Se ha confirmado que es una continuación del primer filme de Mel Gibson, y que su argumento comienza donde aquella otra cinta terminaba: empieza con la sepultura de Cristo y sigue paso a paso los tres días de angustia que vivieron los Apóstoles hasta la Resurrección. Al mismo tiempo, sigue también las intrigas que se producen en el palacio de Herodes y termina con los hechos que acaecieron en Jerusalén el domingo de Resurrección.
Samuel Goldwyn Films apadrina este proyecto, que cuenta con un presupuesto de 20 millones de dólares. El rodaje cuenta con el mismo equipo que la primera cinta. Además del regreso del director, la productora ya ha confirmado el regreso de su elenco central: Jim Caviezel, Maia Morgenstern, Christo Jivkov y Francesco De Vito.
Dan Gordan (guionista de The Hurricane o Murder in the First) escribió la primera versión del guión, que luego ha sido sustancialmente modificado por Randall Wallace (guionista de Braveheart, en la que Gibson triunfó en el doble papel de director y actor). Sobre la historia solo se sabe que abarca un lapso temporal muy breve (3 días) y poco explotado en otros filmes sobre Jesús, y que, según informa la productora, desarrollará los resortes del poder, la codicia y la ambición por parte de algunos personajes involucrados en la crucifixión: Poncio Pilatos, Herodes, Caifás y Judas. Hace ya tiempo que Mel Gibson anunció: “La película no sólo será la narración de un evento extraordinario como la Resurrección de Cristo, sino también de todos los hechos que lo rodean, y que evidencian aún más su significado”.
Las localizaciones se sitúan en Israel, Marruecos y Europa. ¿El resultado? Lo sabremos antes de terminar el año.
(JUAN JESÚS DE CÓZAR). Ha sido sin duda la película de esta Semana Santa. “Pablo, el Apóstol de Cristo” es una correctísima propuesta de Affirm Films, la división de Sony para la producción de filmes de temática religiosa. Escrita y dirigida por Andrew Hyatt, responsable también de la notable “Llena de gracia” (2015) sobre los últimos días de la Virgen María, la cinta fue rodada en la isla de Malta y cuenta con buenos valores de producción y meritorias interpretaciones.
Hyatt se toma su tiempo para recrear lo que podría haber sido el origen de la escritura de los Hechos de los Apóstoles, porque busca involucrar al espectador a través de un proceso reflexivo y no meramente emotivo o visual. El guión nos presenta a un San Pablo anciano (James Faulkner) encarcelado en Roma, que es visitado por San Lucas (Jim Caviezel). El gobernador de la prisión es Mauritius Gallas (Olivier Martinez), militar cuya hija se encuentra gravemente enferma. El personaje de San Lucas sirve también de nexo con una importante subtrama de la película, centrada en la dura situación de los cristianos perseguidos por Nerón, a los que Aquila y Priscila (John Lynch y Joanne Whalley) intentan proteger.
El filme está recorrido por la inquietud y las dudas que pesan sobre casi todos los personajes, que deben tomar decisiones difíciles. Y, de alguna manera, todos esperan las luces que les pueda aportar San Pablo, porque él conoció –se le apareció– el Maestro. Este enfoque permite al director ofrecernos sabrosos textos de las cartas paulinas, con especial mención del Himno a la caridad (1 Co 12,31-13,13), objeto de una hermosa y emocionante escena.
Frente al silencio de los dioses paganos que no responden a las peticiones de Mauritius, el Dios que predica San Pablo habla a través de las vidas generosas de cristianos corrientes y pacíficos, enamorados de Cristo y dispuestos a seguirlo hasta la muerte si es preciso. Un contraste aplicable a nuestros días y que resuena en estas palabras del Papa Francisco: “El mundo odia a los cristianos por la misma razón que odiaban a Jesús: porque ha llevado la luz de Dios a un mundo que prefiere las tinieblas para esconder sus obras malvadas. Por esto, hay oposición entre la mentalidad del Evangelio y la mundana”.
Es cierto que una mayor agilidad narrativa hubiera beneficiado a la cinta y facilitado el acceso del público juvenil, acostumbrado a otros ritmos visuales y expresivos. No obstante, películas tan positivas como “Pablo, el Apóstol de Cristo” o “El caso de Cristo”, estrenada unas semanas antes, demuestran el creciente acierto de algunos productores a la hora de abordar en el cine cuestiones religiosas o espirituales.
Se acerca la Navidad, tal vez el momento de la vida de Jesús más celebrado en todas las culturas; por eso, he decidido celebrarlo también en este blog con una serie que ya vio la luz aquí. Una buena ocasión para revivir las escenas del evangelio en su traslación a la pantalla.
La Navidad es un hecho trascendente. Y, sin embargo, es un pasaje muy breve de los Evangelios: apenas sale en unos 20 versículos de S. Lucas y otros tantos de S. Mateo. En comparación con el total de los 4 Evangelios (cerca de 4.000 versículos: entre los 678 de S. Marcos y los 1.151 de S. Lucas), es verdaderamente muy poco.
Parece claro que los evangelistas quisieron centrar la redacción de sus libros en la vida pública del Señor: sus discursos y enseñanzas, su atención a los enfermos, sus milagros y prodigios, y –más extensamente– su pasión, muerte y resurrección. Ciertamente, esa parte es la más importante, pues expone la doctrina cristiana y habla de un Dios Redentor, que nos da ejemplo de conducta y nos ama hasta dar la vida en el mayor de los suplicios. Pero esa imagen todopoderosa y divina de Jesús se completa maravillosamente con la imagen de un Dios Niño, que se humilla por amor nuestro y se hace hombre para darnos ejemplo de vida. No se puede decir cuál de las dos imágenes nos conmueve más, ni cuál muestra mayor afecto a la humanidad.
Lo cierto es que ese Dios inerme e indefenso, que es concebido –milagrosamente– en las entrañas de una virgen, que pasa nueve mese en el seno de su Madre, y que nace en la más absoluta pobreza, es el más vivo ejemplo de Amor y de Humildad. Y no sólo eso: también es la muestra más clara de que Jesús es hombre como nosotros, en todo igual a nosotros (concepción, gestación, nacimiento) y, por tanto, verdaderamente un Dios hecho hombre: el auténtico Mediador entre nosotros y Dios. Por eso los hombres contamos los días desde su nacimiento: paradójicamente, desde aquel en que no le dimos cobijo en nuestra posada.
El cine ha reflejado extensamente esas escenas del Nacimiento de Jesús. Cada película ha puesto el acento en una u otra secuencia, y en uno u otro aspecto: la actitud contemplativa de María, el papel decisivo de José, la audacia y generosidad de los Magos, la crueldad y arrogancia de Herodes.
Esta Navidad es una ocasión espléndida para vivir las escenas del nacimiento de Cristo a través del cine. Quizás en el entorno familiar, o tal vez en las clases de Religión o de Historia. En cualquier ámbito -y, muy especialmente, en la catequesis de la Navidad- podemos contemplar esas escenas para redescubrir todo su significado. Una espléndida oportunidad para un cine-forum navideño.
