregunta flotando en los periódicos y los programas de televisión (“¿Dónde estaba Dios?”), yo me lo he planteado también respecto a mi hermana. Y ya sé la respuesta: Dios estaba a su lado, acompañándole en el sufrimiento. Inés sabía esto, por eso ha llevado esta cruz tan dolorosa –fueron once meses de durísima prueba- con una serenidad que a todos nos llenaba de paz. Nos transmitía sosiego, sonrisa… incluso alegría. Nos transmitía esa visión sobrenatural, que le hacía ver a Dios donde los demás veíamos tragedia.
Nosotros hemos visto la tragedia de Haití. Si tuviéramos la visión de Inés y de tantas personas santas, veríamos a Dios en medio del dolor, y quizás no nos preguntaríamos: “¿Dónde estaba Él en ese o en aquel otro momento? ¿Cómo puede Dios sacar algún bien de todo esto?”.
Yo puedo decir que la enfermedad de Inés ha hecho un gran bien a mi familia, porque Dios se ha aproximado a nosotros precisamente con esa enfermedad: algunos parientes volvieron a rezar o se acercaron a la vida religiosa, todos nos hemos sentido más unidos, y yo mismo recé en esos once meses como nunca antes lo había hecho. A mí me ayudó mucho esa agonía que tanto me hizo sufrir.
Ciertamente, lo que nos purifica no es el dolor, sino el modo como llevamos el dolor. Inés lo llevó con alegría, olvidada de sí misma. Como Cristo en la Cruz. A otros, esa cruz le hubiera aplastado o amargado. A ella, la cruz le acercó aún más a Dios, y así nos consiguió muchas gracias desde el Cielo…
“¿Dónde estaba Dios durante su terrible enfermedad?”. Yo lo tengo muy claro: junto a ella, haciéndola feliz y haciéndonos felices en medio del sufrimiento.
En el último post reproducía una vez más esa pregunta (que otros plantearon también cuando el 11-S y en el 11-M) a propósito de la película “Tierras de penumbra”. En esa escena, C. S. Lewis la planteaba ante un atento auditorio y procuraba dar una respuesta satisfactoria. En un comentario al pie de ese artículo, José Ramón la formulaba de nuevo, a propósito del fallecimiento de un amigo, y ese testimonio me ha animado a revivir el recuerdo de mi hermana Inés.
Os hablé de ella en un post del 4 de noviembre, con motivo de la publicación de mi libro: un cáncer fulminante se la llevó en menos de un año, a pesar de la quimio, de la radio y de todo nuestro deseo de mantenerla con vida. Se nos fue el 30 de junio, rodeada del cariño de su gran familia: el Opus Dei. Ella me repetía con frecuencia: “La Obra es el mejor sitio para vivir y el mejor sitio para morir”. Cuando iba a verla, me decía siempre: “Alfonso, tienes que terminar ese libro sobre Jesús”. Y fue tanta su ilusión por ver el libro acabado y tanto empeño puso en ayudarme, que a ella está dedicado el volumen, y a ella me encomiendo cada vez que tengo que presentarlo o hablar de él.
En estos días, al ver esa pregunta flotando en los periódicos y los programas de televisión (“¿Dónde estaba Dios?”), yo me lo he planteado también respecto a mi hermana. Y ya sé la respuesta: Dios estaba a su lado, acompañándole en el sufrimiento. Inés sabía esto, por eso ha llevado esta cruz tan dolorosa –fueron once meses de durísima prueba- con una serenidad que a todos nos llenaba de paz. Nos transmitía sosiego, sonrisa… incluso alegría. Nos transmitía esa visión sobrenatural, que le hacía ver a Dios donde los demás veíamos tragedia.
Nosotros hemos visto la tragedia de Haití. Si tuviéramos la visión de Inés y de tantas personas santas, veríamos a Dios en medio del dolor, y quizás no nos preguntaríamos: “¿Dónde estaba Él en ese o en aquel otro momento? ¿Cómo puede Dios sacar algún bien de todo esto?”.