En el listado que ofrezco a continuación, he seleccionado los filmes que mejor han reflejado cada una de las 15 escenas de la Navidad: desde las dudas de José y el empadronamiento de César Augusto, hasta el viaje a Belén, el nacimiento en la gruta y la matanza de los Inocentes. Serán secuencias breves (entre 30" y 2') y en ellas procuraré dar entrada a todo tipo de filmes: desde clásicos de los sesenta (Rey de Reyes, La historia más grande jamás contada, El Evangelio según San Mateo, e incluso Ben Hur) a películas más recientes y de diversa orientación y estructura narrativa (Jesús de Nazaret, El Mesías, María de Nazaret, El hombre que hacía milagros, La Natividad).
¡Que paséis una muy feliz Navidad! Y que las buenas películas os ayuden a revivir su auténtico sentido. Agradeceré, muy especialmente, vuestros comentarios.
(JUAN JESÚS DE CÓZAR) Este año 2017 se cumple el 400º aniversario del carisma recibido y extendido por San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac, que la Familia Vicenciana está conmemorando con el lema “Fui Forastero y me recibiste...”. Uno de los hitos más mediáticos de la celebración ha sido el estreno de la película “Red de Libertad” el pasado 20 de octubre.
Dirige de nuevo Pablo Moreno, que recibió el encargo tras sus exitosas experiencias con “Un Dios prohibido”, “Poveda, “Luz de Soledad” y “Fátima, el último misterio”. El director de Ciudad Rodrigo ha ido configurando un creciente y compenetrado equipo de profesionales (“como una familia”, asegura él) que han dando vida a Three Columns Entertainment, la marca comercial de la compañía creada por Moreno: Contracorriente Producciones.
Con un limitado presupuesto de unos 480.000 euros, “Red de Libertad” se centra en la heroica labor de la hermana Helena Studler, Hija de la Caridad francesa nacida en Amiens en 1891. En 1918 comenzó a vivir en Metz, donde atendía el Asilo de San Nicolás. En 1940 la ciudad fue ocupada por los nazis y Sor Helena se implica de tal modo en la atención y rescate de los prisioneros franceses, que compromete su vida y la de quienes le ayudan. Una tarea desproporcionada y agotadora, que realizó movida por su compasión, apoyándose en la oración y poniendo en juego el coraje que Dios le había dado. Con su “red” salvó a más de 2000 prisioneros –algunos de ellos judíos–, entre los que se encontraba, por ejemplo, François Mitterrand, futuro presidente de Francia.
Desde el punto de vista interpretativo, la “reina de la función” es Assumpta Serna, que compone a una Sor Helena creíble y convincente, algo que quizá tiene que ver con las propias vivencias actuales de la actriz: “El personaje fue un regalo–ha declarado–. Para mí, ha significado reivindicar la figura de una mujer que quiso, con su obra y con su vida, dejar un mensaje muy claro: necesitamos amarnos los unos a los otros. Es algo que parece evidente pero hay que recordarlo de tanto en tanto.” Mención especial merece también Luisa Gavasa ganadora de un Goya en 2016 en el papel de Sor Luisa.
Pablo Moreno y Assumpta Serna están viajando por distintas capitales para promocionar la cinta. El pasado 24 de octubre le tocó el turno a Sevilla y puede estar presente en ese pase especial: al final de la proyección, muchos aplausos a la película, a Assumpta, a Pablo… y al generoso trabajo de la Familia Vicenciana.
(JESUS RUIZ GARCÍA) Hace ya algún tiempo, estaba en el estudio de mi amigo Julio cuando reparé en un libro que tenía sobre la mesa. Estaba lleno de esos separadores de colores chillones –se notaba que lo había manoseado bien– y le pregunté: “Oye, ¿y esto qué es?” Se volvió y sonriendo me dijo: “Ah, es..., es un libro increíble, de intriga y teología”. Me quedé unos segundos más ojeando el libro antes de despedirme, y memoricé el título y su autor: La cabaña, de W. Paul Young.
Por supuesto me hice con el libro y, ahora que he visto la película, en los dos casos mi comentario coincide con el de mi amigo: increíble. No lo es por haber vendido veinte millones de ejemplares del libro en todo el mundo, ni por ser la película un gran éxito de taquilla. Lo es por conseguirlo sin un argumento de impredecibles crímenes morbosos en ambientes de lujo, o destapando oscuras conspiraciones de instituciones respetables. Sorprendentemente, conquista el éxito hablando de Dios (del Dios cristiano) y – lo más notable– sin campañas publicitarias, con el boca a boca.
Mack Phillips (Sam Worthington, el actor protagonista de Avatar), es un joven padre de familia que cae en una profunda depresión tras una tragedia que pondrá en crisis su vida. A pesar del apoyo de su mujer (Radha Mitchell) y de sus amigos no logra remontar. Un día recibe una misteriosa invitación a una cabaña en lo profundo del bosque. Lo que va a ocurrir allí es la clave de la historia.
El segundo largometraje del director Stuart Hazeldine tiene una factura discreta pero eficaz para la difícil y sugerente trama. Se puede resumir en un dilema tan antiguo como necesario de abordar en el momento presente: si Dios existe y es el Bien infinito, ¿por qué permite el mal en el mundo?; sobre todo, el sufrimiento de los inocentes.
Para algunos pensadores esta disyuntiva resulta irresoluble y es el fundamento de su ateísmo. Tomás de Aquino nos da una respuesta: “Boecio –escribe en la Suma contra los Gentiles, III, 71–presenta a un filósofo que pregunta: ‘Si Dios existe, ¿por qué hay mal?’ Habría que razonar al revés: si hay mal, Dios existe. Pues si se suprimiera el orden del bien, no habría mal, que es la privación del bien. Y ese orden no existiría si no existiese Dios”.
Evidentemente, la película no entra en debates teóricos. Y es aquí donde encontramos uno de sus ingredientes más interesantes. Aborda respuestas desde el conflicto dramático, existencial, de Mack y en la relación con los personajes que él se encuentra en la cabaña. No quiero desvelar detalles para que el espectador disfrute con las sorpresas que nos depara la audaz propuesta del guion.
El reparto resuelve con solidez los momentos dramáticos, junto con otros encantadores y divertidos. Además de Worthington destaca Octavia Spencer (Figuras ocultas), encarnando una de las ideas más provocadoras de la película.
Un buen complemento para este visionado es el Motion Graphics Is God Good?, disponible en este enlace. Excelente en su realización y coincidente con el filme en un concepto que experimentamos en el vivir de cada día: a pesar de todos los condicionamientos, el alcance de nuestra libertad es cosa nuestra.