Yo puedo decir que la enfermedad de Inés ha hecho un gran bien a mi familia, porque Dios se ha aproximado a nosotros precisamente con esa enfermedad: algunos parientes volvieron a rezar o se acercaron a la vida religiosa, todos nos hemos sentido más unidos, y yo mismo recé en esos once meses como nunca antes lo había hecho. A mí me ayudó mucho esa agonía que tanto me hizo sufrir.
Ciertamente, lo que nos purifica no es el dolor, sino el modo como llevamos el dolor. Inés lo llevó con alegría, olvidada de sí misma. Como Cristo en la Cruz. A otros, esa cruz le hubiera aplastado o amargado. A ella, la cruz le acercó aún más a Dios, y así nos consiguió muchas gracias desde el Cielo…
“¿Dónde estaba Dios durante su terrible enfermedad?”. Yo lo tengo muy claro: junto a ella, haciéndola feliz y haciéndonos felices en medio del sufrimiento.
Alfonso, tú los has dicho todo en este post...
ResponderEliminarPersonalmente llevo tiempo reflexionando sobre la Providencia Divina.
-¿Por qué pasa lo que ocurre?-…
Con esa cara de Angel con la que aparece tu hermana en la foto no me extraña que Dios la quisiera bien pronto a Su lado. Hoy me encomendaré a ella.
Un abrazo,
Juan
Cuántas veces nos habremos hecho esa pregunta¿Dónde estaba Dios cuando...? y en esos momentos nos damos cuenta lo difícil que es seguir creyendo, ponemos a prueba nuestra propia fe, ya no solo la religiosa sino la moral, la científica, la que sea que tengan los ateos... todos, o la mayoría de nosotros tenemos algo que ha marcado nuestra vida, y como dice Alfonso, por muy duro que sea es importante intentar sacar lo positivo, aunque parezca imposible.
ResponderEliminarIndependientemente de que os guste o no la serie "Perdidos", quiero proponer uno de los personajes más interesantes y complejos que he visto en cine en los últimos años que refleja muy bien el sentimiento del abandono de uno mismo y del posterior reencuentro personal; concretamente el personaje de John Locke.
Esta entrada la dedico a mi hermano Carlos. Hoy tendría 20 años. Hace 3 años un reventón de rueda cambió mi vida y la de mi familia. Le había llegado la hora a un inocente, bueno por naturaleza, responsable y brillante. Hoy soy mejor persona gracias a lo que ocurrió y lucho a diario por aceptar que si está ahí arriba es porque Dios necesitaba a su lado mejores soldados.
Buen fin de semana a tod@s,
Fangtasy.
Muy bonito Alfonso. Yo también me encomendaré a ella, hoy y siempre.
ResponderEliminarAlfonso, no sabía nada de lo de tu hermana. Gracias por este testimonio tan duro y esperanzador. Un abrazo.
ResponderEliminarRaúl Cremades.
me ha hecho pensar eso de que no es el dolor en si mismo lo que nos hace mejores, sino el modo de llevarlo. Gracias. A Ines me encomiendo yo tambien para que me ensenye y me ayude a llevar el dolor como ella lo hizo
ResponderEliminarQuerido Alfonso,
ResponderEliminarMuchas gracias por tu testimonio... mientras iba leyéndolo ponía en paralelo mi experiencia del sufrimiento con la tuya. Aunque a mí no se me ha muerto la hermana, si es cierto que desde que entré en el seminario ha cambiado por completo mi idea de lo que es la felicidad y el sufrimiento tiene toda la "culpa".
Yo soy ingeniero químico y, cuando acabé la carrera conseguí un buen trabajo en Madrid, diseñando refinerías de petroleo. Tenía un buen trabajo, me compré una casa, tenía buenos amigos y un futuro prometedor (según mi madre sólo me faltaba una novia). Pero el Señor tenía pensado para mí otra cosa muy distinta: me pidió que lo dejase TODO para seguirle en el camino hacia el sacerdocio... y así lo hice.
Abandonar mi trabajo, mi casa y mis cosas no me costó tanto como renunciar a mis proyectos para el futuro por aquello que el Señor me proponía en aquel momento... pero me fié y entré en el seminario.
A la semana de entrar en el seminario... "descendí a los infiernos". Empecé a pasarlo muy mal... tan mal que a los ojos del mundo lo normal habría sido tirar la toalla y marcharme del seminario, pero no lo hice porque "sabía de quién me había fiado".