(JUAN JESÚS DE CÓZAR).- El 1 de abril de 1949 se estrenó en España El capitán de Loyola, una película sobre San Ignacio dirigida por José Díaz Morales y en cuyo guión intervino José Mª Pemán. Como no se conocen más largometrajes centrados en la vida del santo, es una buena noticia que el próximo 16 de junio -68 años después- se estrene en nuestro país una cinta con un título directo y claro: “Ignacio de Loyola”.
Producido por la Jesuit Communications Foundation de Filipinas, el filme llega muy oportunamente a nuestras pantallas, porque responde a un creciente interés por conocer la vida de San Ignacio: de una parte, por su perdurable legado para la Iglesia y para el mundo; y quizá también por la llegada a la Cátedra de San Pedro de Francisco, el primer Papa jesuita. Ciertamente, vale la pena ofrecer a todo tipo de personas, y en especial a los jóvenes, la posibilidad de redescubrir la vida de este hombre que cambió el rumbo de Occidente.
“Ignacio de Loyola” narra la vida de un joven soldado, Íñigo, que se vio obligado a renunciar a su carrera militar tras resultar herido en batalla. Postrado en cama y dedicado a nuevas lecturas, lo que se presentaba entonces como una desgracia se tornó en un deseo ardiente de convertirse en santo. Desde entonces, el joven y pasional Loyola se encontrará inmerso en una nueva batalla: deberá enfrentarse con la incredulidad, experimentará el rechazo de sus más allegados y descubrirá la necesidad de luchar, por encima de todo, contra sí mismo.
Rodada entre Navarra y Filipinas, la película está interpretada por actores españoles, entre los que destaca un convincente Andreas Muñoz en el papel protagonista. El director, Paolo Dy, creció en una escuela fundada por los jesuitas y no esconde su gran admiración por San Ignacio: “Como cineasta de Filipinas, considero un honor que me hayan dado la oportunidad de contar la vida de uno de los grandes santos de la historia”, ha declarado.
Además de los preestrenos que tendrán lugar en distintas ciudades, “Ignacio de Loyola” tendrá su presentación más sonada en la Basílica de Loyola, donde contarán con la presencia del actor principal. (Aquí el listado de cines donde se proyecta el filme: www.peliculaignacioloyola.es/cines/)
(JUAN JESÚS DE CÓZAR) ¿Ha marcado Fátima la historia del siglo XX? Esta es la pregunta a la que, de algún modo, intenta responder “Fátima. El último misterio”, un documental de Goya Producciones que se ha proyectado recientemente en varias ciudades españolas para favorecer su visibilidad, porque a partir del 15 de mayo se podrá adquirir en formato DVD.
Con este nuevo y meritorio trabajo realizado en tiempo récord, la productora de “Poveda” y de “Luz de Soledad” ha querido sumarse a la celebración del Centenario de la primera aparición de la Virgen en Fátima el 13 de mayo de 1917. Para eludir la convencionalidad que suele imponer el estilo documental, el guión plantea una leve trama situada en la época actual: Mónica (Eva Higueras), una especialista en montaje audiovisual, recibe la oferta de editar un documental sobre las apariciones de la Virgen en Fátima. Aunque su agnosticismo le retrae inicialmente, sus agobios económicos acaban convenciéndola. Mientras va montando las imágenes, no puede evitar el progresivo impacto interior que experimenta. Una influencia que no solo tendrá repercusiones en su propia vida sino también en la su hijo Daniel (Enric Chenoll).
A través de recreaciones, imágenes de archivo y un buen puñado de testimonios, el espectador va conociendo las “extrañas” coincidencias que relacionan Fátima con Rusia, con Polonia y con el Vaticano, en un siglo XX lleno de oscuras sombras: el genocidio armenio, las dos guerras mundiales, las purgas de Stalin, el Holocausto… Los entrevistados –profesores de Historia, mariólogos, periodistas…– opinan sin complejos y con gran libertad; y, desde la perspectiva de la fe, nos van descubriendo las luces que desde Fátima han iluminado estos últimos 100 años.
¿Podría el mensaje de Fátima darnos claves sobre nuestro futuro? ¿Será un futuro de paz? “Lo único que repitió siempre la Virgen en cada una de las seis apariciones fue: rezad el Rosario todos los días”, recuerda uno de los expertos. “Cuando rezamos cambiamos el curso de la historia, y lo que podría parecer un desastre seguro se convierte en un tiempo de paz”, declara otro. Y el recuerdo se nos va enseguida a aquellos tres sencillos pastorcillos de Fátima: dos de ellos, Jacinta y Francisco, serán canonizados por el Papa Francisco mañana, 13 de mayo: el día del Centenario de Fátima.
Hace cuatro años publiqué en este blog un artículo titulado “La conversión de John Wayne en el lecho de muerte”. Para escribirlo me basé en los testimonios de dos personas muy allegadas a Wayne: su hijo, el también actor Patrick Wayne, y su nieto, el sacerdote católico Matthew Muñoz.
Ellos contaron que, en efecto, el mismo día de su fallecimiento, ocurrido el 11 de junio de 1979, el gran actor despertó del coma en el que llevaba diez días y pidió ser bautizado en la Iglesia católica. El revuelo que esta noticia causó en el mundillo de Hollywood fue algo inaudito: ¡Wayne convertido en el lecho de muerte!
Patrick, que actuó con su padre en varias películas (entre ellas, Centauros del desierto) recuerda que “estando en el hospital salió del coma y dijo otra vez que quería bautizarse, pero casi inmediatamente entró de nuevo en coma. Dos días después, cuando yo veía que se estaba poniendo peor, sonó el teléfono. Era el capellán católico, que quería pasar a verlo. Colgué. Aunque mi papá estaba todavía dormido, le dije sin esperar respuesta: "Papá, el capellán quiere verte". Entonces le oí decir: "Okay." Me quedé atónito, pero llamé al capellán, que apareció en menos de media hora. Con él todavía dormido, le dije: "Papá, el capellán está aquí", y otra vez dijo: "Okay". Entonces se despertó. Abandoné el cuarto durante unos minutos. Desde fuera pude oír el murmullo de su conversación. Cuando el capellán salió de la habitación, me dijo que mi papá había sido bautizado. Esa misma tarde falleció”.
Sin embargo, en esta historia sorprendente faltaba un dato decisivo que he podido leer hoy en el reciente libro de Mary Claire Kendall, periodista del Chicago Tribune, titulado También Dios pasa por Hollywood (Ediciones Rialp). En sus páginas refiere doce conversiones de grandes figuras del Séptimo Arte. En su relato sobre la conversión de Duke (John Wayne), descubrí el siguiente pasaje: “En abril de 1978, un año antes de su muerte, le operaron del corazón en el Hospital General de Massachusetts. Mientras estaba convaleciente, una mujer que prefiere mantenerse en el anonimato le dio una estampa de san Josemaría Escrivá de Balaguer. A Duke, comprensiblemente, le cayó bien desde el principio. San Josemaría enseñaba que el camino hacia el cielo –la santificación– en medio del mundo se realiza a través del trabajo ordinario hecho con perfección por amor a Dios. Si hay que resumir la vida de Duke, ésta estaba hecha de trabajo duro, bien realizado”.
Todo parece indicar que el recurso a este santo le acompañó en los últimos meses de su enfermedad y facilitó su conversión al catolicismo. Con este testimonio, el relato de su conversión queda definitivamente ccompletado.
Esta semana, que recuerda en todo la Resurrección de Jesús, es un buen momento para ver cómo han reflejado este episodio las principales películas, desde los años 60 hasta la actualidad.
En Rey de Reyes (1961), dirigida por Nicholas Ray, el pasaje de la Resurrección sigue a pies juntillas el relato evangélico de San Juan. María Magdalena (Carmen Sevilla) ha pasado la noche entera en el exterior del sepulcro, porque quiere embalsamar el cuerpo del Señor en cuanto pase el sábado (día de obligado descanso para los judíos). Al despertar, “todavía muy temprano, cuando aún estaba oscuro… vio quitada la piedra del sepulcro” (Jn 20, 1). Se asoma, ve los lienzos depositados sobre la losa, “y entonces echó a correr” (Jn 20, 2).
Profundamente agitada, pues piensa que “se han llevado al Señor” (Jn 20, 2), sale en busca de alguien que pueda darle razón de lo que sucede. Divisa a un hombre que está vuelto de espaldas, y “pensando que era el hortelano, le dijo: ‘Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto’” (Jn 20, 15).
Sin volverse, el hombre inicia el diálogo que recoge S. Juan: “Mujer, ¿por qué lloras?”. “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. En ese instante, es Jesús quien se vuelve –no María Magdalena- y exclama su nombre. Ella le reconoce (aquí más por la visión de su rostro que por escuchar su voz) y grita: “¡Maestro!”. Jesús le dice: “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre". El filme concluye el discurso de Jesús con una frase de Mateo: “Diles que vayan a Galilea, allí me verán” (Mt 28, 10).
En 1973, y como consecuencia de dos filmes polémicos (Jesucristo Superstar y Godspell), se concibió la idea de producir un serial televisivo sobre la vida de Jesús. Un proyecto de clara inspiración cristiana, que llevaron adelante la RAI (católica) y la BBC (anglicana). La imagen que la serie nos da de Cristo es clara, brillante, muy divina.
En su relato de la Resurrección, el director Franco Zeffirelli quiso subrayar los sentimientos y las reacciones de los personajes. La secuencia arranca con la llegada de María Magdalena y otras dos mujeres (Mc 16, 1), todavía con las brumas del amanecer. Los soldados dormitan, pero uno despierta: “¿Quiénes sois?”. La Magdalena es quien lidera el grupo: “Somos la familia de Jesús” (Aquí evoca una frase de Jesús: “El que cumple la Voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi Madre”). “¿Y qué queréis?” “Entrar en la tumba para ungir el cuerpo y llevarle ropa limpia, perfumes…”. El afecto humano de los seguidores de Cristo queda manifiesto en el diálogo. Tanto, que conmueve a los soldados: “Está bien. Pero necesitaréis un ejército para remover la piedra”.
En el trayecto al sepulcro, dos jóvenes y misteriosos labriegos les dicen desde una loma: “¿Por qué buscáis a los vivos entre los muertos? Jesús no está aquí?”. (Zeffireli traslada a esta escena previa el encuentro de las mujeres con dos ángeles en la entrada del sepulcro). Ellas les toman por locos y siguen adelante; pero, al llegar al sepulcro, descubren que, en efecto, Jesús no está. María Magdalena vuelve entonces sobre sus pasos, pero los dos jóvenes han desaparecido.
A continuación, el director italiano centra su atención en las actitudes de los apóstoles. Llega al cenáculo Felipe, y todo son recelos de que puedan correr la misma suerte que Jesús. Preguntan a Pedro, que ya entonces hace cabeza, y él responde: “Debemos hacer lo que el Maestro hubiera querido”. Ya no hay dudas ni negaciones en Pedro. Empieza a ser la piedra sobre la que se edifica la Iglesia.
En el instante en que Tomás duda de que Jesús pueda volver, llega María Magdalena y afirma conmovida: “¡Le he visto! ¡Al Maestro! Ha resucitado”. A continuación, la cámara enfoca la reacción de Pedro. Por ese primer plano, y por las citas antes señaladas, podemos concluir que este relato de la Resurrección sigue bastante de cerca el Evangelio de Marcos, que recoge sobre todo la predicación de S. Pedro. Pero, sobre todo, lo que busca Zefirelli es retratar la reacción de los personajes: la emoción y el amor de la Magdalena, la autoridad de Pedro, el temor de los apóstoles…
A las puertas del tercer milenio, y tras algunas cintas polémicas (La última tentación de Cristo, Jesús de Montreal) que omiten deliberadamente la secuencia de la Resurrección, varias películas se proponen reflejar una nueva imagen de Cristo: más equilibrada e históricamente precisa.
Frente al Jesús exclusivamente divino de los sesenta (Rey de Reyes, La historia más grande jamás contada) y frente al Jesús “revolucionario” de los 70 y 80 (Jesucristo Superstar, Jesús de Montreal), los nuevos filmes van a tratar de mostrar a un Jesús que es Dios y Hombre al mismo tiempo: muy divino en sus milagros y en su mensaje, pero también muy humano en la preocupación por su Madre y por todos los que le siguen.
El primer fruto vino de la mano de Ettore Bernabei, un productor italiano que produjo con la CBS la miniserie Jesús (1999), dirigida por Roger Young e interpretada por Jacqueline Bisset, Jeremy Sisto y Debra Messing. Jesús habla de su condición divina, pero a la vez sonríe, bromea y dialoga afectuosamente con los apóstoles.
En el relato de la Resurrección, Young ha creado una puesta en escena que hila muy bien el relato de S. Juan. La mañana del Domingo, María Magdalena se dirige al sepulcro. Ve la piedra removida (Jn 20, 1) y corre al cenáculo para decir a los apóstoles que “¡Han robado su cadáver!” (Jn 20, 2). Pedro y Juan salen corriendo hacia el sepulcro (Jn 20, 3). Juan corre más y llega antes, pero sólo se asoma en la entrada. Enseguida llega Pedro y entra Juan (Jn 20, 4-6).
Entonces surge el diálogo entre la razón (Pedro) y el amor (Juan). Pedro dice: “No está” (es lógico y razonable pensar que lo han robado), pero Juan contesta: “Ha resucitado”. Pedro sigue hablando con la abeza: “Resucitado no, han robado su cadáver”. Juan, movido por el amor, ha alcanzado ya la Fe: “Pero Él dijo al tercer día resucitaré”. Y Pedro cree al fin (Se trata de una licencia, pues el evangelista dice que el único que creyó es Juan: Jn 20, 10).