Pasé el año más difícil de mi vida (que luego fueron dos) y yo en aquel momento no entendía nada. ¿Cómo es posible que habiéndolo dejado todo por el Señor ahora me estuviera haciéndolo pasar tan mal? Pero fui paciente (virtud muy necesaria en el seminario).
Estoy en mi tercer año de seminario y no pasa un día sin que le de gracias al Señor por haberme llamado a ser sacerdote. AHORA puedo mirar hacia atrás y DAR GRACIAS POR TODO EL SUFRIMIENTO PASADO. Ahora entiendo como el sufrimiento me ayudó a madurar tanto humana como espiritualmente más de lo que había madurado en toda mi vida. Ahora sé que cuanto más hondo caí en la fosa, más cerca de mí estuvo el Señor. Ahora entiendo cómo la cruz es el camino necesario para alcanzar la gloria de la resurrección.
Y ahora entiendo a mucha gente que antes no entendía. Ahora puedo ser luz en la vida de aquellos que pasan por donde yo he pasado.
Etc, etc, etc...
De nuevo siento haberme extendido tanto.
Un abrazo,
JRRM
Me parece encantador. Se lo reenvio a mi hermana.
ResponderEliminarUn abrazo.
Siento mucho la enfermedad y fallecimiento de tu hermana. No lo sabía. Hoy he rezado a ella también por mí. Comparto tu reflexión sobre el dolor y sufrimiento. Dios está con la persona, y en la medida en que se ofrece a Dios, el dolor se acepta y se ama la Voluntad de Dios. El dolor se transforma en paz y alegría. Y es verdad que la Obra es el mejor sitio para vivir: trabajando y ofreciendo a Dios el quehacer diario, intentanto ser mejor persona cada día; y luego, el mejor sitio para bien morir: ves la muerte sin temor. Es más, cuando de verdad SE AMA DIOS, sabiendo que nuestro final es EL, no te importa el cómo , ni el cuándo, y los lazos humanos se hacen más fuertes, mas auténticos, se trasciende hacia Dios. De ahì que la muerte de un familiar haga mejores a los que le rodean.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ya expresé mi pésame en ese post, ya que me apenó bastante al leerlo.
ResponderEliminarEl error de base que cometemos todos es preguntarnos ¿por qué? ¿por qué a mí, por qué yo?
No hay que preguntar, sólo aceptar.
Duro, pero no queda otra que aceptar todo lo que nos pase en esta vida terrenal que como dijo Santa Teresa "no es más que una mala noche en una mala posada". Nunca he entendido por completo el terrible drama entorno a la muerte cuando sabemos que ésta forma parte de la vida, la una no existe sin la otra, y el célebre "polvo eres y en polvo te convertirás" es tan cierto como que respiramos. Me gusta mucho una frase que dice “tan segura está la muerte de su victoria que nos da toda una vida de ventaja”.
Yo entiendo la muerte como una transición, un cambio, y la peor parte siempre se la lleva el que se queda sufriendo aquí, en la tierra, el que se va "pasa a mejor vida", como se dice coloquialmente. Me quedo con el ejemplo de la película "Camino", pero con la parte de cómo la niña lleva y acepta la enfermedad.
Aceptar siempre, no cuestionar ni pedir "la hoja de reclamaciones" a Dios, que es lo que siempre hacemos al menor contratiempo.
Me ha venido muy bien tu post de 5 de febrero sobre la muerte de tu hermana. No lo sabía y estoy contigo en que Dios estaba a su lado, nos quiere más que todos los padres de la tierra juntos. Ahora ella nos presta mucha más ayuda, mucho más bien que si siguiera físicamente con nosotros, aunque entiendo el desgarro del alma. Muchas gracias por tu blog
ResponderEliminares hermoso cuando las personas van voluntariamente al Padre, sí. Dolor, pero dolor fructífero y a su vez acogedor para los que están alrededor.
ResponderEliminarPero ¿qué pasa cuando la historia es diferente? Cuando la persona querida muere renegando de Dios, muere con tanta tarea pendiente por delante... Sólo Dios sabe por qué lo permitió y sólo Él sabe dónde estará ahora ese alma...