Al salir del sepulcro, se topan con María Magdalena, que ha vuelto. Ellos se van corriendo a decir a todos que Jesús ha resucitado (nueva licencia del director) mientras ella se queda desconsolada junto a la tumba (Jn 20, 11). Por detrás de un alto palmeral, se oye una voz que dice: “Mujer, ¿por qué lloras?” (Jn 20, 15). Magdalena no reconoce aún la voz de Jesús, y le dice, tomándole por el hortelano: “Si te has llevado a mi Señor, dime dónde lo has puesto”. Jesús sale de la zona arbolada y dice, a la vista de ella: “¡María!”. Y ella grita: “¡Maestro!” y le abraza emocionada (Jn 20, 16). Una reacción mucho más efusiva que la sugerida en el Evangelio (“No me toques”, le dice Jesús).
Además, aquí el reconocimiento de Jesús no se produce porque Él se vuelva hacia ella (como en Rey de Reyes) sino por la elevada maleza, lo cual es más razonable. Sugiere, además, que el descubrimiento se produce cuando escucha su nombre. Descubrir que Dios la llama por su nombre, personalmente, con un tono conmovido de infinito cariño, es algo que la cinta sugiere, aunque no lo haya reflejado por completo.
En la misma línea de mostrar a un Jesús divino y humano, Redentor de los hombres y –a la vez- cariñoso y afable con todos, en el año 2000 se estrena en Estados Unidos una película de animación, dirigida por Stanislav Sokolov, titulada El hombre que hacía milagros. Muy fiel a los Evangelios, la historia está narrada desde el punto de vista de una adolescente: la hija de Jairo, a la que Cristo resucita en una escena conmovedora.
El filme presta una especial atención a la secuencia de la Resurrección y a los acontecimientos que siguieron. Mientras otras películas omiten esa parte (El Mesías) o la distorsionan por completo (Jesús de Montreal, Jesucristo Superstar), El hombre que hacía milagros le da una importancia capital en el conjunto del relato. Además, y en comparación con los demás filmes comentados en este serial sobre “La Resurrección en el cine”, aquí el desarrollo de esos acontecimientos abarca un metraje considerable y conjuga, en su narración, la fidelidad a las Escrituras con una integración creativa de las distintas escenas relatadas por S. Juan y S. Lucas.
En este filme vemos, de forma hilvanada, todos los sucesos de aquellas horas: María Magdalena encuentra la tumba vacía y se echa a llorar (Jn 20, 1). Entonces, una voz cálida a sus espaldas —que ella toma por la del hortelano— trata en vano de consolarla; hasta que le oye pronunciar su nombre, “¡María!”, y se vuelve conmovida porque ha comprendido que está ante Jesús resucitado (Jn 20, 11-18). Según le indica el Maestro, corre a contárselo a Pedro, y esto mueve al apóstol a acudir a la tumba (Jn 20, 2-7), aunque sin la compañía de Juan.
De regreso a Jerusalén, mientras medita en el sepulcro vacío, Pedro se encuentra con el Maestro (Lc 24, 34) y vuelve corriendo para contarlo a los demás apóstoles. Al llegar al cenáculo, vemos que acaban de llegar Cleofás y Jairo, y éstos relatan —se ve luego en dibujos animados— cómo Jesús se les ha aparecido en el camino a Emaús y les ha explicado las Escrituras, y cómo le han reconocido al partir el pan (Lc 24, 13-35). Tomás muestra entonces un escepticismo sarcástico frente a esos relatos, que juzga fantaseados... Y aquí corté la secuencia, para no hacerla demasiado larga. Lo que sigue es la repentina aparición de Jesús, que enseña sus manos a todos, y en especial a Tomás. El apóstol cambia su incredulidad por un sincero acto de fe (Jn 20, 36-41).
La concatenación de escenas -creando unidad en lo que eran cuadros sueltos- es lo que hace sublime, atractivo y dinámico el relato que este filme nos ofrece de toda la secuencia de la Resurrección.
El último filme que analizamos en este serie es La Pasión de Cristo (2004), dirigido por Mel Gibson. En un plano breve (un epílogo sumamente sugestivo a todo el gran relato de la pasión) nos ofrece una explicación teológica –basada por completo en un pasaje de S. Juan- de lo que sucedió en el instante de la Resurrección.
Según testimonios de la época, los judíos empleaban una gran sábana blanca para embalsamar a los difuntos. También era costumbre envolver el rostro con otro paño más pequeño (sudario, le llamaban) para sujetar la mandíbula y evitar que se abriera la boca del cadáver. Es lo que hicieron con Jesús: tenía la sábana “y el sudario que había sido puesto en su cabeza” (Jn 20, 7). Con esto tenemos dos piezas: la sábana y una venda separada de ella que se usaba como mortaja.
Cuando Juan entró en el sepulcro, “vio los lienzos plegados y el sudario, que había sido puesto en su cabeza, no plegado junto con los lienzos, sino aparte, todavía enrollado, en un sitio” (Jn 20, 7). Es esa disposición de los lienzos (“todavía enrollados” pero sin el cuerpo en su interior), simplemente “plegados” (en el original griego: “caídos”, como si hubiera desaparecido el cuerpo de su interior) es lo que inmediatamente mueve a la conversión del apóstol: “Entonces entró también el otro discípulo…, y vio y creyó” (Jn 20, 8).
Todo esto es lo que trata de reflejar el último plano de la película de Mel Gibson. Un fantástico plano-secuencia sugiere el momento en que se desliza la piedra de la entrada. Todos los Evangelios señalan que la piedra fue removida, y Mateo describe incluso el momento en que “se produjo un gran terremoto, y un ángel del Señor… apartó la piedra” (Mt 28, 2). La toma va recorriendo las distintas cavidades de la roca, y de repente entran en plano los lienzos sagrados en el momento en que empiezan a caer sobre sí mismos.
Sigue el movimiento del plano, y los lienzos quedan “caídos”, atados y enrollados alrededor de la mortaja, como si en ese preciso momento hubiera desaparecido el cuerpo de Jesús. Justo entonces vemos la razón de ese vacío: la cámara enfoca un luminoso primer plano de Cristo resucitado, que a continuación se alza para mostrar su cuerpo glorioso, sin los estigmas de la flagelación y la coronación, pero sí con las señales de los clavos en sus manos. Es el momento en que acaba de resucitar y por eso los lienzos caen sobre sí mismos. Gibson muestra así a los espectadores, justo en el momento en que sucede, lo que una vez acontecido conmoverá profundamente a Juan.
La semana próxima -que, por tantos motivos, todo el mundo denomina Santa- será fecunda en representaciones de la Pasión: procesiones, obras teatrales, tradiciones centradas en la Cruz... Mil y un eventos artísticos inundarán las calles de nuestro país, mostrando a las claras lo mucho que la cultura cristiana ha calado en nuestra sociedad.