En esos casos la muerte se torna más dolorosa, dura e incomprensible, por mucho que pongamos nuestra confianza en Dios.
Somos hijos del Padre por el Hijo. Por ello Dios Padre, está con nosotros igual que está con el Hijo. Ya lo dijo el Hijo, para que sean uno como Tú y Yo somos uno.
ResponderEliminarEl misterio es que la voluntad del Padre pasara por la cruz y la maravilla que el Hijo siempre quiso la voluntad del Padre.
Que Inés no ayude ahora que está con el Padre a seguir su ejemplo.
Un abrazo.
R. Cañizares
Añadiría a lo tuyo que también sacamos lo mejor de nosotros mismos cuando los demás nos necesitan. Nos engrandecemos cuando sentimos la tragedia a nuestro lado y damos todo lo que podemos. Quizá estas catástrofes naturales las permite el Señor para que demos un salto de calidad,
ResponderEliminarAlfonso, hace 14 años que le diagnosticaro a mi mujer Paloma un cancer maligno. Ha tenido dos recaidas, con sus correspondientes meses de quimio y de radio. Ahora mismo, tiene siete metástasis en los huesos, y sigue con un tratamiento muy fuerte. Desde que le diagnosticaron su enfermedad, la aceptó como algo de Dios, y a lo largo de estos años ha desarrollado una labor increible de ayuda a muchos otros enfermos, de apostolado entre muchos sanos, incluso entre muchos chinos que hemos hido conociemdo después de conectar con un matrimonio que nos sirvió una coca cola en un restaurante cerca de donde se ponía la quimio. Preguntaron: ¿Como está tan contenta si se puede morir mañana?. Ella dijo, porque creo en Dios y ellos dijeron, nosotros invitamos a la señora feliz si nos dice como conocer a ese Dios. Les fuimos explicando y al cabo de dos años se bautizaron, comulgaron, se casaron, y nos fueron trayendo muchos más chinos, con sus niños, muchos de los cuales se bautizaron. Somos padrinos de mucha gente con los ojos rasgados. Incluso hemos conectado con sus familiares en China, algunos de los cuales han venido a conocer a Paloma: "La señora feliz".
ResponderEliminarLos médicos no se explican como sigue viva y ella dice que porque le queda mucho por hacer.
Además se aplica a rajatabla eso de:
"Si lo que me pasa son Tus caminos……
quiero lo que me pasa.
Si lo que me ocurre son Tus pensamientos……
quiero lo que me ocurre
El apóstol Juan dirá: “Dios es Amor”.
Nadie dijo: “Dios es dolor”.
Cuando Dios permite el dolor
Responde a un plan – ¡¡ misterioso plan !!- de Amor.
Sólo al final, en la resurrección entenderemos.
Yo lo entiendo ya, aquí abajo, viendo a Paloma.
Querido Alfonso,
ResponderEliminarMuchas gracias por este post tan íntima y personal. Comparto la opinión de otro lector aquí: de verdad tu hermana luce una cara de ángel en la foto. Es el rostro de alguien que le ha conocido profundamente y de manera muy cercana e íntima al Señor Jesús. Me trae mucha paz sólo mirarla... y me anima a seguir "buscando primero Su Reino" y a conocerle a mi Maestro, Jesucristo, cada día más.
En 2009 yo también perdí a un amigo muy querido que nos dejó tras más de una década de sufrimiento... pero por el cuál Jordi también descubrió a un Dios vivo, personal y muy real. Su gran Amado fue Jesús, tanto, de que cuando le mencionó se le llenaron los ojos con lágrimas (de felicidad).
Os comparto su historia aquí, por si pudiera interesar o ayudar a alguien con preguntas y dudas similares a las que mencionas en este maravilloso post.
¡Un fuerte abrazo, Alfonso!
Tu hermano en Cristo, ¡que te aprecia 'mogollón'!
Paul
Gracias a todos por vuestras palabras de apoyo. A Paul, por esa bonita historia de Jordi. A Fangtasy por el relato de su hermano Carlos (me ha emocionado lo que dices: “Hoy soy mejor persona por lo que le ocirruió”).
ResponderEliminarGracias a Arturo y a Ester por vuestro aliento: hacéis bien en acudir a Inés, porque os oirá antes que a nadie. Gracias, José Ramón: tu testimonio personal es fantástico; todos estamos contigo, rezando por tu vocación sacerdotal. José Manuel, Inma, Rafael, Josefina, Juan Angel, Jacobo: gracias por vuestras reflexiones y vuestras condolencias, son la prueba de la verdadera amistad. Gracias, Julio, por compartir esa bella historia de Paloma, “la señora feliz”.
Me siento verdaderamente arropado por vuestro cariño. Inés ha vuelto a unirnos a todos.
Julio,
ResponderEliminarMuchíííííísimas gracias por tu testimonio.
El encuentro con el Señor transforma la vida de tal manera que, siendo todo lo mismo, se alcanza a comprender mucho mejor al verlo con ojos de fe.
Siempre me ha atraído la nación china y hace un par de días, hablando con mi formador del seminario, le dije si no podría este verano ir de misiones a China... a lo que me respondió que me olvidase, por no hablar chino... en fin, esperaré =)
¿Dónde está esa comunidad de cristianos chinos de la que hablas? Puedes responderme a jrumol@gmail.com
Un fuerte abrazo,
JRRM
Verdaderamente Dios está al lado del sufrimiento humano. Cuando no está es cuando sólo buscamos explicaciones humanas. Humanamente el sufrimiento no se explica y la única respuesta es la desesperación y la huida. Tengo varios casos cercanos que han sabido ver el sufrimiento como una oportunidad para crecer. Hace unos días compartimos una tarde maravillosa con una familia amiga cuya hija/hermana había fallecido recientemente. ¡¡qué ejemplo!! Nos ha ayudado un montón ver en vivo una familia rota por el dolor por la pérdida de otro ángel (como Inés) pero al mismo tiempo confortados, serenos. Desde luego Dios está presente en esa familia. Si sólo contamos con las fuerzas humanas, pienso que esa serenidad es ¡¡imposible¡¡. Y qué decir de los abundantes bienes que se obtienen de la enfermedad, del sufrimiento.....En mi casa lo tenemos muy claro. Desde la enfermedad de mi madre, mi familia se ha colmado de bienes: hemos descubierto valores "escondidos", hemos conocido a gente maravillosa que nos ha ayudado muchísimo, hemos acercado a gente a Dios....
ResponderEliminarMuchas gracias por el blog y por todos los testimonios.
Saludos de Javier y Rosana
Un testimonio de gran valor Alfonso y como no, de primer orden, el de tu misma hermana Ines quien sufriendo se mantuvo fiel a su vocación de hija de Dios y ahora sirve de ejemplo de espezanza a muchos enfermos. Bellas palabras refiriéndose al Opus Dei, y que ayuden a otras personas a discernir y agradecer a Dios el hecho de exista en la Iglesia. Ella sigue hablandonos desde tus palabras, esto merece un sincero agradecimiento. El Señor le conceda la paz y la vida eterna. Estais en mis oraciones.
ResponderEliminarNo hay dia sin cruz. Que el Señor nos enseñe a abrazar esa cruz que sólo El es capaz de llevar. Seamos como el Cirineo, y sirvamos en lo que nos toca llevar también la cruz salvadora que quiso el Señor abrazar, para el bien de todas las almas. No hay mayor beneficio y dicha que en compartir el dolor con Jesucristo.
Cada cristiano es partícipe por el Bautismo de la pasión, muerte y Resurrección de Jesucristo, y desde mi experiencia, con gozo y alegría, puedo decir que solo podemos conocer profundamente a Dios desde el sufrimiento personal y por el prójimo. Así es, ese sufrimiento se torna en alegría porque nos despojamos de nosotros mismos y nos hacemos uno con Jesucristo, quien dio su vida para la salvación del genero humano.
Tus sentimientos y emociones, ya no son los tuyos, y más si cabe, tu dolor son los del Señor, y esto es realmente lo grande de nuestra fe. Siempre mirarán al que traspasaron.