Hasta hace poco, la programación televisiva se mantenía en esa línea y procuraba recordar a los espectadores los acontecimientos que íbamos a celebrar. Últimamente, sin embargo, las parrillas de las cadenas se han distanciado un tanto de lo que conmemoramos en la Semana Santa. Y como, al haber más tiempo libre, muchas familias piensan en ver películas enriquecedoras, aptas para todos los públicos y que a la vez evoquen los acontecimientos de la Pasión, he pensado en publicar esta selección de películas que pueden encontrarse en cualquier video-club.
- Jesús de Nazaret (Italia, 1977), de F. Zeffirelli. Mini-serie en 4 capítulos. Todos.
- Jesús (Italia, 1999), de R. Young. Mini-serie en 2 capítulos. Para jóvenes.
- El hombre que hacía milagros (2000), de Derek W. Hayes y Stanislav Sokolov. Animación en 3-D. Para toda la familia, gustará mucho a los niños.
- La pasión de Cristo (USA, 2004), de Mel Gibson. Para jóvenes y mayores.
- Ben Hur (USA, 1959), de William Wyler. Un clásico de la Semana Santa, con dos breves apariciones de Jesús que transforman la vida de Judá Ben Hur.
b) Primeros cristianos:
- Resucitado (2016), de Kevyn Reynolds. EN CINES (con Tom Felton, Joseph Fiennes, Cliff Curtis, Peter Firth y Leonor Watling)
- Quo Vadis(1951), de Mervyn LeRoy (con Robert Taylor y Deborah Kerr)
- La túnica sagrada (1953), de Henry Koster (con Richard Burton y J. Simmons)
- Barrabás (1962), de Richard Fleischer (con Anthony Quinn y Vittorio Gassman)
- En busca de la tumba de Cristo (2007), de Guilio Base (con D. Liotti, Ornella Muti, F. Murray Abraham, Mónica Cruz y Max von Sydow)
c) Películas recientes con valores cristianos:
- Llena de gracia (2016), de Andrew Hyatt (Retrato intimista de los últimos años de la Virgen, cuando se convierte en apoyo de los Apóstoles y columna de la Iglesia)
- Poveda, (2016), de Pablo Moreno. (Emotivo retrato del Padre Poveda, el santo de los niños pobres)
- Francisco, el padre Jorge (2015), de Beda Docampo Feijóo (Primera biografía del Papa Francisco: sincera, deliciosa y emocionante)
- El navío (2016), de Julio Quintana (Historia de dolor, fe y esperanza, interpretada por Martin Sheen, tras un tsunami arrase la escuela de una pequeña aldea)
- Un millón de hostias (2016) de David Moncasi (Documental sobre el único convento de La Habana. Sus monjas fabrican cada año un millón de obleas: una hermosa revolución estáempzando en Cuba)
(JUAN JESÚS DE CÓZAR) El título de este delicado documental ("Un millón de hostias") puede desconcertar y conviene aclararlo cuanto antes. Rodado en el barrio de El Vedado de La Habana y en el interior del convento de San José de la capital cubana, su nombre hace referencia al millón de obleas que cada año fabrican las monjas carmelitas que viven en ese convento. Con esas obleas, que se distribuyen de forma anónima por cientos de voluntarios, se abastece a las parroquias de la isla y se prepara una hermosa y formidable revolución.
Estrenado con éxito en 2016 en el Festival de Málaga, ha sido proyectado en diversas salas de cine de nuestro país a lo largo de los últimos meses, y recientemente se ha comercializado en DVD. El director es David Moncasi, con quien puede entrevistarme para conocer mejor su trabajo. David, que trabaja para una televisión, desborda entusiasmo y simpatía, y cuenta así la génesis del documental: "En 2010 fui a La Habana para ser jurado de un festival de documentales. Un día, paseando por El Vedado, vi un edificio inmenso que me llamó mucho la atención. Pregunté a una señora cubana y me dijo que era un convento de clausura. ¡Un convento de clausura en La Habana! ¡En la Cuba comunista hay un convento de clausura! Me dijeron que era el único. Le pedí a esa señora que me ayudase a visitarlas, concertó una cita y a raíz de ese encuentro me dije: ‘esto hay que grabarlo, esto hay que contarlo’".
Después de 5 años de contacto frecuente con las monjas –correos electrónicos, cartas, llamadas telefónicas…–, David logró convencerlas y finalmente pudo filmar el documental junto a su mujer, Ana Barcos, en 2015. El ingenio, la sensibilidad y la ilusión de ambos fueron la aportación intangible pero esencial para superar los inconvenientes derivados del reducido presupuesto.
El resultado es una cinta conmovedora, que constituye también un retrato a pequeña escala de Cuba, a través de los testimonios de unas gentes sencillas que han sufrido pero que conservan toda su humanidad y su dignidad como personas. Impresiona –afirma Moncasi–, cómo es el cubano medio; la gente sale a la calle a improvisar para salir adelante cada día, con una alegría, con unas ganas de vivir, con un empuje que a nosotros nos ha conmovido.
El documental finaliza con escenas de la visita del Papa Francisco a Cuba en septiembre de 2015, y recoge el momento en el que el Santo Padre se acercó a saludar a las monjas. Naturalmente, las obleas que se utilizaron en la Misa que el Papa celebró en la Plaza de la Revolución las habían fabricado ellas.
(JUAN JESÚS DE CÓZAR).- Llega a la cartelera española esta interesantísima película, que asume con naturalidad la dimensión espiritual del ser humano. Algo nada extraño sabiendo que su productor es Terrence Malick, autor de esa obra maestra titulada “El árbol de la vida” (2011). Dirige “The Vessel (El navío)” Julio Quintana, que ya trabajó para Malick en el film mencionado, haciendo labores de fotografía junto a Emmanuel Lubezki, ganador del Oscar a la mejor fotografía en 2014, 2015 y 2016.
La cinta es una coproducción entre USA y Puerto Rico ambientada en este último país, y cuenta con una estupenda interpretación de Martin Sheen. La influencia de Malick se aprecia por todas partes: la fotografía; los encuadres; el uso de la música; la presencia simbólica del agua, de la tierra, del aire y del fuego… Un influjo beneficioso de quien es uno de los discípulos aventajados del maestro ruso Andrei Tarkovski.
“The Vessel” desarrolla una historia de dolor, de fe y de esperanza, cuyo localismo no impide una lectura de alcance universal. La acción se sitúa diez años después de que un tsunami arrasara la escuela de una pequeña aldea. El joven Leo (Lucas Quintana) vive con su madre, que no sólo perdió a su hijo pequeño cuando ocurrió el tsunami sino también la cabeza. Un día Leo sufre un accidente y todos lo dan por muerto. Sin embargo, sobrevive y algunos de sus paisanos interpretarán el hecho como un milagro o una señal. Poco después Leo sorprende a todos construyendo un singular navío con los restos del aula devastada.