Gracias, Javier y Rosana, por vuestro comentario. Ciertamente, el dolor es una realidad que a todos nos llega: basta leer todos estos comentarios, la mayoría son de personas que se han topado con la cruz y han sabido descubrir en ella al Redentor. Esa visión es la que nos salva.
ResponderEliminarTambién los no creyentes se encuentran con el dolor. Pero nosotros sabemos por qué Dios lo permite, y sabemos dar respuesta cuando nos dicen: "¿Dónde estaba Dios?".
Yo veo, sobre todo, que el dolor une: a la familia, reforzando sus lazos; a los amigos, que se vuelcan con la persona que sufre... Incluso a los colaboradores de un modesto blog, que muestran su adhesión y su cariño con quien manifiesta el recuerdo de una pena muy honda. "Una pena en observación", que diría C. S. Lewis.
Muchísimas gracias.
Gracias, también, Lorenzo. Como dices, no hay día que no tenga su cruz. Pero eso no significa toparse con la amargura, sino con Cristo. Y junto a Él, ¡que bien se está!
ResponderEliminarSigo de cerca tu proyecto musical.
Alfonso, cuando las palabras salen del fondo del alma brillan de un modo especial, y tu último artículo es especialmente luminoso. Has abierto tu corazón de par en par, y el paisaje... ¡es tan hermoso! ¡Gracias!
ResponderEliminarEl sentido del dolor... ¿Por qué ocurren ciertas cosas terribles?, ¿dónde está Dios en esos momentos?... son cuestiones que, al menos a mí, se me escapan... Sinceramente no lo sé, ninguna explicación "racional" me convence, y ¡hay tantas cosas que no entiendo...! Pero creo que es precisamente por eso por lo que necesitamos la Fe.
El umbral del dolor es algo tan personal, y éste, tan terrible en ocasiones, que respeto profundamente a cualquiera que lo sienta, en cualquier grado y con independencia de su forma de afrontarlo. Pero también admiro enormemente a quien, como tú, posee esa fuerza extraordinaria, en torno a un alma enormemente sensible a la vez.
Estoy segurísima de que Inés te cuida en cada paso, te comprende y, te sonríe desde el cielo cada vez que tú la recuerdas.
A ti, y a toda tu familia, un fortísimo abrazo.
“Tarde te amé, hemosura soberana, tarde te amé... Tú estabas dentro de mí, y yo por fuera te buscaba...“.
ResponderEliminarAllí estaba, y está en ella y en ti.
Un fuerte abrazo.
Conocí a Inés a los quince años. Era la sencillez en persona. Tenía la mirada muy viva, inteligente, humilde, dispuesta. Un encanto. No tenía miedo. Y sobre todo una alegría contagiosa.
ResponderEliminarGracias por el testimonio de sus últimos días, final de una trayectoria limpia y envidiable. ¡Qué cielo debe de estar gozando!
Alfonso, que razón tienes. Muchas veces me lo he preguntado, yo también me acuerdo de Dios en los momentos de felicidad de mi vida. Y creo que Dios tiene un plan para todas y cada una de las personas que han perdido la vida en Haití...hay un plan para cada uno de nosotros, un plan único. Solo Él lo sabe y nosotros no somos capaces de entenederlo desde aqui. Un abrazo fuerte!
ResponderEliminarSiento mucho la muerte de tu hermana Inés. A veces no comprendo la aceptación de la vida (y la muerte) por parte de los no creyentes. Quizás porque en este mundo descafeinado aún hay quien cree en la eternidad, tal vez porque la hermana muerte se ha alejado tanto de nuestras vidas que apenas logramos percibirla.
ResponderEliminarCuando murió mi abuelo, descubrí que en mi familia había una gran cultura de muerte, y que era una de las expresiones más sinceras de nuestra fé. Recuerdo cómo mi abuela y sus hijas lo lavaron y vistieron, cómo lo velamos toda la noche y cómo finalmente lo acompañamos a la iglesia y de allí al cementerio. Para esto nos preparamos en vida (a día de hoy nos preparamos menos).
Personalmente he visto el rostro de Jesús en momentos graves, en zonas pobres, donde mi oración se ha enriquecido enormemente. Quizás porque acá vivimos de manera tan distraída que no nos paramos a dar gracias, o no nos fijamos en el hermano.