A través de las preocupaciones de los aldeanos, la película plantea interrogantes muy comunes: ¿sigue habiendo milagros?, ¿se ha olvidado Dios de nosotros?, ¿por qué permite Él la muerte de los inocentes?, ¿es que solo nos queda resignarnos a la voluntad “implacable” del Creador?... En este punto resulta clave la figura del Padre Douglas (Sheen), el sacerdote del pueblo que ha procurado no perder nunca la pasión por ayudar a los demás y que también será probado.
Ciertamente, Quintana no llega aún a la nitidez de Malick, pero sus intuiciones son valiosas y cercanas a esta rotunda declaración de Tarkovski: “El hombre debería entender que su camino a través de la vida no se mide con medida humana, sino que está en las manos del Creador y es a su voluntad a la que el hombre se debe confiar.”
Ayer, el Rector de UIC Barcelona donde trabajo, sabedor de mi interés por la figura de Jesucristo en el cine, me envió este vídeo para el blog. Se trata de una campaña titulada “Ilumina el Mundo” que quiere recuperar el significado profundo de la Navidad.
En el vídeo se hace patente que Jesús vino a nosotros en la oscuridad para traernos la luz. Y también que, de alguna manera, esa Luz sigue iluminando el mundo a través de los cristianos. Hay un profundo paralelismo entre la misericordia que mostró Jesús durante su caminar terreno y la misericorida que mostramos los cristianos en nuestro vivir diario: atendiendo a los enfermos, ayudando a los ancianos o discapacitados, consolando a los que sufren o enseñando a los que no saben somos ese Cristo que pasa en medio de los hombres.
La campaña se completa con una propuesta para cada día del mes de diciembre: 25 maneras de iluminar el mundo durante 25 días. Un buen recordatorio de lo que vamos a celebrar: la llegada de Jesús, el Nacimiento de Dios Hombre, la irrupción de la Luz que brillará con fuerza el día de Navidad.
(Juan Jesús de Cózar).- Con esta reseña pretendo pagar la deuda a quienes me han preguntado por esta nueva versión de la mítica “Ben-Hur” que dirigió William Wyler en 1959, extrañados por su “incomparecencia” en este blog. (Sobre todo, después de haber dado abundantes noticias de su controvertida producción).
Denostado por buena parte de la crítica internacional especializada, este remake dirigido por el kazajo-ruso Timur Bekmambetov (Guardianes de la noche, Wanted) tenía muchas papeletas para ser mal recibido. Y es que a muchos les ha parecido un innecesario atrevimiento revisitar una cinta que ganó 11 Oscars.
Con un presupuesto aproximado de 100 millones de dólares, la película se estrenó en España el pasado 2 de septiembre y lleva recaudados cerca de 3 millones de euros. La taquilla mundial asciende de momento a 86 millones de dólares, una cifra que suena a fracaso. Pero, ¿se trata realmente de una película mediocre o ha sido su mala prensa la que ha ahuyentado a muchos espectadores?
De no existir la versión de Wyler quizá estaríamos hablando de una película correcta y digna. Como no es el caso y las comparaciones son inevitables, este nuevo acercamiento a la novela de Lew Wallace palidece enormemente al confrontarlo con el film protagonizado por Charlton Heston. Y eso que el guión ha sido elaborado por dos especialistas, John Ridley (Doce años de esclavitud) y Keith R. Clarke (Camino a la libertad), que han tratado con sumo respeto el texto original.
El argumento, bien conocido, nos cuenta la relación de Judah Ben-Hur, un príncipe judío, y su hermano adoptivo Messala Severus, de origen romano, coetáneos de Jesús de Nazaret. Diversas circunstancias los transforman de amigos inseparables en enemigos irreconciliables, de modo que sus trayectorias vitales se separan hasta el enfrentamiento final, que da lugar a la escena más impactante de ambas películas: la carrera de cuadrigas.
Las interpretaciones de Jack Huston (Ben-Hur) y de Toby Kebbell (Messala) son aceptables, pero no logran transmitir con fuerza las acusadas personalidades de los dos protagonistas. La presencia de Morgan Freeman aporta prestigio al reparto, pero a su pequeño papel le falta relevancia. Más convincente resulta Rodrigo Santoro encarnando a Jesús y proporcionándonos quizá los momentos más emotivos de la cinta.
¿Hacía falta este “Ben-Hur” 2016? Quizás la pregunta no sea esa. Porque, seguramente, nunca pretendió competir con su antecesora, sino más bien homenajearla, de paso que ofrecía a las nuevas generaciones un producto moderno y atractivo. Tal vez no lo haya conseguido, pero habrá estimulado en muchos jóvenes el interés por conocer el “Ben-Hur” 1959: una verdadera obra maestra. Y sólo por eso ya merecía la pena.
(JUAN JESÚS DE CÓZAR) Como algún lector habrá adivinado, el subtítulo de la reseña lo tomo prestado del estupendo libro de José María Pemán, publicado en 1962, porque resume muy bien el contenido de “Llena de gracia”, la película a la que dedicamos estas líneas.
El film llega a las pantallas españolas el próximo 13 de mayo, con un estreno inicial limitado a varias capitales, entre las que se incluye Sevilla. Ganadora en 2015 del premio al mejor guión en el Festival Internacional de Cine Juan Pablo II celebrado en Miami, esta cinta del norteamericano Andrew Hyatt –también autor del guión– recrea los últimos días de la Virgen en la tierra.
La iglesia está en plena expansión, creciendo a un ritmo vertiginoso que llena a los Apóstoles de gozo pero también de preocupación: necesitan aclarar algunas cuestiones doctrinales, organizar mejor la formación de los nuevos bautizados…, y acuden a Pedro en busca de respuestas. Pedro, en medio de sus dudas, recibe la llamada de María, que vive retirada en un lugar tranquilo. Este podría ser el resumen del planteamiento del film.
Hyatt elige un tono intimista, sosegado y discursivo, que busca introducir al espectador en un clima meditativo que le facilite la reflexión sobre lo que está viendo y, particularmente, sobre lo que está oyendo. Bahia Haifi, actriz de origen argelino afincada en Estados Unidos, encarna a la Virgen con la sutileza que requiere un papel tan difícil, apoyando su interpretación en unos movimientos pausados, en su sonrisa serena y en el tono emocionado con el que narra sus recuerdos: la Anunciación, la matanza de Herodes; la Pasión, Muerte y Resurrección de su Hijo… Le acompaña bien un actor experimentado como Noam Jenkins, representando al Apóstol Pedro.
Aunque se trata de una producción modesta, cuenta con una cálida fotografía de Gerardo Madrazo, realista en los pasajes relatados en presente y luminosa en los flashbacks, y con una banda sonora con aires de música sacra de Sean Johnson.
La película, que interesará especialmente al público católico, deja un poso de serenidad y alegría, y la sensación de habernos “colado” en esos sabrosos encuentros de María con Pedro y los demás Apóstoles, para participar de sus inquietudes, de sus conversaciones, de sus “tertulias”… Y la convicción de que María puede ser llamada, sin género de dudas, Madre de la Iglesia.
(JUAN JESÚS DE CÓZAR) Esta coproducción entre USA y España, filmada en su mayor parte en Almería, llegó a nuestras pantallas ayer, Miércoles Santo, precedida de su éxito en la taquilla norteamericana, donde lleva recaudados casi 35 millones de dólares desde su estreno el pasado 19 de febrero.
La comparación con la “La Pasión de Cristo” surge inevitable, pero conviene aclarar que ambas películas no sólo abordan momentos históricos distintos, sino también géneros diversos. El film de Mel Gibson es un drama religioso hiperrealista de gran hondura teológica, mientras que “Resucitado” podría ser calificado como thriller bíblico.
Dirige Kevin Reynolds (“Robin Hood, príncipe de los ladrones”,“Waterworld”, “La venganza del conde de Montecristo”), que también coescribe el guión junto a Paul Aiello. La película, dividida en dos partes claramente diferenciadas, combina entretenimiento, emoción, recreación histórica y relato evangélico, con la intención de atraer a un amplio espectro de público: creyentes y no creyentes; adolescentes que buscan acción y suspense, y adultos de todas las edades que se interesan por un cine más reposado de relaciones humanas.
El elenco de actores está encabezado por un convincente Joseph Fiennes, que da vida en la ficción a Clavius, un tribuno romano testigo de la muerte en la cruz de Jesús de Nazaret, a quien Pilato (Peter Firth) encarga que encuentre el cuerpo del Crucificado. Para llevar a cabo esa ardua tarea de investigación contará con la ayuda del joven Lucius (Tom Felton, el Draco Malfoy de la saga de Harry Potter). Una misión que exigirá a Clavius realizar detenciones, interrogatorios… e incluso exhumación de cadáveres, pero que también le llevará más allá de la búsqueda de ese presunto “cuerpo robado”, en versión oficial del Sanedrín.
Reynolds y Aiello han escrito una historia que se ciñe con fidelidad a los textos evangélicos, una decisión loable que –además de evitar el riesgo de la polémica– les permite gozar de una gran libertad inventiva para desarrollar el personaje de Clavius y detallar su evolución. En este sentido, es un acierto la contraposición entre el protagonista y Pilato, dos hombres ambiciosos pero con aspiraciones dispares: a Pilato sólo le interesa hallar el cuerpo del Nazareno para su propia tranquilidad; Clavius quiere saber la verdad, justo lo que a Pilato nunca le importó.
El film presenta a un Jesús (Cliff Curtis) muy normal físicamente, familiar, alegre y misericordioso (la escena con el leproso resulta realmente conmovedora), y a unos Apóstoles sencillos e idealistas. En cambio, la presencia de la Virgen es testimonial y sólo la vemos fugazmente al pie de la cruz, mientras oímos sus gritos de dolor; una decisión poco afortunada que es quizá el descuido más relevante del guión.
Con una notable y emocional banda sonora de Roque Baños, la aportación española se completa con las interpretaciones de María Botto en el papel de María Magdalena, de Jan Cornet como el apóstol Tomás o de Antonio Gil que encarna a José de Arimatea.
Aunque “Resucitado” no alcanza la excelencia de “La Pasión de Cristo”, tiene el mérito de recuperar parte del clasicismo de las películas bíblicas, sin renunciar a los recursos del cine moderno. Una propuesta que puede marcar el camino a futuras producciones de calidad, de modo que logren armonizar el espectáculo con la verdad del hecho religioso.
La semana próxima -que, por tantos motivos, todo el mundo denomina Santa- será fecunda en representaciones de la Pasión: procesiones, obras teatrales, tradiciones centradas en la Cruz... Mil y un eventos artísticos inundarán las calles de nuestro país, mostrando a las claras lo mucho que la cultura cristiana ha calado en nuestra sociedad.
Hasta hace poco, la programación televisiva se mantenía en esa línea y procuraba recordar a los espectadores los acontecimientos que íbamos a celebrar. Últimamente, sin embargo, las parrillas de las cadenas se han distanciado un tanto de lo que conmemoramos en la Semana Santa. Y como, al haber más tiempo libre, muchas familias piensan en ver películas enriquecedoras, aptas para todos los públicos y que a la vez evoquen los acontecimientos de la Pasión, he pensado en publicar esta selección de películas que pueden encontrarse en cualquier video-club.
- Jesús de Nazaret (Italia, 1977), de F. Zeffirelli. Mini-serie en 4 capítulos. Todos.
- Jesús (Italia, 1999), de R. Young. Mini-serie en 2 capítulos. Para jóvenes.
- El hombre que hacía milagros (2000), de Derek W. Hayes y Stanislav Sokolov. Animación en 3-D. Para toda la familia, gustará mucho a los niños.
- La pasión de Cristo (USA, 2004), de Mel Gibson. Para jóvenes y mayores.
- Ben Hur (USA, 1959), de William Wyler. Un clásico de la Semana Santa, con dos breves apariciones de Jesús que transforman la vida de Judá Ben Hur.
b) Primeros cristianos:
- Resucitado (2016), de Kevyn Reynolds. EN CINES (con Tom Felton, Joseph Fiennes, Cliff Curtis, Peter Firth y Leonor Watling)
- Quo Vadis(1951), de Mervyn LeRoy (con Robert Taylor y Deborah Kerr)
- La túnica sagrada (1953), de Henry Koster (con Richard Burton y J. Simmons)
- Barrabás (1962), de Richard Fleischer (con Anthony Quinn y Vittorio Gassman)
- En busca de la tumba de Cristo (2007), de Guilio Base (con D. Liotti, Ornella Muti, F. Murray Abraham, Mónica Cruz y Max von Sydow)
c) Películas recientes con valores cristianos:
- Poveda, (2016), de Pablo Moreno. EN CINES (Emotivo retrato del Padre Poveda, el santo de los niños pobres)
- El coro (2015), de François Girard (Historia de aprendizaje y superación, de redención y persón en el marco de la música y de la familia)
- Francisco, el padre Jorge (2015), de Beda Docampo Feijóo (Primera biografía del Papa Francisco: sincera, deliciosa y emocionante)
- Del revés (2015), de Disney-Pixar (Película de animación, que explica el papel de las emociones y los valores en nuestra mente y en nuestra conducta)
- Quédate conmigo (2014), de Michael McGowan (Preciosa historia de amor y entrega en la tercera edad, que se pone a prueba en la enfermedad)
Quisiera dialogar sobre Jesús en el cine con mucha gente: cinéfilos, pensadores, críticos de cine, profesores de Religión y del Séptimo Arte, personas preocupadas por la trascendencia… Con todos ellos quiero compartir ideas, puntos de vista, material didáctico. Sobre todo, quiero conversar con quienes estén preocupados por ver reflejada su fe en la cultura audiovisual del siglo XXI.