Decía Khalil Gibrán que la plenitud consistía en reir con todas las risas y llorar con todas las lágrimas. En definitiva en vivir cada tiempo con profundidad, y como decía el Siriático hay un tiempo para todo, y este es un tiempo para llorar.
Como decía S. Francisco, "muriendo se resucita a la vida eterna".
Un abrazo.
Querido Alfonso:
ResponderEliminarhe leído tu artículo sobre tu hermana Inés y los comentarios que ha hecho la gente. Esto del cáncer es terrible, pero estoy seguro de que un artículo como ese ayuda a la gente a pensar, que no es poco, en la
intrascendencia de posiciones y comportamientos ante el momento final, que a todos se nos puede adelantar.
Un abrazo,
muy buenas tardes a todos, tengo un hermano con un tumor de 8,8 cm, y los médicos lo están desahuciando por el lugar en donde se encuentra, yo se que para Dios no hay nada imposible, por eso les pido que porfavor oren por mi hermano, el es un fiel sirviente de Dios.. mi madre esta muy triste y me da mucha pena verla asi.. por favor Señor Jesucristo dale muchas fuerzas a mi madre y a mi hermano enfermo .. Dios Confio en TI
ResponderEliminarHola. Me gustaría aportar mi granito de arena relatando mi historia.
ResponderEliminarDesde siempre he sido (y creo que aún lo soy pero voy a menos) muy creyente. Desde pequeño, cuando tenía unos 7 ó 8 años, me gustaba estar en misa, tanto que me animé a ser monaguillo y ayudar al sacerdote a hacer sus labores. Aprendí a tocar la guitarra para cantar en misa con el grupo de canto. A los 10 años tocaba la guitarra en dos misas, la de niños (fundada por los monaguillos) y la de los adultos (porque tocaba bastante bien la guitarra a esa edad). Cuando había entierros por la tarde dejaba las clases para salir de monaguillo, los domingos me levantaba a las 5 de la mañana para ir al rosario de la aurora (con 12 ó 13 años). A finales de año, cerca de navidad, solíamos ir todos los monaguillos a una residencia de ancianos para alegrarles el día cantanto villancicos y canciones alegres. Mi gran objetivo era salir en la representación de la Pasión de Cristo que se hacía en mi pueblo, unos años hice de romano, después de San Juan, hasta que me dieron uno de los papeles principales: PILATOS. Ponía toda mi pasión y todo mi conocimiento en hacerlo lo mejor posible y así lo hacía. Era fantástico. Siempre he tenido mucha fe. Hace muy poco que mi hermana murió de cáncer. Rogué que Dios la curara, rogué a mis santos que intercedieran para que Dios la curase pero no he recibido respuesta. Toda mi vida dedicando tiempo a ese DIOS que tanto he querido y que siempre he tenido en mi pensamiento. Me siento defraudado, me siento engañado, me siento mal por suplicar al viento sin recibir respuesta. El nos dice... "Pedid y se os dará..." Nunca he pedido. Siempre he estado ahí, de monaguillo, guiando a esos niños en el coro, tocando en el coro de los mayores, en el rosario de la aurora, en la representación de la Pasión, y qué me queda? He perdido a mi hermana, era buena, muy buena, no se lo merecía, dejó 3 niños, un marido, dos hermanos y unos padres muy buenos. Jamás pensé este final, la ropa de luto la compré la misma noche que murió porque esperaba ese gran milagro, ese gran milagro que nunca llegó. Mi camino se truncó hace 8 meses porque nunca nunca nunca me esperaba este final. Yo pedí y no me escuchó, mi hermana rogó a Dios curarse y no quiso curarla. NO SE LO MERECÍA. Sé que no estoy dando mucho ánimo pero el escribir esto me ayuda a seguir. Desde que murió mi hermana no he vuelto a coger la guitarra, no voy a misa, y no creo como antes. A nosotros nos ha supuesto un verdadero quiebro en nuestras vidas la pérdida de mi hermana, a Dios no le hubiera costado nada curarla.
Gracias por leer mis palabras y gracias por tu apoyo.
Un gran abrazo.-